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26 de enero de 2009

Spanglish

Por: Juan Carlos Ortiz

Después de trabajar varios años en publicidad en Colombia y luego en Latinoamérica, fui trasladado a manejar la oficina en Estados Unidos.

Siempre me he sentido y he tratado de comportarme como un embajador colombiano en todo lo que se refiere a mi vida personal y profesional.

Al llegar fui sorpresivamente abordado por el grupo legal de la empresa, quien me sometió a un arduo y riguroso entrenamiento de abogados acerca de cómo yo, como nuevo directivo de la compañía, con sangre latina, colombiana, debía comportarme, qué podía decir o no decir en los discursos públicos y al hablar con las personas de la empresa. Inicialmente no entendía nada.

Siempre he dicho lo que pienso, lo que creo, pero sobretodo con mi lenguaje y personalidad, pero ahora era diferente. Fui entendiendo poco a poco y radicalmente la diferencia cultural tan abrupta entre Estados Unidos y Latinoamérica. Creo que la cultura empresarial norteamericana está sobreprotegida legalmente, tanto que termina generando parálisis en vez de movilidad y acción.

Se debe tener un excesivo control sobre las palabras y el comportamiento para evitar demandas legales por discriminación o por abuso. Si usted está reunido con la gente de la oficina y les habla sobre la necesidad de inyectar sangre nueva, o de nueva generación, puede ser demandado por discriminación por las personas de mayor edad. Pero si entonces les habla sobre la importancia de la experiencia, puede ser demandado por los jóvenes empleados. Y si habla de lo bueno que es trabajar con mujeres, los hombres pueden apelar. Y ni se le ocurra referirse a blancos o a negros o a sexys. Y tampoco piense en saludar con un efusivo abrazo o poner una mano por encima de la cintura o rozar mediadamente un hombro. Y así sucesivamente y en una lista sin fin, el sistema genera un proceso de parálisis por análisis por autoprotección del sistema, donde no queda mucho espacio para lo espontáneo, y donde sin duda triunfa lo predeterminado. Lecciones y aprendizajes inmensos de vida entre dos culturas, Estados unidos y Latinoamérica, tan cercanas pero tan lejanas, tan próximas pero tan distantes y diferentes.

Hoy trabajo para los dos mercados. He tenido que mezclar la pasión latina con la legalidad norteamericana, he tenido que fusionar la espontaneidad con la planificación. Con seguridad de esta licuadora de aprendizajes y experiencias se está gestando una subcultura, un nuevo sistema que dará frutos en un mundo cada vez con menos fronteras.