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15 de julio de 2005

Clic en el clítoris

Por: Conchita

Me tomaré el atrevimiento de hacer copy paste de un intercambio de mails reciente con un hombre, que además de ser muy inteligente, es prohibido. Con él no puedo tener más que un juego mental-sexual por internet.

-----Mensaje original 1-----
De: conchita@semana.com
Para: Equis Caliente
Asunto: peligroso
¿Por qué me miraba así? No he podido dejar de pensar en todo lo que le quiero hacer. Me da algo en la mitad del cuerpo que no sé qué es. C.

-----Mensaje original 2-----
De: Equis Caliente
Para: Conchita
Asunto: re: peligroso
Y eso que no sabe por dónde la miraba. ¿Qué me quiere hacer? Un beso desde el centro del poder en su centro del poder. X.

-----Mensaje original 3-----
De: conchita@semana.com
Para: Equis Caliente
Asunto: re: peligroso
Pues las miradas me llevan a hacer cosas peligrosas. Usted me provoca hasta lo impensable. ¿Cómo hago ahora para quitármelo de encima? C.

-----Mensaje original 4-----
De: Equis Caliente
Para: Conchita
Asunto: re: peligroso
La pregunta es cómo pasar de lo impensable a lo posible. Si quiere hágase encima. ¿Cómo son sus calzones? X.

-----Mensaje original 5-----
De: conchita@semana.com
Para: Equis Caliente
Asunto: re: peligroso
Muy lindos. Bastante kitsch, por cierto. De encaje fucsia con negro... parecen hechos por Warhol y el pobre está ahogándose en mis mieles por su culpa. Lo de pasar a lo posible no se lo puedo contestar. Pero la próxima vez que lo vea (si por azar llega a haber una próxima vez) me va a costar controlarme, así que no me provoque tanto, que después no respondo. C.

-----Mensaje original 6-----
De: Equis Caliente
Para: Conchita
Asunto: re: peligroso
El azar. Cada encuentro casual es una cita. Lo dijo Borges o tal vez Cortázar. No se controle. ¿Qué hay debajo de sus "Warhol"? X.

-----Mensaje original 7-----
De: conchita@semana.com
Para: Equis Caliente
Asunto: re: peligroso
Warhols are gone. Solo están las marcas del vestido de baño. Y pa‘l carajo las casualidades. C.

Corté el juego en ese punto. Dirán algunos que ahí precisamente comenzaba la cosa. Puede que tengan razón. Si mi interés fuera más allá de la carne, tal vez me arriesgaría a seguir jugando. Pero, como no puede ir más allá, a mí no me sirve lo que vendría.
Sí, queridos lectores, me les adelanto: voy a hablar del sexo en internet, un tema que está ya bien trillado. Y por eso mismo es que me declaro partidaria de olvidarlo y de evitar su práctica. He establecido unos juegos muy interesantes en la red. Confieso que me he enamorado de una persona virtual "tan hasta el fondo" como lo hace uno con alguien de carne y hueso. Mi odio a la inmediatez de los mails, a lo cursi que suena todo lo que quiero decir y a la forma tan horrible en que desaparecen mis palabras cuando pongo send, es manejable. Lo que no es manejable es cuando llego a la parte del sexo. Se desinfla todo, porque no hay imágenes, sonidos ni palabras que se acerquen a la experiencia real de comerse con todas y cada una de las partes del cuerpo. Claro, si detrás de la pantalla hay más de dos dedos de frente, es muy posible que comience algo que, digámonos la verdad, nunca va a "culminar". Terminará en un orgasmo, tal vez. Pero jamás va a darnos la delicia táctil de la piel ni la verdad irrefutable de los fluidos, ni la intimidad escueta de la desnudez. No hay cámara ni micrófono que valgan. Los juegos de nuestra mente son infinitos y nos pueden llevar a dimensiones desconocidas, es verdad. Pero a la hora del amor animal solo valen dos cuerpos unidos de verdad verdad.
Todo lo que tiene que ver con juegos mentales es posible en internet. Las conversaciones más memorables de mi vida han sido por chat o por mail, pero se trata solo de un juego en el que uno está buscando impresionar al otro. Y si se es bueno con las palabras, es mejor tener cuidado, porque puede uno perderse y luego no saber cómo volver a lo real. Todo lo que tiene que ver con juegos físicos es imposible en internet. Quitarme la camisa para que alguien que no está en frente de mí vea mis tetas es de lo más decadente que jamás he intentado. Me hizo sentir ramplona y tonta, casi como una cheerleader gringa. Si no fuera porque el hombre que estaba al otro lado comparte conmigo algo más que un juego virtual, lo hubiera sacado de mi lista de contactos de la vergüenza que sentí luego. Por eso creo que el sexo en internet es una gran farsa, un gran mito. No vale si no va más allá de la carne, porque carne fresca no hay en internet.