14 de junio de 2005

3 Las propagandas

Por: Germán Bula

Por allá, por el 99, se les preguntó a pensadores de diversas ramas del conocimiento por el invento más importante de los últimos dos mil años. Uno dijo que la píldora anticonceptiva, otro que el concepto de democracia, otro que la internet. Al parecer, a ninguno de estos pensadores se les ha acabado la pila del control remoto. No sé cómo hicieron nuestros valientes ancestros, con solo tres canales (y el mejor programa era Don Chinche) y sin la posibilidad de escapar de las propagandas.
Y es que hasta las propagandas buenas son malas, porque tenemos que verlas ochocientas veces. Los publicistas son como el pretendiente intenso que está convencido de que lo rechazan porque solo ha llamado 39 veces y no 40. Y cuando por fin nos sentimos a salvo, aparecen las versiones abreviadas y, además el logo del producto embutido en los noticieros y los partidos de fútbol.
Mientras que en otros canales te persiguen las propagandas, en el Uno te persigue el rostro tolimense de Jorge Barón. Está en todas partes, en primer plano. Diciendo las noticias, presentando todos los programas y patrocinando al Banco Caja Social o a Cambiamos S.A. Entiendo que alguien quiera tener los tenis de Michael Jordan o el perfume de Liv Tyler. Lo que no entiendo es por qué alguien querría la compañía de giros internacionales de Jorge Barón o el ungüento muscular de Óscar Julián Ruiz (esto es tan feo que merece artículo aparte: 1) los árbitros no son celebridades, 2) no sufren dolores musculares y 3) ese tipo siempre roba a Millonarios).
Pero los patrocinios de famosos no son el peor tipo de propaganda. Candidatos no faltan: están los infocomerciales de televentas que se demoran veinte minutos explicando por qué una cafetera me va a cambiar la vida; están las propagandas de detergentes que insisten en mostrarme desagradables manchas de grasa en primerísimo primer plano y están las propagandas estatales que son tan malas que dan ganas de volverse corrupto, mafioso o de golpear a los hijos. Pero las peores propagandas de todas son las que están disimuladas como parte del programa. ¿Piensan que engañan a alguien? ¿Que la gente va a pensar que La viuda de la mafia se termina su lata de Coca-Cola(tm) y hace una llamada por su celular movistar® para comprar un vestido Bennetton©, porque esto es muy importante para la trama de la telenovela? Y peor aún cuando la propaganda está metida en un noticiero: la sección salud nos informa que estudios científicos han demostrado que la aspirina Bayer® previene los infartos. Si Bayer paga por la sección salud, ¿quién paga por la sección de política?
Y eso de los "estudios científicos" sí que es un aspecto detestable de la publicidad: el culto a los científicos. Se supone que debo comprar un talco para pies, porque en la tele sale un tipo con bata de laboratorio y gafas diciendo que "estudios científicos" han comprobado que el talco, gracias a su "acción dual antipecueca" es 50 por ciento más eficaz. ¿Más eficaz que qué? Y para que quede claro que se trata de información completamente científica, vemos gráficas sobre planos cartesianos y una luz azul que evapora los rayitos de olor que salen del diagrama del pie afectado.
Pero los productos no se limitan a quitar la pecueca: cualquier producto que se vende por televisión es para arreglarle a uno la vida. Colgate Triple Acción sirve para que los papás consigan trabajo y para que sus hijos adolescentes consigan novia. Los cigarrillos, aparentemente, hacen que te caigan viejas buenas por todos lados y que tengas un yate o un convertible. Admito que yo no fumo mucho, lo cierto es que nunca me ha salido una vieja, ni siquiera en ombliguera, y ni siquiera me ha salido un triciclo. Y por eso quiero honrar a Nikola Tesla, inventor del control remoto, y nominar su invención como la más importante de los últimos dos milenios.
Ahora bien, tomando en cuenta programas como Sábado espectacular o como sea que se llame donde Jota Mario y La Muerte presentan un espacio de variedades o la plaga de realities que parece no acabarse nunca, quizás el botón más importante de este maravilloso invento es ese que dice off.