Y, ¿por qué no hablar
de una película en este blog? Sé que eso no es lo que esperan mis
lectores, mucho menos los señores de SoHo, pero…
Hace unos días fui a
cine con una amiga de la universidad y un novio que se acaba de
conseguir. Aclaro: mi amiga de
la universidad, con la que viví varios meses mientras sus papás estaban
fuera del país, la que ha visto entrar y salir hombres de mi cama y a
la que he visto en las mismas andanzas, con la que nunca me he peleado
un novio (parece que tenemos gustos distintos)
y la que me ha dado varias ideas para esta columna. Y la película, una
dulce coincidencia para las mentes perversas: Vicky, Cristina, Barcelona
que últimamente ha mojado tanta prensa -y otras cosas a la salida del
teatro y en la privacidad de las fantasías
masturbatorias-.
Desde que estoy soltera (para mis queridos lectores,
que se lo estarán preguntando, desde finales del año pasado), muchas
parejas de amigos han decidido, por los más insólitos motivos,
adoptarme. Que nos tomemos unos tragos juntos este viernes
(tan solita como debe estar y nosotros mamados después de la semana),
que los acompañe a desayunar después de la ciclovía (después de todo no
nada mejor que hablar de tuzas un domingo soleado tomando milo en La
Bagatelle), que me quieren mostrar las fotos de
su matrimonio (habrá que convencerme con pruebas tangibles y visibles
de que sí es posible) y que, por supuesto, los acompañe a cine (nada
más deprimente que una vieja en la fila del cine sola y tanto como le
gusta ir). Han decidido adoptarme y yo he decidido
aceptar su amor sin hacer preguntas, como siempre y en el acto (de
hacerlo).
Pero volviendo al tema, Vicky, Cristina, Juan Antonio y María
Helena, los personajes para quienes no se la hayan visto. La crítica
especializada le ha dado palo: que Woody ya está muy viejo, que está
medio senil incluso, y por eso es que se repite; que
aunque trate ya no es chistoso; que está llena de lugares comunes. Y la
no tan especializada (cierto tipo de hombre y algunas mujeres): que
fuera de narrar una anécdota pasajera, no dice nada; que fuera de los
chistes malos y las situaciones absurdas, no tiene
tema. Que no es creíble, señores; sí, como mi columna tirar en lugares
públicos.
Es cierto, puede que la película esté llena de clichés (un
grandísimo mural de Miró, Gaudí, otra vez Miró, 17 veces el Parc Guell,
las ramblas, la guitarra española). Y, la trama para los que no se
hayan visto, es simple: una relación entre dos pintores
que ya no funciona (Penélope Cruz y Javier Bardem) y un tercer elemento
(Vicky, el personaje de Sacarlett Johassen) que hace posible que vuelva
a funcionar. Una pareja de tres (sí aunque suene raro) que no solo
tira, sino que desayunan juntos, salen a pasear
juntos, trabajan juntos. En pocas palabras, una pareja que
inocentemente “adopta” a Sacarlett Johanssen -yo también lo haría- como
muchas me han adoptado a mi. De hecho, mi querida Scarlett (Vicky)
salva la película con una sola frase: “Al principio me molestó,
pero después empecé a pensar en los clichés sobre el amor, en lo que
está bien y en lo que está mal... hay muchas verdades. Y el punto es
que a los tres funciona”. Ahora que lo pienso, no la salva, porque ese
es precisamente el tema: salirse de los parámetros
de “Dios, Patria y Familia” (si con mayúsculas y todo), que predica ese
tipo tan particular -y aburrido- de hombres y mujeres que mencioné
arriba.
Ahora les pregunto: ¿Cuántos de ustedes (y sus novias) no han
“adoptado” una persona para hacer cosas que solo harían solo? Por
cariño, por confianza, por arrechera, por que ya no se maman estar
solos. Por lo que sea. Y les vuelvo a preguntar: ¿qué tanto
hay del dicho al sexo? Piénselo, no será que están necesitando
alguito...
Hace unos meses un lector me preguntó que “si alguna vez había
maraquedao en trío con una sola guitarra”. En ese entonces dije que no,
que me lo habían propuesto, que tenía curiosidad, pero que no. Ahora
les digo: esa noche con mi amiga y su novio salí
contenta de cine y -ya lo dije, Vicky, Cristina, Barcelona, es de esas
películas con la dulce virtud de no solo mojar prensa-, pensando a
quién invitar a mi trío... Como dije no soy avara con el amor y, mucho
menos, con hacerlo.
*(Esto va dirigido a Manuel
García, que escribió en los comentarios de "Lo bueno, si breve, dos
veces bueno". Querido, si quieres que te responda, escríbeme a mi
correo de Alexa -está abajo-. No tengo un correo tuyo).