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22 de enero de 2010

Noventa días

Por: Adolfo Zableh

Cada vez que quiero que me paguen un artículo –que no siempre los remuneran-, debo pasar una cuenta de cobro pagadera a treinta días una vez publicado. Es decir que después de noventa días, tiempo que pasa entre que me lo encargan, lo escribo, lo corrigen, lo publican y me lo pagan, un artículo pasa a ser historia.

No siempre debería ser así, pero son también noventa días los que tiene un sospechoso para que comience el juicio del crimen por el que se le acusa, o de la contrario deberá ser dejado en libertad. Ya ocurrió con un grupo de militares envueltos en el tema de los falsos positivos, y puede pasar también con Vladimir Melo, el concejal acusado de contratar sicarios para matar a su esposa.

Con esto queda claro que nuestra justicia es muy lenta para juzgar -en todo caso no tan lenta como las casas editoriales-, que a un abogado le basta con enredar el proceso para sacar a su cliente de la cárcel, y que escribir un articulo viene siendo lo mismo que cometer un crimen, aunque a los periodistas no nos perdonen los errores tan fácil como a los delincuentes.

Esta semana un asistente a un partido en honor a Pelé perdió un ojo debido a una cápsula de gas lacrimógeno lanzada por la policía; por otro lado, corrió el rumor de que después de tres años de cometida, los conductores no tendrían que pagar las infracciones de tránsito, información que al parecer era una verdad a medias, es decir, una mentira, causada por una mala lectura de la ley -o a una redacción enredada de la misma, engañosa, tan complicada como una fórmula médica-. No me pidan que se las explique; no trabajo en el Tránsito y además no tengo carro.

Así las cosas, el gobierno tiene una curiosa forma de manejar sus tiempos: le da un compás de noventa días a todo aquel que haga pasar como guerrillero abatido en Norte de Santander a un joven que toda su vida ha vivido en Cundinamarca, otorga tres años de gabela a quien se pase un semáforo en rojo, pero hace gala de toda la agilidad de la que es capaz a la hora de dejar tuerto a alguien.

El próximo 22 de abril estaré muy pendiente de mi cuenta de ahorros a ver si me consignaron lo de esta columna, y del periódico también, para enterarme de qué delincuentes salen libres ese día. A lo primero, para ser honesto, no le tengo mucha fe.