6 de enero de 2010

2010

Por: Eduardo Arias

Suena bien el nuevo año. Dos mil diez, veinte diez… Año redondo, de los que abren o cierran ciclos. Además es año de Mundial de Fútbol y los años de Mundial son una nota porque de enero a junio no se hace nada mientras pasa el Mundial y de julio a diciembre tampoco se hace nada porque "ya se acabó el  año y ya no se hizo nada".

De este 2010 también me gustan una serie de puntos de encuentro y paralelos. Porque, además del Mundial de Sudáfrica, 2010 es el año del Bicentenario de la Independencia. Una celebración que no les gusta de a mucho a algunos de los mandamases del actual gobierno porque en la Independencia de 1810 no hubo caballos. Tampoco les gusta de a mucho porque el gran protagonista no fue el tirano terrateniente monarquista absolutista Simón Bolívar sino Antonio Nariño, civilista, pluralista, democrático, el traductor de los Derechos del Hombre, que no era muy amigo de cambiar articulitos cada vez que le venía en gana.

El bicentenario es una buena oportunidad para reflexionar acerca de lo que somos: un país complejo, un país de una gran diversidad cultural, un país de regiones (paisas, rolos, vallunos, costeños…), pero ante todo es un país de naciones. Porque dentro del territorio de Colombia coexisten muchas naciones. Las naciones guambiana, nasa, kogui, huitoto, wayuu, arhuaca, embera, la nación de los raizales de San Andrés y Providencia, las naciones afrodescendientes y la nuestra, que es la nación de los mestizos. Un tema que tampoco les gusta demasiado a ciertos mandamases del actual gobierno, tal como se demostró durante la minga de 2008, que intentaron dispersar a bala, con tanquetas y escuadrones Esmad.

La diversidad cultural está muy ligada a la diversidad biológica, y ese es otro de los grandes temas de 2010. Este año se celebra el Año Internacional de la Biodiversidad, y en eso Colombia sí es potencia de verdad. Si se jugara un Campeonato Mundial de la Biodiversidad, Colombia jugaría la final con Brasil y seguramente tocaría definir el ganador por penales o a la suerte porque no se sabe a ciencia cierta en cuál de los dos países habitan más especies de fauna y flora.

La biodiversidad está muy amenazada en todo el planeta. Se calcula que en la actualidad cada hora desaparecen tres especies y que el índice de extinción es al menos unas mil veces mayor que el del ciclo normal de la naturaleza. Algunos expertos consideran que la acción del hombre, sobre todo en el último siglo, ha sido tan nefasta como la caída del cometa que trajo como consecuencia la extinción de los dinosaurios hace unos 65 millones de años.

En países tropicales como Colombia, la pérdida de diversidad se traduce en plagas que afectan la producción agrícola y enfermedades, y en la pérdida de valores culturales asociados a la relación directa de las comunidades con su territorio. Y ya que en Colombia la palabra seguridad es tan importante, no sobra recordar en 2010 que la destrucción de la biodiversidad afecta de manera directa la seguridad misma del país, ya que la destrucción de sus ecosistemas pone en peligro el suministro de agua y otros bienes ambientales fundamentales para la supervivencia misma de Colombia. Un tema que molesta a ciertos mandamases del actual gobierno, empeñados en destruir los páramos, que benefician a todos los colombianos, para que un puñado de mineros particulares se llenen de oro.

Todo lo anterior también tiene que ver con que el Mundial de 2010 se realice en Sudáfrica, un país que comparte muchas similitudes con Colombia y del cual podemos aprender muchas lecciones. Sudáfrica, al igual que Colombia, es uno de los 20 países llamados megadiversos. Es decir, de una excepcional diversidad biológica. Es un país de naciones y, como Colombia, ha vivido un complicado proceso de verdad y justicia. Allá, como acá, la redistribución del ingreso es muy desigual. Y Sudáfrica padeció el apartheid, un extremo al que ojalá no lleguemos con estos índices tan altos de intolerancia que se manejan en la Colombia de hoy.

Así que en 2010 varios de los principales temas se enlazan. Y todos convergen, de manera directa o indirecta, en el referendo reeleccionista. Porque lo que está en juego es la Constitución de 1991, la única carta política que ha reconocido la diversidad étnica, cultural y natural de Colombia. Lo que está en juego es que Colombia siga siendo un país de naciones, un país biodiverso, que no acabe de convertirse, de manera irreversible, en una finca al servicio de Tom, Jerry y un puñado de empresarios y terratenientes.