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24 de febrero de 2007

De mi Diario

De mi Diario

Por: Ricardo Bada

(Una vez más aprovecho que aún no descontinuaron mi blog, y que los técnicos descansan el fin de semana, para incluir un nuevo texto)
 

Weiß/Colonia, 19.2.
A propósito de la entrevista de Harold Alvarado Tenorio con María Kodama, aparecida ayer en La Jornada Semanal, de México D.F., Héctor Abad me pregunta si será real o inventada. Le contesto que el intríngulis de esta entrevista es muy borgiano y se conoce en Patología Literaria como "el síndrome del déjà vu". Que casi no hay manera de decir nada nuevo de Borges, y lo que es peor, ni siquiera de inventarlo. "Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa", dijo Machado, sí, pero con Borges hasta eso falla.
 

Weiß/Colonia, 21.2.
Me escribe Rolando a propósito de lecturas que hizo durante su viaje en barco a China, hace dos años, y encomia el final de El agente secreto de Conrad. Pero si yo pienso en finales, uno de los más impresionantes y duros que recuerdo es el de Brighton Rock , de Graham Greene, con esa pobre mujer que acude con todo su amor a escuchar el mensaje que le dejó grabado la persona a quien amaba y que acaba de morir, sin saber que lo que el hijueputa le ha legado es una sarta de insultos y de ofensas. Leerlo te deja un regusto amargo de por días. Y odias aún más a la humanidad. Lo que nunca será lo bastante.
 

Weiß/Colonia, 22.2.
Lo más indeciblemente nauseabundo del tango, tal como se lo practica hoy en día, es que a lo mejor (o sea, a lo peor) sus movimientos originales fueron semejantes remedos verticales de un coito casi siempre interrupto por mor de las síncopas del bandoneón: o sea, que tantas décadas de evolución no han sido capaces de sublimar artísticamente su fantasmagoría. Uno siente
(es decir: yo siento, siempre) ganas de vomitar cada vez que veo bailar estos tangos. Y tengo la impresión de no ser el único, sino de que son muchos los que se reprimen sencillamente sólo por mor de la politic correctness.
 

Weiß/Colonia, 23.2.
Esta mañana, cuando abrí mi blog en SoHo, para verificar si alguien había insertado un nuevo comentario, de repente me vi sorprendido (y agredido) por el hecho de que la quinta parte de la pantalla, a la derecha, estaba ocupada por publicidad de google. Y la verdad es que yo le estoy sumamente agradecido a google por los muchos servicios que me ha prestado –y espero que me siga prestando–, aunque no hasta el punto de que se valga de mi blog para hacer publicidad. Ojo: no sé si es acertada mi suposición, porque ya con la mosca detrás de la oreja son varias las veces que he abierto el blog a lo largo del día, y el fenómeno no se ha vuelto a producir, pero como decía mi abuela Remedios, que era una sabia: “Una y no más, santo Tomás”. A no ser que de google me escriban diciéndome que cada vez que alguien abra mi blog, estoy ganando unos pesos con su publicidad. Demasiado bueno como para que se convierta en realidad. Vale.