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4 de abril de 2011

Contra Mario Alberto Kempes

Mario Alberto Kempes, para mí, es una de esas personas que no me producen un solo buen sentimiento porque todo lo que dice, todo, me produce escozor e intolerancia.

Por: Daniel Pardo



hablando de comentaristas deportivos, ¿qué tal el descaro de Mario Alberto Kempes? Ese sí que es peor que los juglares del fútbol colombiano. Qué hombre. Tenerse que soportar a Carlos Anonio Vélez en RCN no es nada comparado al martirio que es ver un partido comentado por este argentino narizón con capúl. ‘El Profe’ Velez es un santo al lado de este señor.

Y que de entrada quede claro, señor Kempes: no soy el hincha del Madrid que le escribe porque sus comentarios siempre van en contra de ese equipo. A mí, como hincha, solo me importa que el Madrid gane. De resto, que digan lo que quieran, porque ese equipo solapado y arrogante se merece todas las críticas que le hagan. Y más.

Mi comentario no está inspirado en mi fanatismo por el Madrid, quiero decir: sino por el sentimiento que me produce oír la voz de Mario Alberto ‘el Matador’ Kempes en ESPN.

Lo primero que sale a flote cuando se habla de Kempes es que fue uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol argentino y mundial. Le dio a su país el Mundial del 78 y al Valencia una Copa del Rey, una copa UEFA y una Supercopa de Europa.

Pero ¿y eso qué? ¿Acaso eso lo hace buen comentarista de fútbol? Y lo que es peor: ¿eso justifica que sea un costal de patrañas futbolísticas? Que haya sido un excelente jugador de fútbol no tiene nada que ver con que hoy sea buen o mal comentarista de fútbol. El periodismo de opinión, el comentario futbolístico, es una cosa distinta a jugar al fútbol. Se requiere del don de la palabra, de una concepción clara sobre la objetividad. El que se inventara que el buen futbolista es, por consiguiente, buen comentarista de fútbol se equivocó garrafalmente. Y la historia lo comprueba. Es como esa teoría -desmentida por el caso Maradona- de que el buen jugador es buen entrenador. Así que, primero que todo, quien quiera que defienda a Kempes tiene que empezar por omitir el argumento de que fue un icónico jugador de fútbol.

(La victoria de la selección de fútbol de Argentina en el Mundial de fútbol de 1978 fue tan transparente como los campeonatos de Millonarios en los años ochenta. La Junta militar de Jorge Videla, lo han confirmado testigos cercanos al acontecimiento, hizo todo para que la selección nacional ganara el campeonato, entre muchas cosas sobornar a los dirigentes, al técnico y a tres jugadores del equipo de Perú, al que Argentina ganó la semifinal 6 a 0).

Tengo que aclarar que mi odio por Mario es meramente personal. Él es un problema mío. Es simplemente una de esas personas que no me entra. Tal vez por su físico, el tono de su voz o el contenido de sus intervenciones. A todos nos pasa, creo: que haya personas que no nos soportamos, por alguna razón incierta. Y Kempes, para mí, es una de esas personas: de las que no me producen un solo buen sentimiento porque todo lo que dice, todo, me produce escozor e intolerancia.

¿Por qué me molesta tanto lo que dice? Primero está el tema de su voz, que es de borracho. Sus comentarios, a veces acompañados de chistes deprimentes, son generados por una voz arrastrada, como si hubiese acabado de salir de una cirugía con anestesia en la boca. Así habla, con una fuerte tendencia a ser lengüisopa.

Lo segundo es el tema de la objetividad. Según lo que parecen demostrar sus comentarios, Kempes no es hincha de ningún equipo y favorece el buen juego del fútbol. Sin embargo, ni un niño se come ese cuento. A Kempes se le nota a leguas que detesta al Madrid, y ni un hincha del Barcelona lo negaría. Es más, ni los hinchas del Barcelona se lo aguantan. Porque lo suyo no es partidismo de frente, sino una parcialidad escondida que nadie, ni el más ingenuo, se cree. Cada victoria del Madrid es porque el otro equipo es más malo. Cada gol, un ‘regalito’ del otro equipo. Özil, para él, se llama Utzil, sabrá dios por qué. Cada falta que no le conviene no fue. Cada gol de un argentino es un golazo. Y la peor: cada error suyo, cada penalti que él dijo que no era y la cámara prueba lo contrario, tiene una excusa tipo ‘es que el fútbol no tiene explicación’. Que sea subjetivo de frente, y yo lo celebro. Que sea objetivo con inteligencia, esa es la idea. Pero que se venda como el balanceado pero en realidad sea un hincha furibundo del Valencia es perjudicial para todos, incluido el fútbol.

Esta semana escribí una nota pidiéndole a los directores de la televisión colombiana que se deshagan de la vieja escuela de comentaristas: que desechen a todo tipo semejante a Carlos Antonio Vélez, un señor que, si bien ha cubierto varios campeonatos mundiales, no sabe pronunciar los nombres de los equipos extranjeros y que, así haya sido periodista durante décadas, no sabe que los verbos reflexivos no llevan una ene al final. Pero prefiero el ‘levántesen’ de Vélez que los chistes deprimentes y la voz arrastrada y la parcialidad solapada de Kempes. Si por mí fuera, nunca vería ESPN. Pero, como me toca, sería un eufórico partidario de que se llevasen a Carlos Antonio Vélez para ESPN. Mi intolerancia por Kempes es tan profunda, que prefiero a Vélez.

Kempes hace que me deje de gustar el fútbol. Si algún día finalmente decido dejar de verlo y sufrirlo, compraré una colección de DVDs de partidos narrados por el Matador Kempes. En un día, estaré harto del fútbol para el resto de mi vida.