16 de enero de 2013

Opinión

Dios es colombo-venezolano

Nuestro columnista Javier Uribe habla de la ciudadanía colombiana que el presidente Juan Manuel Santos le dio al cantante Ricardo Montaner después de su partición como jurado en el reality La Voz Colombia, y del "chat" que tuvo sobre el tema con Linda Palma.

Por: Javier Uribe

Me dieron de alta en la clínica Montserrat, donde fui recluido por desvariar tras mi adicción a La voz Colombia. De gran ayuda para mi estado emocional fue el otorgamiento de la ciudadanía colombiana a Ricardo Montaner, ya no haciendo gala el presidente Santos de sus habilidades para el póquer, sino para el parqués. De un movimiento encarceló a Montaner en la ciudadanía, con lo cual, develando sus habilidades no en el póquer sino en el billar, a tres bandas —y harto de esperar el triunfo internacional de Charlie Zaa— sumó para el país los logros artísticos del venezolano, se hizo a una nueva locomotora, esta vez musical, y a un nuevo sujeto tributario para la reforma recientemente aprobada en la que los columnistas, por ganar menos de un salario mínimo, no estaremos gravados. Al final, ya no acudiendo al póquer, sino como versado jugador de escondidas americanas, el presidente se fundió en un abrazo de varios minutos con el colombo-venezolano y, ceremoniales, en una práctica poco común de la ortodoxia heterosexual, cada uno izó bandera.


No menos importante en este proceso de recuperación ha sido Linda, mi Linda Palma y me disculpan el posesivo “mi”. Como lo sabe el país político que me conoce, una de las doce uvas que engullí este 31 de diciembre fue en nombre nuestro, mío y de Linda. Luego, jugando a los aguinaldos con un amigo —el beso robado—, logré hacerme a su PIN. Al final, Linda, me aceptó en su chat. 

—Amor, ¿viste lo de Montaner?
—¿Quién es?
—¿No sabes? (emoticón con signo de interrogación). Trabajas con él. El venezolano, ahora colombiano, nacido argentino, residente estadounidense. En La voz era el representante de Dios sobre la Tierra, o sea, el mánager de Dios, Ricardo Montaner.
—Digo que ¿quién es usted?
—¿Yo? (emoticón con cara riéndose). Tú sabes quién soy. Pero te decía que como colombiano, Montaner comprenderá por fin lo que es una visa negada. Una fila especial de acceso aeroportuaria. Una revisión con chuzos de la maleta. Un decomiso de bocadillos veleños, achiras y manjar blanco. Vivirá lo que los colombianos, cuando un gendarme de inmigración de dos metros, al terminar la requisa, quede en capacidad de dictaminar si uno padece de varicocele de izquierda, si la próstata se encuentra en orden, si hay un OK con las almorranas.
—¿De qué me habla? Yo a usted no lo conozco, señor.
—Ya nos conoceremos, no hay que apresurarse. Ten fe. Como Montaner, que la tiene y dice: “…Yo simbolizo esa posibilidad de que algún día venezolanos y colombianos sean considerados como una sola patria”. ¿Lo entiendes, Linda? ¡Revive el sueño bolivariano! Ya no encarnado en Chávez, sino en Montaner, con su Twitter y su vibrato. Seguro más personas apoyarán sus trinos. Se le unirá Esperanza Gómez, no con su vibrato sino con su vibrador de cinco pilas.
—¡Lo voy a denunciar!
— (Emoticón sorprendido) No es para tanto. Sé que hay gente que espera años por la nacionalidad, pero es una potestad del presidente. Es más, si se reelige Santos, vamos por Franco de Vita. Así, mientras en Venezuela nacionalizan petroleras, nosotros nacionalizamos cantantes. Son políticas macroeconómicas.
—¡Lo voy a denunciar por acoso!
—No es acoso, es que Montaner es evangelista, entonces le gusta andar divulgando su culto, hay que ser tolerantes, incluso nosotros a quienes Dios nos hizo ateos (emoticón dedo pulgar levantado).
—¡Un viejo verde es lo que es usted!
—Verde no. Azul. De Millonarios campeón y sus 14 rutilantes estrellas que he vitoreado desde mi silla de oriental general. Pero si es un obstáculo, dejo al equipo de mis afectos digno, triunfante y en la cumbre, y me retiro para entregarme a la barra brava del Alianza Llanos que sé, Linda Isabel, es el equipo de tu familia y a cuyos emblemas hoy, como Montaner, acepto como nueva ciudadanía futbolística.
—Ni siquiera me conoce; nací en Barranquilla, soy del Junior.
—Bueno, eso sí tendremos que llevarlo a nuestra primera sesión de terapia de pareja. Yo estaba dispuesto a ceder con el Alianza Llanos, pero el Junior ya es otro carnaval. Preferiría la ciudadanía venezolana.
—Por favor, no me vuelva a escribir.
—Estoy de acuerdo (emoticón ojo guiñado). Veámonos, es mejor. Concertemos una cita en algún café. Uno por acá en Sibaté, a donde me trasladaron de la Montserrat. Ya lo he imaginado. El encuentro será en una tarde iluminada por la palidez de una luna menguante. Te estaré esperando, con aire interesante, inmerso en la lectura del periódico ADN. Te sentiré llegar. Cortarás el aire con tu señorío, tu torería, tu empaque, tu embrujo, tu temple, tu cadencia. Un amago de pérdida de control de esfínteres me aturdirá la entraña. Sonreirás. Me harás la V con los dedos índice y corazón en señal de La voz. Me aseguraré de que Ponce no te haya seguido. Me reconocerás al instante cuando repares en que represento a aquel hombre que es todo menos lo que alguna vez soñaste. Hablaremos de lo divino y lo humano; o sea, de Jose Gaviria. Reiremos a nuestras anchas (emoticón con corazones).
—Señor, lo voy a borrar del chat.
—Me parece regio (emoticón carita feliz). Encerrado como estoy, no me queda alternativa diferente a abrir una cuenta en Twitter. Invadirán mi privacidad, acabarán con mi tranquilidad y terminaré en el hacinamiento de ideas en 140 caracteres como si se tratara de una cárcel colombiana o alguna de las salas VIP de Avianca. Pero lo hago por ti, Linda, contáctame: @ElNegroUribe.
El chat nunca fue leído. Luego me eliminó de sus contactos. No tuve a quién enviarle un emoticón carita triste.
@elnegrouribe

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