Home

/

Generales

/

Artículo

11 de marzo de 2010

Omelette con cebolla, champiñones y tomate envuelta en un chapati, por 10 rupias en las calles de Madurai

Por: Daniel Pardo

Mi mamá me tuvo que decir 'no forces el estomago' para que mi dulce barriga se acordara que es una bogotana consentida y caprichosa.

Salí de hablar con mi mamá del café internet más barato que he visitado en la India (15 rupias), en Madurai, y sentí el primer retorcijón. Me dirigí al hotel de más de 2.000 rupias la noche más cercano a cagar, y, en efecto, diarrea. Pensé que sería una espontánea, de esas que solo da una vez, porque no me sentía mal ni me dolía el estómago. Pero estaba equivocado.

Me fui al cuarto sin baño por la maleta, antes de coger el tren para Pundicherry, y me volvió a dar cague, así que me tocó, por primera vez, cagar en un inodoro indio, que de inodoro no tiene nada: un hueco en el piso con dos huellas de zapato en los que uno se acurruca y caga. Muy difícil para mí o cualquier occidental, porque ni siquiera me puedo sentar así, acurrucado con el pie entero en el piso sin caerme para atrás, me di cuenta que no es tan grave, aunque intuyo que cuando no se trata de diarrea y toca empujar, la cosa debe ser más complicada.

En todo caso, me tuve que montar así al tren a Pundy, que salía a las 11. Al abordarlo, una viejita de unos 80 años, flaca y moribunda, estaba acostada en mi puesto. Duré al menos 20 minutos pensando, en el medio de un vagón oscuro y maloliente lleno de gente roncando, qué hacer, hasta que, después de ver que sus hijos o nietos, también flacos y moribundos, estaban cerca y ella podría dormir con ellos en la cama, práctica que a los indios no les molesta, la desperté y la saqué de mi puesto. Ella, como buena india que no le importa casi nada, se quitó sin problema y durmió con su nieto.

Pero no pudo dormir, y duró todo el viaje parándose, caminando, durmiendo parada, prendiendo la luz y, en consecuencia, despertándome. Mi barriga estaba por estallar, y tuve que ir al baño del tren, también de inodoro indio, a cagar mientras el tren andaba y se meneaba como normalmente lo hacen. Fue la experiencia más desagradable que he tenido en mi vida, porque en esos inodoros, y sobre todo en un tren andante, el contacto con la mierda es mucho más cercano, casiliteralmente cercano.

Me bajé en mi estación a las 6 de la mañana y caminé, débil y moribundo, hacia la parada donde cogería el bus para Pundy. Me paré en la carretera y, después de esperar en la humedad y los mosquitos por media hora, dos cosas llegaron al tiempo: el vomito y el bus, que perdí y tuve que esperar al siguiente (20 rupias), del que me tuve que bajar antes de tiempo porque, otra vez, tenía que vomitar.

Con sueño, débil, moribundo, como si estuviera volviendo de una guerra, con mi ropa y cara percudidas y mi maleta en el piso, me senté, al rayo del sol, en la mitad de una carretera desértica, a no saber qué hacer, a esperar que el mundo me trajera algo que me terminara de matar.

Llegó un taxi que, obviamente, se aprovechó de mi estado y me estafó por llevarme a la estación de bus a donde iba originalmente, en Pundy (100 rupias). Cogí un mototaxi que también me estafó (50 rupias) y me dejó botado a un hotel (500 rupias) que estaba lleno.

Caminé, ya en pundy, donde estaban haciendo al menos 30 grados, buscando hoteles y nada, todos carísimos y llenos. Finalmente llegué a la central de ashrams, una institución de yoquis importantísima en este enclave francés, y me recomendaron uno, barato pero lejos del centro. Cogí otro mototaxi, que también me estafó porque mi energía no daba ni para regatear, y llegué al ashram, cuya oficina solo abría a las 10 de la mañana. Así que nadie me podía dar un cuarto. Me tomé una CocaCola que no pude abrir por la falta de fuerza que tenía, me acosté en un andén, y finalmente llegó la señora, recían bañada, que muy querida me dio un cuarto excelente por un buen precio (150 rupias). Obvio, es un sitio sin ánimo de lucro, lleno de yoguis y gente dándole lecciones a uno sobre vidas anteriores, porque en Pundy no se consigue nada por debajo de 500, el doble de mi presupuesto.

Dormí por horas, vomité la CocaCola, cagué 78 veces y salí del cuarto a las 5pm, completamente deshidratado, arrastrando mis pies, a buscar agua, que no había cerca y nadie me pudo ayudar a conseguir. Finalmente un yogui, de pelo corto y esponjoso, me llevó en la moto que le hacía el pelo aún más esponja al centro a comprar jugo y agua; eso, claro, a cambio de que me aguantara, en medio de una sed opresora, sulección sobre dios, la energía y el cosmos.

Volví al cuarto y seguí durmiendo hasta hoy, que me desperté mejor gracias a los antibióticos y pude ver algo de la ciudad, que no es tan francesa como dicen pero tiene una simpatía agradable. Despues fui a la playa, porque el calor estaba idiota. No he comido nada en todo el día, pero al menos no vomito el agua que tomo.

Duermo una noche más acá y salgo mañana para una playa con templos, en Mamallapuram.