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17 de febrero de 2007

De mi Diario

De mi Diario

Por: Ricardo Bada

(Una vez más aprovecho que aún no descontinuaron mi blog, y que los técnicos descansan el fin de semana, para incluir un nuevo texto)
 

Weiß/Colonia, 2.2.
Un excelente amigo y gran lector me escribe que acaba de leer en el New Yorker la conferencia que pronunció Pamuk en el día más importante de su vida (el de la entrega del Nobel), y quedó frío:
«¡Qué texto más flojo! Es una larga digresión de escaso suspenso sobre una maleta con manuscritos que le dejó el padre, salpicada aquí y allá con lucubraciones bastante banales sobre el acto de escribir. Las referencias literarias se sienten distantes, como si estuvieran mal asimiladas, como si no hubiera forjado con ellas una verdadera atadura sentimental, como si no pertenecieran a un poeta sino a un carpintero. Ah, y el estilo muy mediano, palabras quizá precisas, pero carentes de gracia, de vuelo.¿Y los libros? Los compré pero no los he leído, y me late que ya no los voy a leer, a menos de que por fin me envíen a la isla desierta y no me dejen escoger el equipaje.Veo que la política una vez más nos jugó una mala pasada».
 
No es la primera vez que no estoy de acuerdo con el juicio de este amigo, y así se lo digo:
«En cuanto a Pamuk, lamento disentir. Su discurso es conmovedor y yo me imagino que los del New Yorker no lo han publicado por lo flojo que es, según tú. Ignoro si la traducción inglesa es buena, pero la alemana lo es bastante (acá se sabe turco de verdad) y en verdad en verdad os digo que es un texto que vale la pena. No es el discurso de Camus, claro, ni el de Faulkner, ni tampoco pretendía serlo, pero sí es un ejercicio memorialístico de mucha calidad y mucha humanidad. Y por lo que respecta a su obra, pues también disiento: es posible, sólo posible, que su premio lo deba a motivos políticos, o sea, como Pasternack, o como Aleixandre, o como Nadine Gordimer, o como el propio García Márquez, si vamos a cuentas, entre otros muchos. ¿Y qué, si la obra vale? Tanto mejor, incluso, porque sin el premio podría haber pasado desapercibida».
 

Weiß/Colonia, 3.2.
Además de la nutrida cohorte de los escandinavos, entre los novelistas policiales sólo tengo dos anclajes fijos, y ambos anglosajones: P.D. James (of course!... pero la relación con ella va mucho más allá de lo mero policial, es una escritora como la copa de un castaño de Indias, más grande que la de un pino) y Sue Grafton. Hablo, naturalmente, de los autores vivos y en ejercicio. Ahora estoy leyendo la última de la serie de SG protagonizada por Kinsey Millhone, a quien le tengo un afecto que casi alcanza los límites de lo familiar. En R is for Ricochet (R de Rebelde en la traducción española) hay una escena muy típica de su estilo para dialogar y su ironía. Kinsey está en el bar de Rosie, la húngara que nunca hablará bien inglés a pesar de vivir en California desde casi la fiebre del oro, uno diría que llegó con Sutter. El bar es un tugurio y la comida nada del otro mundo, pero Kinsey no es un pijo como Carvalho, le encanta la comida basura, así que los guisotes magiares de Rosie son casi una estrella de la Guía Michelin en comparación. La escena de la que hablo la resumo en sus frases esenciales:
 
«Rosie se encaminó [hacia mí] desde la barra con una copa de desabrido vino blanco que ella hace pasar por Chardonnay. (....) Rosie dejó la copa de vino sobre mi mesa.
– Es un vino nuevo. Muy bueno. Tú tomar sorbo y decirme qué parecer. Sale dos dólar la botella menos que otra marca.
Tomé un sorbo y asentí a sus palabras.
– Muy bueno –contesté. Pero el vino me corroía el esmalte de los dientes.
(...)
– Para ti y tu acompañante yo preparo un krumpli paprikas. Es estofado hecho con patata hervida, cebolla y salchicha cortada en trozos. Siempre servirse con pan de centeno y al lado ensalada de pepino o pepinillos en vinagre, a elegir. (...)
– Oh, pepinillos en vinagre, mi plato preferido. Irán perfectos con este vino».
 
