16 de junio de 2009
Un polvo casi triste
Ya les he
contado que esto de tirar hasta tres veces diarias da para todo tipo de
historias. Alguien en un comentario preguntó por ahí que si sé con cuántos
tipos me he acostado, y la verdad no lo sé. Si hago cuentas me da escalofrío.
Con muchos he repetido, ya les he contado también que tengo clientes fijos que
hasta me citan a la misma hora y en el mismo lugar. ¿Con cuántos tipos me he
acostado? No lo sé, sé que son muchísimos y también con mujeres. Y es curioso
porque a veces voy por un centro comercial o una calle y estoy segura de que a
veces me topo con alguien con quien me he acostado, pero dudo. Son tantos que
ya no sé si los confundo, o si son en definitiva los que pagaron por mi
servicios. Hay otros que sí, que sin duda son los que alguna vez se acostaron
conmigo y también me ven y me huyen, se esconden pues van con sus novias o sus
esposa o sus hijos. Yo, al contrario, sigo firme, caminando, yo no tengo nada
que esconder, ellos sí. ¿Ven las contradicciones de la vida? Yo soy puta y no
me da pena decirlo, mientras que los que se acuestan conmigo no saben dónde
meterse cuando me ven en la calle y me reconocen, porque eso pasa y pasa mucho.
En otro blog les conté algunos de esos encuentros. Como cualquier mujer, me
gusta irme de compras y salir por ahí a tomar algo y en esas, casi siempre, hay
“alguien conocido”. Una vez me topé con una pareja con la que hice un trío,
estaban en el Burguer King de la Javeriana y los dos no sabían qué hacer. Ella
apenas me saludó con un gesto nervioso y el tipo volteó la cara (tenía pinta de
profesor de ahí, seguro que sí). ¿Acaso alguien estaba pendiente de si ellos me
iban a saludar? Ellos solos se delatan. Yo no llevo un rótulo de prepago
en la cabeza, si me ven en la calle, seguro que puedo pasar desapercibida
muchas veces. Solo cuando me lo propongo y uso jeans ajustados o un top ceñido
que deja ver mis tetas (ya les he dicho que mi cuerpo me gusta mucho, modestia
aparte), siento que puedo llamar la atención. De resto, suelo ser discreta como
muchas mujeres en Bogotá.
Pero el cuento va a que los encuentros inesperados en este trabajo pululan. En
otra historia les conté que alguna vez me encontré con un tipo que estudiaba
conmigo e hicimos casi un pacto secreto, también me ha tocado mamarle la verga
a militares, policías y actores muy famosos (¿ven que a todos les gustan las
putas?) pero lo que me pasó este fin de semana nunca me había pasado. Pidieron
el servicio, llegué al apartamento del cliente que era por Cedritos y para
sorpresa mía el tipo que me recibió fue novio mío antes de que yo me metiera en
este cuento, fue el segundo hombre en mi vida. Porque eso sí, una siempre se
acuerda del primero por malo; del segundo porque ya mejoró y listo. No lo veía
por lo menos desde hacía 5 años o más. Estaba igualito, delgado, alto, un poco
moreno y muy atractivo. El no me reconoció al comienzo pues, entiendo, lo que
menos esperaría es encontrarse con que su ex novia es una prepago.
Me ofreció un trago, me invitó a sentarme en el sofá y al notar mi exagerado
nerviosismo me trató de calmar, siendo amable (siempre lo fue), pero justo ahí
no me aguanté y le dije su nombre. Me reconoció inmediatamente, se puso rojo al
comienzo pero luego pálido, se paró y comenzó a caminar por la sala con su vaso
de ron en la mano. Me decía que esto no podía ser, que cómo me fui a meter en
esto, qué desde hace cuánto tiempo andaba en este mundo, etc. Casi no paró de
hablar y de exaltarse. Cuando se calmó un poco le conté todo, le hablé de mi
decisión, de por qué quiero tener plata y por qué es importante para mí el
trabajo. Le conté que hace casi el tiempo que llevo de no verlo no me he
enamorado de nadie (la verdad), y que mis clientes son eso: clientes. Pero no
fue nada fácil, con él duré casi tres años de novia y compartimos muchas cosas
y esa noche sentí algo de nostalgia, ese sentimiento que ya había olvidado.
El siguió confundido pero aún así se abalanzó sobre mí, me besó en la boca y me
comenzó a desvestir. No sé si se excitó al ver que me había vuelto una puta o
si se excitó por tener de nuevo ahí, a la novia que tanto quiso. Yo accedí,
hice lo mismo, nos besamos mucho (nunca lo hago con clientes, casi siempre huyo
a los beso en la boca), y cuando menos me di cuenta estaba sobre él moviéndome
muy excitada, él me chupaba las tetas con torpeza, con ansiedad, y me apretaba
el culo con las dos manos. Luego se hizo encima mío y comenzó a susurrarme al
oído mi verdadero nombre entre excitado y triste. Eso mismo pasó con el
orgasmo, me vine muy fuerte y él también, lo sentí temblar, ido, cuando
eyaculó, pero de inmediato me abrazó como si no quisiera soltarme nunca.
Yo no sabía qué decir. Yo lo quise mucho pero yo estoy ya en mi nueva vida. El
anda solo y con mucho trabajo, es un empresario exitoso por lo que me contó
después. Me pidió dejar mi trabajo y que nos diéramos una nueva oportunidad.
Pero ya ven, hasta él pide putas. Putas como yo. Me abrazó mucho. Incluso
cuando me estaba vistiendo trataba de abrazarme con esos ojos aguados que más
de una vez le vi. No puedo mentir, también lo abracé mucho y sentí lo que hace
mucho no siento por un hombre y es esa sensación de que el amor es posible.
Pero tenía que irme y le pedí que nunca más llamara. El insistió en verme de
nuevo, pero me negué y espero que cumpla. La tristeza y el amor no puede tener
cabida en mi trabajo.