Home

/

Generales

/

Artículo

16 de junio de 2009

Un polvo casi triste

Por: Andrea

Ya les he contado que esto de tirar hasta tres veces diarias da para todo tipo de historias. Alguien en un comentario preguntó por ahí que si sé con cuántos tipos me he acostado, y la verdad no lo sé. Si hago cuentas me da escalofrío. Con muchos he repetido, ya les he contado también que tengo clientes fijos que hasta me citan a la misma hora y en el mismo lugar. ¿Con cuántos tipos me he acostado? No lo sé, sé que son muchísimos y también con mujeres. Y es curioso porque a veces voy por un centro comercial o una calle y estoy segura de que a veces me topo con alguien con quien me he acostado, pero dudo. Son tantos que ya no sé si los confundo, o si son en definitiva los que pagaron por mi servicios. Hay otros que sí, que sin duda son los que alguna vez se acostaron conmigo y también me ven y me huyen, se esconden pues van con sus novias o sus esposa o sus hijos. Yo, al contrario, sigo firme, caminando, yo no tengo nada que esconder, ellos sí. ¿Ven las contradicciones de la vida? Yo soy puta y no me da pena decirlo, mientras que los que se acuestan conmigo no saben dónde meterse cuando me ven en la calle y me reconocen, porque eso pasa y pasa mucho.

En otro blog les conté algunos de esos encuentros. Como cualquier mujer, me gusta irme de compras y salir por ahí a tomar algo y en esas, casi siempre, hay “alguien conocido”. Una vez me topé con una pareja con la que hice un trío, estaban en el Burguer King de la Javeriana y los dos no sabían qué hacer. Ella apenas me saludó con un gesto nervioso y el tipo volteó la cara (tenía pinta de profesor de ahí, seguro que sí). ¿Acaso alguien estaba pendiente de si ellos me iban a saludar?  Ellos solos se delatan. Yo no llevo un rótulo de prepago en la cabeza, si me ven en la calle, seguro que puedo pasar desapercibida muchas veces. Solo cuando me lo propongo y uso jeans ajustados o un top ceñido que deja ver mis tetas (ya les he dicho que mi cuerpo me gusta mucho, modestia aparte), siento que puedo llamar la atención. De resto, suelo ser discreta como muchas mujeres en Bogotá.

Pero el cuento va a que los encuentros inesperados en este trabajo pululan. En otra historia les conté que alguna vez me encontré con un tipo que estudiaba conmigo e hicimos casi un pacto secreto, también me ha tocado mamarle la verga a militares, policías y actores muy famosos (¿ven que a todos les gustan las putas?) pero lo que me pasó este fin de semana nunca me había pasado. Pidieron el servicio, llegué al apartamento del cliente que era por Cedritos y para sorpresa mía el tipo que me recibió fue novio mío antes de que yo me metiera en este cuento, fue el segundo hombre en mi vida. Porque eso sí, una siempre se acuerda del primero por malo; del segundo porque ya mejoró y listo. No lo veía por lo menos desde hacía 5 años o más. Estaba igualito, delgado, alto, un poco moreno y muy atractivo. El no me reconoció al comienzo pues, entiendo, lo que menos esperaría es encontrarse con que su ex novia es una prepago.

Me ofreció un trago, me invitó a sentarme en el sofá y al notar mi exagerado nerviosismo me trató de calmar, siendo amable (siempre lo fue), pero justo ahí no me aguanté y le dije su nombre. Me reconoció inmediatamente, se puso rojo al comienzo pero luego pálido, se paró y comenzó a caminar por la sala con su vaso de ron en la mano. Me decía que esto no podía ser, que cómo me fui a meter en esto, qué desde hace cuánto tiempo andaba en este mundo, etc. Casi no paró de hablar y de exaltarse. Cuando se calmó un poco le conté todo, le hablé de mi decisión, de por qué quiero tener plata y por qué es importante para mí el trabajo. Le conté que hace casi el tiempo que llevo de no verlo no me he enamorado de nadie (la verdad), y que mis clientes son eso: clientes. Pero no fue nada fácil, con él duré casi tres años de novia y compartimos muchas cosas y esa noche sentí algo de nostalgia, ese sentimiento que ya había olvidado.

El siguió confundido pero aún así se abalanzó sobre mí, me besó en la boca y me comenzó a desvestir. No sé si se excitó al ver que me había vuelto una puta o si se excitó por tener de nuevo ahí, a la novia que tanto quiso. Yo accedí, hice lo mismo, nos besamos mucho (nunca lo hago con clientes, casi siempre huyo a los beso en la boca), y cuando menos me di cuenta estaba sobre él moviéndome muy excitada, él me chupaba las tetas con torpeza, con ansiedad, y me apretaba el culo con las dos manos. Luego se hizo encima mío y comenzó a susurrarme al oído mi verdadero nombre entre excitado y triste. Eso mismo pasó con el orgasmo, me vine muy fuerte y él también, lo sentí temblar, ido, cuando eyaculó, pero de inmediato me abrazó como si no quisiera soltarme nunca.

Yo no sabía qué decir. Yo lo quise mucho pero yo estoy ya en mi nueva vida. El anda solo y con mucho trabajo, es un empresario exitoso por lo que me contó después. Me pidió dejar mi trabajo y que nos diéramos una nueva oportunidad. Pero ya ven, hasta él pide putas. Putas como yo. Me abrazó mucho. Incluso cuando me estaba vistiendo trataba de abrazarme con esos ojos aguados que más de una vez le vi. No puedo mentir, también lo abracé mucho y sentí lo que hace mucho no siento por un hombre y es esa sensación de que el amor es posible. Pero tenía que irme y le pedí que nunca más llamara. El insistió en verme de nuevo, pero me negué y espero que cumpla. La tristeza y el amor no puede tener cabida en mi trabajo.