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2 de septiembre de 2006

Dudo en cambio que haya imaginado que de símbolo revolucionario iba a convertirse con los años en marca registrada del capitalismo salvaje

CHE GUEVARA S.A.

Por: Efraim Medina

Basta echar una ojeada al enésimo libro sobre el Che Guevara La historia está por comenzar/ Una biografía en imágenes publicado en Italia por Mondadori para entender que al indiscutido héroe de la revolución cubana le preocupaba muchísimo su imagen. Quizá, como cualquier rockero aspirante a mito, el Che sabía que para garantizarse la inmortalidad debía morir joven y dejar un estudiado registro fotográfico. Dudo en cambio que haya imaginado que de símbolo revolucionario iba a convertirse con los años en marca registrada del capitalismo salvaje y que los odiados imperialistas harían un suculento negocio vendiendo todo tipo de baratijas con su imagen. En el caribe, donde nací, la gente tiene por costumbre reunirse al atardecer en las terrazas para coger el fresco y conversar. De niño, mientras intercambiaba historietas de Batman y Superman con mis amigos, escuchaba a los adultos discutir obsesivamente sobre el Che Guevara. A veces alguno se dirigía a nosotros para mostrar su desacuerdo con nuestra aficción por los superheroes; para ellos eso era propaganda imperialista y Batman no pasaba de ser un “maricón reaccionario de mierda”. Sólo el Che les parecía puro e intocable. Años después, en la universidad, frecuenté varios grupos de incipientes revolucionarios que soñaban con irse al “monte” a combatir inspirados en el Che; uno de ellos me mostró fragmentos de una biografía del Che que estaba escribiendo. Y no era el único; cientos de estudiantes y profesores soñaban en aquella época con escribir la vida de su amado mito. También hacerse tatuajes con la cara o el nombre del Che era visto entonces como un decidido gesto anti-imperialista. Curioso que hoy los personajes más decadentes del jet-set internacional luzcan ese tatuaje y que un reconocido biografo del Che como Paco Ignacio Taibo II organice ciertos eventos y publique libros con el patrocinio oficial de la muy imperialista Pepsi.

Como objeto de marketing el Che no tiene hoy nada que envidiarle a Batman y ha dejado muy atrás a las leyendas malditas del rock. La película Diarios de motocicleta producida por Robert Redford (antiguo cow-boy del Imperio) ha recargado la Che Guevara S.A. y las tazas, llaveros, camisetas y libros sobre el único argentino que compite en fama con Maradona (que, por supuesto, se ha tatuado al Che en un brazo) siguen inundando estantes y vidrieras. Es posible que Mister Redford ya tenga en mente la segunda parte de Diarios de motocicleta y si no es él, cualquier otro lo hará. Y es que en la despiadada guerra del merchandising ningún mito está a salvo; la madre Sor Teresa de Calcuta bien podría ser la futura barbie y Uribe su frígido Kent, porque a la hora de vender ni siquiera a Berlusconi (dueño de la Mondadori) le importa que tanto de comunista tenga el producto.


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