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7 de junio de 2010

Torpes y aguerridos

Por: Tiempo de compensación

Por Pablo Duarte
 
Este mundial es el de Inglaterra.

Las razones para afirmar esto son totalmente personales, íntimas; es decir, casi no son razones. Es una apreciación necia y ciega. Pura fe. Puro encadilamiento. El mismo encandilamiento y la misma fe que me provoca pensar en aterrizar en Heathrow y enfilarme hacia Londres: es el encandilamiento de quien no conoce del todo lo que celebra.

Jamás he estado en Inglaterra, no hay un “episodio inglés” en mi de por sí magra historia de vida. En cambio sí he seguido el futbol inglés con ahínco. Por eso estoy convencido de que este es el mundial de Inglaterra, así como estaba convencido que lo era el del 2006 y el del 2002. Así como lo era el del 90, el primero del que tengo verdadera memoria. (Paul Gascoingne llorando decoró la tapa de mi carpeta escolar durante años; ahora, las calcetas enroscadas en los tobillos como las tenía el capitán inglés en aquella foto se han convertido en el símbolo inequívoco de la derrota, del “no hay nada que hacer; quizá llorar un poco más”.)

Hay una mezcla de velocidad y aguerrida torpeza en los movimientos del equipo con la cruz de san Jorge en el pecho: una estética que respeta el tiempo que vivimos. Tiempos veloces y torpes. Tiempos que resuman furia y, de cuando en cuando, regalan algo de delicadeza. Wayne Rooney y Steven Gerrard son mis dos ejemplos. Veloces, sí. Aguerridos, sí. Torpes, tal vez sólo merced de la distancia que impone la televisión. Son personajes que mezclan defensa y ataque, rabieta con exquisitez, que parecen lograr grandes cosas sin la excesiva conciencia de estar haciendo algo bello que tienen los brasileños. Parecen hallar el mismo gozo en correr cuarenta metros en pos del rival para barrerlo en el último segundo, que en correr los mismos metros en dirección contraria para rematar con la frente y sellar una victoria. Son héroes accidentales, deliberadamente fallidos, incumplidos, necesariamente imperfectos. En ellos el desvelo y la bebida son visibles, como si el héroe inglés, antes de cobrar el penal, con la camiseta se limpiara la espuma de cerveza.

Este es el mundial de Inglaterra porque el campeón del mundo no representa nuestras aspiraciones sino que es el retrato de nuestras flaquezas.