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12 de diciembre de 2006

Yo fui ‘Biyi’... y era del combo de Unicentro

Por: Pedro ‘Rocky’ Vega
| Foto: Pedro ‘Rocky’ Vega

Ante todo, quiero decir que si en algún momento le falté a alguien, hombre o mujer, que por favor me disculpe. Me aproveché de situaciones para quedar bien ante otros y agredí a personas sin motivos. Por favor, acepten mis disculpas. Para los que no vivían en Bogotá en los 80, les cuento que los ‘biyis‘ éramos un grupo de amigos o, si hablamos de frente, una pandilla. Yo me hice ‘biyi‘ en 1984. Mi grupo era de Unicentro, pero también había en las Villas, Cedritos, Pasadena, Chapinero y el Centro. Mi apodo, ‘Rocky‘, no tiene mayor misterio. Mi parecido con Stallone es asombroso. El prototipo social de la gente de Unicentro era de un buen nivel. La idea era encontrarnos a hablar basura, a mostrarnos, a ver quién tenía más éxito con las niñas, quién peleaba mejor y a buscar las fiestas del fin de semana para ir "a armar tropel". La idea era estar bien vestido, yo tenía unos botines rojos y otros negros sin suela que iban a media altura de la pierna y los comprábamos en Bosi o Addax. Los pantalones se compraban en Gente Joven, un almacén que ya no existe, y tenían muchos bolsillos a los lados. Las camisas eran sin cuello. Las chaquetas eran de Tiky, que tampoco existe. Una vez casi me hago matar por una chaqueta de esas que me había costado 80 mil pesos. Salí al frente de Unicentro, me iban a atracar y por defender mi chaqueta me gané un batazo en la cabeza.

En Unicentro, el punto de encuentro era en el segundo piso, en Uniplay, un lugar donde había las famosas maquinitas. El objetivo era pararse a mirar mal a la gente. Cuando había una fiesta, invitaban a uno y ese ‘uno‘ llevaba a veinte. Apenas llegábamos, la luz se iba, la música también y hasta ahí llegaba la rumba. Nosotros tomábamos otras medidas como arrancar a pelear con el primero que saliera. Eran bobadas que no tenían sentido.

El que mandaba la parada de mi combo, sin duda, era el ‘Negro‘ Tadeo. Él era una leyenda, una muy buena persona con los que quería y con los que no… ¡pobres! No tenía términos medios. Inspiraba respeto. Una noche estábamos con él en la 82, cogió un taxi, y hasta ahí volvimos a saber de él. Nunca se supo qué pasó y nunca me interesaron las razones por las que lo mataron. Otra gente de nuestro combo eran ‘Ike Cavanzo‘, que le tocó irse del país, y el ‘Chamo‘, un tipo que peleaba en muletas y andaba en moto. Era un monstruo.

Teníamos muchos grupos en común, como los Ñatos de las Villas. En Pasadena existían ‘Aroldo‘ y ‘Chepe‘. Estaban las Pirañas y la gente del centro como ‘Presto‘, que era un chiquito de 1,50 m con un gran respaldo. A donde él llegaba, la gente temblaba. El ‘Egipcio‘ era otro de los duros del centro. En Modelia, estaba ‘Candado‘, era muy bravo, y en una fiesta en la Fuente Azul terminamos en el callejón contra veinte personas. Esa fue la primera vez que pensé sobre qué carajos hacía yo de ‘biyi‘.

Casi nunca íbamos a bares, los planes eran ir a minitecas o a fiestas de casa. Los tropeles se armaban simplemente por un rumor, como, por ejemplo, decir que se habían metido con la novia de alguien. Cuando era en Unicentro era complicado, porque los celadores lo cogían a uno y lo metían en unos congeladores que tenían abajo. En los tropeles se usaban manoplas, chacos, varillas, la gente del centro usaba cuchillos. Nos fastidiaba la gente medio ‘nerda‘, como los del Moderno, el Campestre o el San Bartolo. Ellos eran los objetivos favoritos, porque hacían las mejores fiestas, tenían las mejores viejas y siempre nos sacaban de todos los bazares. Era más envidia que cualquier otra cosa; afortunadamente, ahora pienso que era una bobada.

La única vez que me dieron en la jeta, realmente, fue un tipo que de un momento a otro empezó a levantar las piernas de una forma impresionante. Me hizo una llave y en un segundo me tenía en el piso dándome codazos. A los dos meses me enteré que el tipo era campeón de Kung Fu. Luego lo vi en una miniteca, yo iba con el ‘Negro‘ Tadeo y ahí sí iba con mi gente y me desquité. Muchos de los que conocí en esa época no tuvieron un buen final. Unos fueron a la cárcel y a otros los mataron. Pero muchos reaccionamos a tiempo y ahora llevamos una vida tranquila y también exitosa.

Una novia que conocí en la universidad fue la responsable de sacarme del mundo de los ‘biyis‘. Se llama María Alejandra. Hoy soy administrador de empresas y tengo una especialización en mercadeo del CESA. Soy gerente de una empresa de empaques y tengo una hermosa hija de un año que es mi vida. Ser ‘biyi‘ me dejó la experiencia de saber que no hay que jugar con la vida. Con dignidad y humildad, les digo que no me arrepiento de lo que hice, pero a todos los padres les digo que cuiden mucho a sus hijos y que siempre sepan lo que están haciendo.