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26 de noviembre de 2009

Algo de mi intimidad

Andrea responde varias preguntas a sus lectores sobre su vida privada y sobre cómo se cuida ella en un trabajo que implica estar con hombres todo el tiempo.

Por: Andrea

Hola de nuevo, he estado un poco perdida por muchas razones, se acaba la universidad, se acaba el año y se acaba todo. Lo único malo de estudiar es que hay unas materias que no me las aguanto. Me molesta cuando los profesores tienen prejuicios morales y se las dan de que tienen la razón y juzgan a los demás. Me molesta que traten de imponer creencias y que las universidades impongan materias que tienen que ver con religión. ¿Quién califica la religión? ¿Quién es quién para juzgar lo que creo? Si yo me imagino a un Dios de X o Y manera y me importa cinco ir a misa los domingos, ¿eso está mal para un profesor? ¿Está bien para otro? Imagínense a lo que hemos llegado: a que un profesor califique y juzgue lo que cree la gente.
 
Qué pena con ustedes que arranque un poco disgustada, pero es que a estas alturas de la vida uno ve que la sociedad realmente está en retroceso. Y por eso tienen razón todos los que me dicen que no dé la cara. Tienen toda la razón. Me imagino a la gente señalándome y juzgándome por lo que hice como si los demás no hicieran cosas que también podrían ser debatibles. Me impresiona esto porque, lo que sea, yo soy de mente muy abierta. Esta semana estuve en una charla donde un padre decía que los gays no tienen derecho a ir a la Catedral de San Pedro y que si uno llega a tener un hijo gay, “hay que enderezarlo” como sea. Es como si eso dependiera de uno. ¿Acaso uno de mujer escoge lo que serán los hijos? Yo amaré a mis hijos así sean gays o lesbianas o heterosexuales. ¿Cuál es el problema de la iglesia con eso? ¿No dizque todos somos hijos de Dios? Es que todo esto me molesta y me lleva a decir que la sociedad es muy mojigata y que la iglesia debe avanzar a la par de la vida. Ya no estamos en el siglo XV. Uno no puede estar tan enceguecido.
 
En fin... Es que se me juntó estas cosas que pasan en la universidad con mi decisión de dar la cara y, como ya ven, no la voy a dar. Me botarían de la universidad, nadie me recibiría en un trabajo, pocos se atreverían a salir conmigo y de presentarme ante sus familias. Es un choque duro. Y creo que no tiene que ver con mi trabajo, es con el ritmo de vida y la sociedad. Es cierto, en Inglaterra la señora que descubrió su identidad y dijo que era una acompañante, hoy vende libros como pan caliente. A lo mejor yo hago lo mismo y no quiero ni pensar qué pasaría aquí.  Pero bueno, dejémoslo ahí. Dejémoslo en el punto inicial de salir con antifaz, será lo mejor para mí y para ustedes que podrán solo ver mi cuerpo y, casi, solo casi, adivinar mi rostro. He estado en el gimnasio preparándome cada vez más para estas fotos. Me la paso en la escaladora pues quiero que el culo se me vea perfecto. Yo quiero que mis fotos sean sin photshhop, quiero que vean mi cuerpo tal como es, que sepan y ratifiquen que soy una mujer normal, de carne y hueso, y que en cualquier momento se pudieron topar en la calle.
 
A quien escribe como “vlado”, no me pidas respuestas sobre cómo hago para que mi vagina huela bien. Yo soy muy limpia y aseada, me baño cada vez que trabajo, nada como un buen jabón y una buena tina. Eso es todo. No creas que me pongo perfume en la vagina o algo así para oler bien. No. Les quería contar a propósito, que me encanta tomarme mi tiempo para vestirme. Para escoger mi ropa interior y para mirarme en el espejo y saber qué me queda bien y qué no. La ropa interior con encajes y transparencias me parecen super sexys. El color rojo y el negro son muy bonitos y me encanta ver cómo se me marcan los abdominales (no los cuadrados completos porque no me interesa), pero casi, que es como se ve bonito en una mujer. Women´s secret se está volviendo mi marca preferida. Ya les había contado que hay otra que no se consigue en Colombia y se llama La perla y es divina. En un hombre se ve bien los abdominales marcados, aunque para mí no necesariamente me representa un punto a favor. Me gustan los hombres fuertes, que tienen brazos firmes, pero también hay hombres que no hacen ejercicio y tienen su gracia. Ahí respondo la pregunta de uno de ustedes, de si me he acostado con gordos. Claro que sí, y les puedo decir que son muy buenos amantes. El gordo es un buen amante, a mí por lo menos me ha ido bien. Y les insisto, no es cuestión del tamaño de las vergas, es de la actitud.
 
Ya la otra semana comienza diciembre y ahora sí se acabó el año. Yo sigo con mi encrucijada en el alma, como el Presidente, de saber si sigo o no como prepago. Unos días pienso que no, otros que sí. Cuando pienso en cómo reaccionará la sociedad, prefiero quedarme en lo que hago. Pero también pienso en que también puedo agotarme. No quiero que el sexo se me vuelva un martirio, por el contrario, quiero que me siga gustando y mucho. Es que, ante todo, el sexo sí me gusta. Este fin de semana, por ejemplo, dos tipos me pagaron para tener sexo con ellos. Eran amigos, todo ocurrió como casi siempre ocurre. Muy amables al comienzo y pudorosos entre ellos. A los hombres no les gusta verse empelota, se comparan las vergas, y se incomodan a menos de que sean gays. Si son heterosexuales buscan ni tocarse. Por eso terminé en cuatro mientras uno de ellos me lo metía y con la boca, mientras tanto, se lo iba mamando al otro. Luego, cambiaron. Y para qué les digo mentiras, fue muy rico. Hay un momento en que quiero sentirlo todo, que me lo metan y también sentir una verga en mi boca. Es extraño pero estoy segura de que a todas las mujeres nos pasa en algún momento. Si ven a sus novias metiéndose un dedo en la boca mientras ustedes se lo meten, entenderán a lo que me refiero. No hice doble penetración esta vez pero sí me lo metieron dos tipos. Se siente rico, pagaron bien. Tal vez, después, al llegar a mi casa me da un poco de depresión. Pero también me auto consuelo pensando en que la pasé bien (al menos en esa noche) y que tengo buena plata.
 
A veces, cuando llego a mi apartamento después de un servicio, me asomo a la ventana  y veo esa ciudad tan distante de todo lo que me pasa. Es como si me sintiera segura haciendo lo que hago y al ver esa ciudad allá afuera, me asustara. Estoy segura en mi trabajo, no sé cómo me vaya en otro. Estoy segura entre desconocidos que me pagan, pero no sé si me sentiría segura con alguien que sí me conozca y sepa mi presente y pasado. No sé cómo me vaya en otra vida que no sea la de una prepago.
 
Les escribo la otra semana. Un beso.