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27 de noviembre de 2008

Doble

Por: Juan Carlos Ortiz

La vida corporativa puede tener varias facetas y varias caras. Pasa por ser sonada, por ser estresada, acelerada, incontrolable, pero sobretodo nunca deja de ser prestada. Porque todo lo que se tiene en el mundo corporativo es prestado, y tal vez en entender esto radica su éxito y felicidad.

Hace unos años me encontraba en Estados Unidos listo para asistir a la convención mundial de una de las compañías de comida rápida más grandes del mundo donde soy uno de sus creativos publicitarios. Este evento fácilmente reunía, como una Torre de Babel, a más de cinco mil personas del planeta por una semana.

De repente, a las nueve de la mañana la entrada fue drásticamente interrumpida por un grupo de seguridad que anunció que por motivos de posible terrorismo tendrían que hacer un chequeo interno del centro de convenciones. Obviamente algo de conmoción se generó. Nos pidieron retirarnos y volver a las once, así lo hicimos. Comenzaron los rumores de pasillo sobre lo que realmente estaba sucediendo, finalmente lo supimos. El presidente mundial de la compañía, quien daría apertura oficial a la convención, había amanecido muerto de un paro cardiaco. Una historia inesperada. Para mí fue un shock inmenso. Los presidentes también mueren.

Consternada la gente, se esperaba a que la junta directiva mundial de la empresa se reuniera para dar a conocer el futuro y sus siguientes pasos ¿Se cancelaria la convención que estaba lista, pero que no había comenzado?

Hacia las tres de la tarde la junta anunció una gran asamblea para dar los comunicados, allí llegamos todos. Salió un miembro directivo al escenario, tomó el micrófono y oficializó lo sucedido. Dio palabras de pésame y ahí mismo anunció la elección de un nuevo presidente mundial. Ahí mismo.

Yo estaba petrificado. Subió al escenario el nuevo presidente mundial, dio sus palabras y confirmó que la convención se realizaría y que todo seguiría adelante. Y así fue: una semana de convención global.

A rey muerto, rey puesto. Nunca olvidaré ese momento y esa lección corporativa.
Meses después estaba yo en Francia, en el Festival de Cannes y me encontré con el nuevo presidente mundial. Lo saludé, pero me impresionó verlo tan flaco y un poco pasado.

Pasaron dos semanas y recibí una información donde se oficializaba su enfermedad terminal la cual estaba combatiendo. Volví a quedar pasmado. No pasaron más de 12 semanas y se anunció globalmente su muerte. Dos presidentes mundiales muertos en menos de un año. Una doble lección de humildad y vulnerabilidad. Las compañías son grandes naves que siguen su trayecto y su rumbo: con usted o sin usted. La nave va y no se detiene nunca. Hay que tenerlo claro, muy en claro.