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12 de marzo de 2009

El lado más feo de mi trabajo

Por: Andrea

Veo los comentarios y hay de todo. Unos que creen que les estoy tomando del pelo, que soy un hombre, que me estoy inventando muchas cosas. Pero la mayoría, para fortuna mía, están contentos con lo que escribo. Ya les he dicho: tengan paciencia pues no soy periodista profesional aunque escribir siempre me ha gustado. Desde que era niña llevaba un diario y todavía hoy lo llevo y es como una terapia para mí. Para la muestra lo que ustedes leen.

Quiero tocar un tema en el que seguramente no los voy a dejar tan excitados o a darles tanta expectativa, y es lo jarto de este trabajo. No crean, a veces me siento muy sola; lentamente los hombres se volvieron mi trabajo y hay días en que lo que quiero es un abrazo, o un amigo que me invite a comer o a bailar sin que esté pensando solamente en hacerme el amor. Hay días en que ni yo misma me soporto y no quiero contestar el celular.

Hace poco me llamó un cliente un domingo a las once de la mañana !once de la mañana de un domingo ¿pueden creer?!, y yo acepté ir a su apartamento. Fue patético, el tipo estaba medio drogado, había pasado casi  en blanco la noche del sábado, en su apartamento habían colillas de cigarrillo por todas partes, botellas vacías, en fin, todo el indicio de que la fiesta había sido con toda. Cuando llegué, él apenas se tambaleaba y cuando me abrió la puerta ya ni se acordaba que me había llamado y se sentó en el sofá como tratando de “ubicarse” mientras que yo no sabía qué hacer. No se imaginan lo mal que me sentí. Hay días en que trato de no pensar en eso, pero esa mañana fue inevitable. El tipo estaba peor que yo, y creo que su guayabo era tal que se puso a llorar. Vaya una a saber qué le había pasado pero me pidió que lo abrazara y yo, que también me sentía muy sola –piensen que el domingo es el día más familiar de todos- me puse a llorar con él. No lo pude evitar. Aquí el corazón a una se le vuelve de piedra pero hay días en que esa piedra se rompe. Al rato estaba caminando sola por la séptima, refundida entre gente que estaba en la ciclovía, y sin ganas de nada. A veces quisiera que sonara el celular, sí, pero para que alguien me diga algo bonito, tierno.

A veces mi consuelo es que hay clientes aún más solos que yo. Tengo uno que me llama y que me invitaba a comidas con sus amigos, y me pide que me haga pasar por su novia. Y así ha pasado sin que ni siquiera hayamos tirado. El me paga y me dice que gracias, que ninguna mujer ha querido salir con él (tiene 32 años). Incluso, un día me presentó a sus papás. Y más de uno lo que quiere es hablar conmigo. Me ofrecen un vino y me cuentan sus penas, sus desamores y lo que buscan es un consuelo. Yo trato de aconsejarlos a pesar de que hace tiempo no sé lo que es enamorarme.

Ya sé, ustedes me dirán que para qué me quejo, que quién me manda a meterme en esto, y es cierto. Solo yo, nadie me obligó. Solo quería contarles que no todo es sexo y sexo como si fuera una máquina. En el fondo, muy en el fondo, sigo siendo una mujer con sentimientos.  Hace poco un cliente que tiene muchísima plata me dijo que me casara con él y que él me sacaría de esto, pero el punto es que no lo quiero. Muchos clientes me lo han propuesto, pero ¿para qué? En fin... No me voy a poner sentimental, les prometo que en el siguiente blog volveré con mis anécdotas. No sabía que mi trabajo generaba tanta intriga. Les prometo que hablaré de mi primera vez con una mujer (ya veo que muchos quieren saber cómo fue) y hasta les contaré algo curioso: un día que un cliente resultó siendo un traqueto y salí corriendo!!

Un abrazo a todos