Y lo genial es que Rosie ni se entera.
 

Weiß/Colonia, 6.2.
Me escribe IB que por una de esas encuestas que les encantan a las revistas tiene que decirles las cinco mejores novelas en lengua española de los últimos 25 años. Qué cuáles serían las mías, me pregunta, y yo le contesto:
«Caro amico, a mí me han pedido, en una encuesta de Nexos, que les vote cuáles han sido las tres mejores novelas mexicanas de los últimos treinta años, y aguardo con la más risueña de las expectativas a que un diario de Santo Domingo (esto es: la República antillana, no el consorcio colombiano) me pida la lista de las cinco mejores novelas dominicanas de los últimos cuarenta años, y estoy seguro de que alcanzaré el orgasmo cuando de un suplemento dominical de Tegucigalpa me pidan que les dé una lista de las diez mejores novelas hondureñas desde 1990... en el buen supuesto de que, al menos, se hayan publicado once (lo cual, como muy bien comprenderás, me crearía un conflicto de conciencia respecto del undécimo autor, quiero decir, del excluido... bah, seamos sinceros: del ninguneado). Resumiendo, caríssimo, ¿me estás pidiendo en serio que te diga lo que pienso al respecto, o sólo me escribiste para matar el tiempo que ahí, en la provincia donde resides, debe de ser una losa implacable? En cualquier caso siempre puedes responder que, para ti, la mejor novela en lengua española de los últimos tiempos se publicó hace 26 años, y por lo tanto no la podrías incluir en la lista solicitada por la encuesta, y que, por lo tanto, la encuesta se puede ir a tomar por culo y sereno, como decía la abuela de Bada que se llamaba Remedios. Estas últimas precisiones onomásticas quizás mejor dejarlas a un lado, no son forzosamente necesarias. Y con prescindencia de todas las anteriores consideraciones es evidente que entre las cinco mejores novelas en lengua de Castilla, en los últimos 25 años, se cuentan: la edición del El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha por Francisco Rico, y la de La Regenta, ambas con motivos de sendos centenarios, La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince (si se homologa como novela)... y bueno, viejo, el quinto título te lo cedo. ¿Vale? (Ojo: luego no te me quejes, de que no te doy unas respuestas fundadas y eruditas, yo soy los antípodas dello: irracional y pied-à-terre). Vale».
 
Pero al final, y como insistió en conocer mi lista, le envié esta­:
El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez (1985)
A sus plantas rendido un león, de Osvaldo Soriano (1988)
La carta, de Raúl Guerra Garrido (1990)
La guerra de Galio, de Héctor Aguilar Camín (1991) y
La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa (2000)
 
Y a México envié la siguiente:
Crónica de la intervención (Juan García Ponce)
La guerra de Galio (Héctor Aguilar Camín) y
Ciudades desiertas (José Agustín)
 

Weiß/Colonia, 7.2. (1)
Me da en la nariz que es la misma persona que a IB, aunque con distinta finalidad, quien me escribe hoy pidiéndome que le señale los que son a mi juicio los cinco autores en español más representativos de las tendencias literarias del momento durante los últimos cuarenta años. Le respondo:
«Usted me pide un imposible. Yo no estoy para nada al día de las tendencias literarias del momento, las cuales, además, me importan un bledo. Malamente, pues, le podría pasar una lista de cinco autores representativos de las mismas. Y además, qué despilfarro de tiempo andar averiguando si los autores que se me ocurrieran nacieron o no después de 1968. No, no, le aseguro que conozco mejores maneras de invertir mi tiempo. Por ejemplo releyendo el Quijote, que no encajaba en ninguna tendencia literaria cuando se publicó. Cordialmente, y a la espera de que la próxima vez me pida algo menos esotérico, Ricardo Bada».
 

Weiß/Colonia, 7.2. (2)
Le escribí ayer a Fernando Vallejo pasándole una cita de un texto suyo en el Diccionario Panhispánico de Dudas y diciéndole que lo veo convertido en una autoridad del idioma, a lo que me contesta hoy:
«Querido Ricardo: Aquí tengo ese diccionario pero no sabía de esa cita. En cambio un día lo consulté a propósito del "dizque" y me encontré a mí mismo como autoridad de lo que quería saber. ¡Que jodido está el mundo cuando yo puedo ser la autoridad en algo!»
 

