12 de marzo de 2009
El lado más feo de mi trabajo
Veo los comentarios y hay de todo. Unos que creen que les estoy tomando
del pelo, que soy un hombre, que me estoy inventando muchas cosas. Pero
la mayoría, para fortuna mía, están contentos con lo que escribo. Ya
les he dicho: tengan paciencia pues no soy periodista profesional
aunque escribir siempre me ha gustado. Desde que era niña llevaba un
diario y todavía hoy lo llevo y es como una terapia para mí. Para la
muestra lo que ustedes leen.
Quiero tocar un tema en el que seguramente no los voy a dejar tan
excitados o a darles tanta expectativa, y es lo jarto de este trabajo.
No crean, a veces me siento muy sola; lentamente los hombres se
volvieron mi trabajo y hay días en que lo que quiero es un abrazo, o un
amigo que me invite a comer o a bailar sin que esté pensando solamente
en hacerme el amor. Hay días en que ni yo misma me soporto y no quiero
contestar el celular.
Hace poco me llamó un cliente un domingo a las once de la mañana
!once de la mañana de un domingo ¿pueden creer?!, y yo acepté ir a su
apartamento. Fue patético, el tipo estaba medio drogado, había pasado
casi en blanco la noche del sábado, en su apartamento habían colillas
de cigarrillo por todas partes, botellas vacías, en fin, todo el
indicio de que la fiesta había sido con toda. Cuando llegué, él apenas
se tambaleaba y cuando me abrió la puerta ya ni se acordaba que me
había llamado y se sentó en el sofá como tratando de “ubicarse”
mientras que yo no sabía qué hacer. No se imaginan lo mal que me sentí.
Hay días en que trato de no pensar en eso, pero esa mañana fue
inevitable. El tipo estaba peor que yo, y creo que su guayabo era tal
que se puso a llorar. Vaya una a saber qué le había pasado pero me
pidió que lo abrazara y yo, que también me sentía muy sola –piensen que
el domingo es el día más familiar de todos- me puse a llorar con él. No
lo pude evitar. Aquí el corazón a una se le vuelve de piedra pero hay
días en que esa piedra se rompe. Al rato estaba caminando sola por la
séptima, refundida entre gente que estaba en la ciclovía, y sin ganas
de nada. A veces quisiera que sonara el celular, sí, pero para que
alguien me diga algo bonito, tierno.
A veces mi consuelo es que hay clientes aún más solos que yo. Tengo uno
que me llama y que me invitaba a comidas con sus amigos, y me pide que
me haga pasar por su novia. Y así ha pasado sin que ni siquiera hayamos
tirado. El me paga y me dice que gracias, que ninguna mujer ha querido
salir con él (tiene 32 años). Incluso, un día me presentó a sus papás.
Y más de uno lo que quiere es hablar conmigo. Me ofrecen un vino y me
cuentan sus penas, sus desamores y lo que buscan es un consuelo. Yo
trato de aconsejarlos a pesar de que hace tiempo no sé lo que es
enamorarme.
Ya sé, ustedes me dirán que para qué me quejo, que quién me manda a
meterme en esto, y es cierto. Solo yo, nadie me obligó. Solo quería
contarles que no todo es sexo y sexo como si fuera una máquina. En el
fondo, muy en el fondo, sigo siendo una mujer con sentimientos. Hace
poco un cliente que tiene muchísima plata me dijo que me casara con él
y que él me sacaría de esto, pero el punto es que no lo quiero. Muchos
clientes me lo han propuesto, pero ¿para qué? En fin... No me voy a
poner sentimental, les prometo que en el siguiente blog volveré con mis
anécdotas. No sabía que mi trabajo generaba tanta intriga. Les prometo
que hablaré de mi primera vez con una mujer (ya veo que muchos quieren
saber cómo fue) y hasta les contaré algo curioso: un día que un cliente
resultó siendo un traqueto y salí corriendo!!
Un abrazo a todos