12 de septiembre de 2005

Elogio de la herejía

Por: Eduardo Arias

Herejía... Este es un tema que desde hace mucho, mucho tiempo ronda por mi cabeza y que cobró un inesperado vuelo a raíz de las fotografías y el texto de Fernando Vallejo con el cual SoHo recreó la pasión de Cristo. Me encanta la sonoridad de la palabra, así como la de sus primas hermanas anatema, sacrilegio, blasfemia y profanación. Ah, hay otra: iconoclasta.
Detalle al margen: aún recuerdo el recibimiento que le dieron en Holanda a SS Wojtyla... condones voladores que saludaban el paso del papamóvil, pancartas en las que le solicitaban al Santo Padre que consagrara el aborto como un sacramento... "¡Herejes! ¡Impíos! ¡Arderéis por toda la eternidad en el Averno!". Porque si hay algo tan fascinante como la herejía misma son las maldiciones en nombre del Señor: "¡Rey Felipe, papa Clemente, canciller Guillermo, antes de un año os conmino a comparecer ante el tribunal de Dios!".
Es que la religión, vista desde afuera, es un verdadero deleite. Pocos temas tan fascinantes como las Cruzadas y todo ese rollo que se ha vuelto moda a raíz del fenómeno de El código Da Vinci. Y lo religioso, desde un punto de vista estético, suele ser, como dicen en la muy católica y confesional y contrarreformista España, "de puta madre". ¿O acaso existe algo más majestuoso que una catedral gótica erigida con la tecnología hereje de templarios y masones? ¿O acaso existe algo más sobrecogedor que un oratorio o una cantata del hereje luterano Johann Sebastian Bach? O qué tal la letra de Quiero ser santa, la mítica canción del grupo español Parálisis Permanente: "Quiero ser canonizada/ azotada y flagelada/ levitar por las mañanas/ y en el cuerpo tener llagas./ Quiero estar acongojada/ alucinada y extasiada/ tener estigmas en las manos/ en los pies y en el costado./ Quiero estar martirizada/ y vivir enclaustrada/ quiero ser santificada/ viajar a Roma y ver al papa./ ¡Quiero ser santa! ¡Quiero ser beata!/ Quiero que cuando me muera/ mi cuerpo quede incorrupto/ para que todos los que me vean/ se queden muertos del susto". Y acá en Colombia... no más la puesta en escena que hizo la actriz Laura García de las visiones místicas de la Madre Jerónima o los textos alusivos a la religión y el pecado del montaje teatral La procesión va por dentro, del grupo Pirámide.
Pero lo que en realidad me atrae de la herejía es el significado mismo de la palabra. El hereje es aquel que está o vive en el error. Y estar o vivir en el error es no comulgar con una verdad absoluta o estar en contra de ella. El que duda. El que piensa que existen probabilidades, diversidad de puntos de vista. En fin, el cuento aquel de los sistemas de referencia de la Relatividad Especial, el principio de incertidumbre...
Una de las ventajas de ser hereje es que uno no tiene que jugarse el baloto de la salvación eterna. La prédica, por ejemplo, de un adventista del séptimo día, dice: "Nosotros somos la Verdad y el resto es el Anticristo". El mismo discurso lo repite un Testigo de Jehová. Y como solo dentro del cristianismo existen tantas Verdades Absolutas juntas y simultáneas que proclaman en un coro cacofónico que el resto es el Anticristo, pues atinarle a la Salvación Eterna es una verdadera lotería. En el hipotético caso de que exista la Salvación y el Fuego Eterno, obvio. Y si a eso se agregan las otras religiones monoteístas, absolutistas y excluyentes...
Pero el hereje tampoco tiene que jugarse el baloto del ateísmo ni del racionalismo ni del positivismo científico. Porque las Verdades Absolutas de la ciencia, la razón, la tecnocracia y el materialismo (así como la del ateísmo) terminan siendo tan dogmáticas como cualquier religión fundamentalista.
Sencillamente este es un mundo tan complejo que lo único a mano son infinidad de modelos que permiten interpretar la realidad. Pero de ahí a que cualquier modelo de esos -llámese ciencia, macroeconomía, religión o lo que sea- sea La Verdad...
Vivir en el error, es decir, no matricularse con ninguna verdad absoluta, no es otra cosa que dudar. Y cuando uno duda aprende a escuchar un poco más a los demás. Y, de paso, le ahorra al mundo cuatro cruzadas, el exterminio de las civilizaciones precolombinas y dos guerras mundiales, entre muchas otras cosas.
Por eso es tan bacano ser hereje.
P. S.: Y a propósito de atentados y ofensas contra los lectores de SoHo y la lengua castellana en general, el artículo del magistrado Reyes. ¡Qué vaina pa‘ mal escrita, no joda!