Weiß/Colonia, 12.2.
Acabamos de ver The Queen: Isabel II de Inglaterra pasará a la Historia como la persona que inspiró a Helen Mirror el papel de Isabel II de Inglaterra. Igual que Isabel II de España pasó a la Historia como la persona que inspiró a Valle-Inclán su Farsa y licencia de la Reina Castiza.

 
Weiß/Colonia, 15.2. (1)
Nuevo ataque de gota, y otra vez en el pie derecho. La cosa comenzó el 13 (y martes), ayer se agudizó pero aguanté, y finalmente esta madrugada, a las cinco, tuve que levantarme y tomar un Diclofenac porque el dolor ya era insoportable. Esta vez no se localizó en el dedo gordo del pie sino que, bien hijueputa, plantó su carpa inmediatamente detrás, en la almohadilla de carne que es –junto con el talón– el mayor apoyo del pie al posarlo sobre el suelo: de tal manera que cada paso me costó un grito. Menos mal que ayer, por primera vez en muchos meses, me fui a dormir antes de las 11 de la noche y pude descansar seis horas ininterrumpidas de sueño de lo más profundo. Estaba extenuado ya desde que a las 12.34 salí de una larga sesión (una hora 33 minutos) de la consulta del dentista, con el lado derecho inferior de la mandíbula dolorido a pesar de la triple inyección anestésica, cuyos efectos duraron hasta las cinco de la tarde. Y de la consulta debí salir corriendo, y bajo una lluvia implacable, a casa de Montse, para estar allí cuando Paul y Oskar llegaran de la escuela, y quedarme con ellos hasta que la madre regresara a casa. Por cierto que cuando aparecieron, bajo la lluvia, les dije que se lavaran las manos, se pusieran ropa seca y comieran y, por favor, me dejaran en paz, porque andaba muy dolorido, entre el dentista y la gota; y luego, al tenderme en el sofá dije para mí pero en voz alta: “¡Qué mierda!”, a lo que Oskar comentó: “Pues la KVB* no es mucho mejor”. Tuve que reírme, menos mal, una risa en un día tan cabrón.
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* La KVB es la compañía municipal de tranvías y autobuses de la ciudad de Colonia, y hasta Oskar, a sus siete años, ya sabe que es el peor servicio de transportes públicos de toda Alemania si es que no de Europa y hasta del resto del mundo.
 

Weiß/Colonia, 15.2. (2)
Me escribe FWN y entre otras cosas, refiriéndose a mi reseña de Ursúa en Revista de Libros, me dice: “Te felicito por haberte cargado el pedante libro de Ospina”.
Le contesto la verdad: “Ospina tuvo suerte de que me agarró en uno de mis días de boy scout, la reseña de su novela fue mi buena acción de ese día. Vale”.
 

Weiß/Colonia, 16.2.
Una cosa que me sorprende en el Diccionario Panhispánico de Dudas es que le dedique espacio y explicación a topónimos gallegos y catalanes (A Coruña, Girona y Lleida) pero no a los vascos: Bilbo, Donostia, Iruña y Gasteiz. Otra que me sorprende es que le dedique espacio y explicación a cómo se acentúan los apellidos Sáenz, Sainz y Saiz, pero no la muchedumbre de apellidos eusqueras en cuya acentuación se ha producido un desmadre de padre y muy señor mío: ¿Gallastegui o Gallástegui?... y así cientos de casos, donde el desplazamiento del acento refleja el ya viejo dilema de si debe decirse boína o boina. Last but not least, tampoco deja de sorprenderme que el DPD no le dedique espacio y explicación acerca de por qué es una burrada escribir Gipuzkoa en vez de Guipúzcoa, y no por el acento y la k, que en el fondo de pueden ir al mismísimo karajo, sino por la aberración del sonido [gui] escrito “Gi”, que en español se pronuncia [ji], le guste o no le guste a los vascos. Como si la fonética fuese cosa de gustos nacionalistas.