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17 de agosto de 2009

El Uribe neoyorquino

Por: Daniel Pardo


La mundialmente célebre y periodísticamente trascendental revista The New Yorker publicó hoy lunes 17 de agosto un perfil de 30 mil palabras sobre el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg titulado “El Intocable”.  “¿Puede un alcalde acumular tanto poder?”, se pregunta el título del artículo que, a pesar de aprobar la administración de 7 años del republicano-independiente, reprocha su constante insistencia en volverse a reelegir. Porque, en efecto, Blomberg quedó elegido en el 2001, reelegido en el 2005 y logró pasar una enmienda el año pasado para poderse lanzar en las elecciones del próximo mes de noviembre. Y no bastando con eso, hoy, en su programa de radio, dijo que si de verdad quieren que termine su obra educativa lo van a tener que re-reelegir en el 2013 por cuarta vez.

Pero volvamos a la extensa y rigurosa investigación de The New Yorker: “Bloomberg, hoy 67, ha acumulado tanto poder y respeto, que parece más un Medici que un alcalde”. Uno de los puntos del artículo es que el señor ha tenido una doble fortuna: tomar decisiones por encima de la ley con la aprobación del electorado y callar las voces opositoras con políticas eficientes. “Tal vez ha sido un buen alcalde, pero ha parecido más de lo que ha sido, porque todos los usuales agitadores grupos que existen para volver loco a un alcalde han sido comprados de alguna u otra forma”.

¿Quién es este señor que parece estar tomándose el poder absoluto de la ciudad?

Es nada más ni nada menos que la persona más rica de Nueva York, con una fortuna de 16 billones de dólares que lo hacen la diecisieteava persona más rica del mundo. Porque es sí señor el dueño del 88 % del conglomerado mediático y financiero Bloomberg L.P, del cual fue fundador y presidente, y por medio del cual se convirtió en uno de los filántropos más importantes del país, ya que ha donado cerca de medio billón de dólares en educación, salud y desarrollo tecnológico. Puede que haya rehusado a recibir su salario come alcalde; pero eso no impidió que en los últimos dos años escalara 130 puestos en la lista de las 400 personas más ricas del mundo de la revista Forbes, siendo él uno de los pocos financieros que no se vio afectado por la crisis global que estalló en septiembre del año pasado.

Michael Bloomberg nació en Massachusetts, cerca de Boston, de una familia judía de clase media alta con ascendencias rusas y polacas. Estudió ingeniería eléctrica en la Universidad de John Hopkins y, después de haber pasado por varias firmas de inversión y ser despedido y remunerado más de una vez, logró montar su imperio y hacerlo crecer aceleradamente durante el boom financiero de Wall Street en los ochenta, manejando las acciones de firmas de la talla de Merill Lynch. Bloomberg es un liberal de derecha que fue acusado por la revista Portafolio de discriminación sexual en su compañía, sobre todo con mujeres embarazadas, algo que no hizo tambalear su sólida popularidad. Hoy Bloomberg se ve como claro ganador de las elecciones de noviembre y no hay contendor que parezca amenazarlo.

En mayo pasado un periodista le preguntó por la extensión de su periodo como alcalde, y él respondió: “estamos hablando de temas serios, desgraciado”. En abril, insultó a otro periodista porque se le disparó su grabadora en plena conferencia de prensa. La tolerancia de Bloomberg con sus críticos no es su mejor atributo y por eso hoy todos los medios han salido a apoyar el artículo de Ben McGrath publicado en The New Yorker. Porque no estamos hablando de un político tradicional, sino de un megalómano que capitalizó un poder económico inimaginable y se tomó el poder político de la ciudad a punta de politiquería y de consentir con regalos a sus críticos.

Que alguien, por favor, le haga llegar a Nuestro Querido Presidente una edición de The New Yorker.