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22 de octubre de 2009

La entrevista

Por: Juan Carlos Ortiz

Siempre en el mundo laboral la palabra entrevista tiene un valor especial cargado de intriga, miedo y estrategia.
 

Hoy quiero contarles acerca de dos entrevistas que han sido muy relevantes para mi vida.
 

La primera, como en el amor, mi primer vez. Yo era un estudiante de la Pontificia Universidad Javeriana, que soñaba con ser creativo. Un día una agencia de publicidad en Bogotá pidió entrevistar a seis candidatos universitarios para escoger solo a dos como practicantes oficiales.
 

En ese momento yo recién había sufrido un accidente y me encontraba en cama con las piernas totalmente enyesadas. Andando con mucha dificultad en muletas, decidí acudir a mi cita y al llegar a la agencia, me di cuenta que se trataba de un edificio de seis pisos y mi entrevista seria en el quinto. Con esfuerzo caminé hasta el ascensor; faltando pocos minutos para comenzar, me sorprendió ver que el ascensor estaba dañado. Pues me tocó empezar a subir por las escaleras en muletas y afanado logré llegar casi a tiempo.

La ejecutiva de la compañía -mi entrevistadora- al verme arribar agotado se apiado de mí, me ayudó a sentar y me preguntó, cuál era mi mayor virtud.
 

Yo le conteste: Logro lo que me propongo.
 

Finalmente gané la pasantía y nueve años después era el presidente de esa agencia en Colombia (una de mis primeras gestiones fue la de cambiar el ascensor por uno nuevo).

La segunda historia ocurrió cuando vivía y trabajaba en Estados Unidos y una agencia francesa me había hecho una oferta. El presidente mundial de la compañía me invitó a París a su casa para cenar y conocer así a su familia.
 

Ya en su casa parisina, sentados en la mesa, él me hablaba en detalle de la propuesta mientras comíamos un delicioso pescado preparado por su señora. Todo iba perfecto hasta cuando él me pregunto qué opinaba de la comida, con tan mala fortuna que de manera absolutamente sincronizada un trozo de pescado se me quedó atascado en la garganta. Él me miraba y esperaba mi respuesta y yo me ponía muy rojo y develaba el inicio de un momento de angustia pues no podía respirar. Como un pez globo, hacía sonidos de asfixia mientras que él y su señora fijos y congelados no dejaban de observarme. Yo de verdad sentía la muerte hasta que tuve que romperlas reglas y el protocolo del manual de Carreño y hacerles señas para que me pegaran en la espalda.

Inmediatamente lo hicieron.
 

El que me estaba coqueteando para ofrecerme un trabajo ahora me cogía a puños. Así es la vida laboral. Apenas sentí una pequeña fisura de aire, me paré corriendo hacia el baño para implementar la consabida auto liberación con el dedo índice. Volví a vivir, volví a respirar.
 

Regresé al comedor.
 
Me preguntaron cómo estaba.
 

Yo les conteste, “esta decisión laboral es de vida o muerte”.
 

Siempre las entrevistas de trabajo entre más naturales son más exitosas. Lo que se aparenta jamás fluye y lo que fluye siempre es auténtico y conecta con las personas.