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12 de diciembre de 2006

Testimonio

Yo concursé en Animalandia

Quien primero tuvo contacto con Animalandia fue mi hermano Alejandro que, a diferencia mía, no fue a concursar sino como espectador.

Por: Gregorio Peñaloza Sierra
FOTOGRAFÍA: LEÓN DARÍO PUENTES © 2006 | Foto: Gregorio Peñaloza Sierra

Según cuenta, su motivación por asistir a las instalaciones de Inravisión para la realización en vivo y en directo del concurso que se caracterizaba por varias pruebas, era un premio que entregaban en la entrada a los presentes: un cubo de cartón que en su interior tenía un pollito vivo.

Alejandro, que para la época contaba con ocho años, se sentó en la gradería y aseguró el ansiado premio en medio de sus Croydon, con la certeza de que era el lugar indicado para salvaguardar el preciado tesoro. Embelesado con los conejos que sacaba de su sombrero el mago Lorgia, la voz del loro Gel´Hada, los baldados de agua y puñados de maizena que se echaban entre sí Pernito, Juanito y Tuerquita y la presencia como anfitrión del memorable Pacheco, su interés por el ave se esfumó y cuando quiso tomarla de nuevo, la caja había desaparecido. Tal vez quien se robó el pollito aprovechó que mi hermano miraba en lo más alto, los balones de fútbol que colgaban del "palo encebado de Kilométrico".

El Animalandia que me tocó era muy diferente. Corría el año 1985, yo tenía nueve años y cursaba tercero de primaria en el Colegio de la Contraloría. A las grabaciones del programa asistí gracias a una invitación que Gegar Televisión le extendió a mi colegio. El carisma de Pacheco había sido reemplazado por la sobriedad de Álvaro Ruiz "el hombre feliz"; la trilogía Pernito-Tuerquita-Juanito desapareció para darle paso a Miki, un payaso de dudosa tendencia sexual que hacía repetir a los niños un coro detestable: ¡ahaaaaaa!, ¡eheeeeeé!. Del loro Gel´Hada no se volvió a saber nada, pues para entonces el show se lo robaban los perros gozque del staff de Gegar Kennels,y del esmoquin negro e impecable de Lorgia pasaron al rojo y ya un poco desteñido por el uso del mago Fabriany.

Dentro del grupo de niños invitados, yo era uno de los más altos, atributo que sirvió para que fuera uno de los tres escogidos para concursar. La mecánica era sencilla: ganaba quien con los ojos vendados encontrara dentro del set en el mínimo de tiempo, un objeto que el equipo de producción había escondido previamente. Yo me demoré 35 segundos en hallarlo y ocupé un honroso segundo lugar. El premio mayor, unos guayos Fastrak, se lo llevó un compañero de Montería llamado Eliodoro Javier Bustos; a mí me tocó conformarme con un juego de carpintería, un afiche gigante con la cara sonriente de Miki y lo insólito: unos zapatos para bebé marca Bubbles Gummers. ¿A quién se le ocurre regalarle a un niño de nueve años unos zapatos para bebé...

, por supuesto, mi mamá se los endosó a una prima que acababa de nacer.

A pesar de no haber ganado, concursar en Animalandia representaba para aquellos tiempos ser famoso por dos semanas en el colegio y en el barrio, era mi primer contacto de frente con la televisión y sus personajes, algo que sin duda jamás se olvida. Al fin y al cabo, creo, ha sido el mejor programa infantil de la televisión colombiana.

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