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19 de agosto de 2009

Aproximaciones al Latin Lover

Por: Alexa
| Foto: Alexa

Hace unos días me encontré un artículo del Times online titulado "What happened to the Latin Lover" de un tal Hugo Rifkind que, después de un viaje por Italia en el que debió batirse con un par de venecianos por el amor de una chica (batida que naturalmente lo dejó maltrecho; a pesar de su nombre, el apellido delata su ancestral desventaja anglosajona), llegó a la conclusión de que el latin lover había muerto: al parecer, los índices de promiscuidad son más altos en su natal Inglaterra (un dato frío del que parecía estar orgulloso), mientras los italianos quedaban en un monástico número 11. Más que el artículo, me interesó el comentario de un tal Kiwi, español, que decía que "el verdadero latin lover" no estaba en Europa sino en América Latina, especialmente en Argentina: "Una mezcla entre los italianos y los españoles": italianos, descendientes del legendario Casanova; España, país con la mayor población de gamberros por kilómetro cuadrado. Y aunque su teoría es provocativa, y porque Colombia nunca ha figurado de manera importante en el mapa del sexo latino (lo siento, Juan del Mar, a ti te conocen en Cartagena), no pude evitar pensar en los colombianos... nuestro exótico cruce entre españoles e indios (¿?!!).

Pero dejemos las observaciones antropológicas de lado. El latin lover no ha muerto. Si en los años veinte fue Rodolfo Valentino (romántico y homosexual, cuya muerte causó cientos de suicidios femeninos), si en los cuarenta fue Porfirio Rubirosa (un fino vividor), si en los sesenta fue Julio Iglesias (con sus paisajes mediterráneos) y después Enrique (prueba irrefutable de la teoría genética del amante latino), Chayanne ("Viste como un rey y él pone la ley, sabe que es irresistible", cantó en honor de sus antecesores) y su amigo Ricky Martin, ahora es Wilmer Valderrama. Wilmer. O Fez, el de That 70‘s Show, el estudiante de intercambio latino que comía dulces y era un pervertido, y viva muestra de que el nuevo latin lover no tiene que ser guapo (por la cama del famoso lengüisopa han pasado desde Lindsay Lohan hasta Mandy Moore), y más importante, de sus preferencias vocacionales: todo lo relacionado con ayudar a los menos favorecidos (lo último que se supo de Valderrama era que trabajaba en una campaña para prevenir que los borrachos manejaran carros), en ONG, en movimientos de jóvenes por las ballenas, y hasta en fundaciones para ayudar niños. Se dice —aunque el dato no ha sido verificado— que intentan compensar la carencia física con un exceso de corazón (o de labio).

Aunque audaces, el comportamiento de los latin lover sigue ciertos patrones. Suelen empezar con la clásica invitación a comer. Se ha podido detectar, además, una extraña inclinación a escoger restaurantes italianos. ¿La razón? A diferencia de lo que algunas incautas puedan creer (su oscuro vínculo con las costumbres mediterráneas), se sabe que después de una comida rica en carbohidratos no hay cuerpo que resista la también clásica invitación a ir a la casa de un desconocido. Los favoritos, El Patio, un restaurantito en La Macarena, romántico, no tan caro y, lo mejor, a unos 20 kilómetros de su territorio geográfico natural de por lo menos los que viven en el norte. (Si se da el caso contrario, que viven en el centro, sur u occidente de Bogotá, los verán en Il Tinelo o cualquier otro local en que canten La donna e mobile en vivo). Al parecer, la primera regla en el libro del latin lover colombiano es "confúndelas y dominarás" y su variante "aíslalas y dominarás".

Su objetivo, sin embargo, no es tirar. La idea es enamorar… Y, bueno, tirar, pero asegurando que su comida no sea para nadie más, pues son territoriales. Por eso, tan femeninos en sus conductas, dominan el juego del "sí y el no" (si te lo doy, no quiero estar contigo), que complementan con una rara cualidad: la omnipresencia. Mientras le dicen bonita a una por el teléfono, le mandan un mensaje de texto a otra, y con la otra mano teclean el chat de Messenger para decirle lo mismo a otra.
 
Siempre el mismo mensaje (es sabido que una eficiente arrechera compensa su falta de creatividad). No hay pierde: él solo piensa en esparcir su semilla por tierra y ciberespacio. En el fondo de todo homo sapiens macho, después de todo, hay un homo erectus (llamados así no porque caminen en dos patas, eso se da por descontado).