11 de febrero de 2004

En carne propia

La Loma está estrenando sede, en la 14 con 94, a tiro de piedra del parque de la 93, pero lejos, muy lejos en calidad y atención de todos los restaurantes de la zona. acepte un consejo: vaya a La Loma.

Es carnívora en todo el sentido de la palabra. Está siempre muy pendiente de provocarlo, tiene clarísimos sus atributos y sabe ser una mujer como dios manda. Es tan segura de sí misma, que pocos parecen darle la talla. No es la vieja de llevar a la cama una noche y ya. Es más, ir a la cama con ella una sola vez puede generar el más imbatible de los apetitos. Por eso tiene que tratar de conquistarla con un estilo diferente, que lo haga destacarse en la larga fila de pretendientes que inocentemente van por lana y, seguro, saldrán trasquilados. Si quiere carne, carne tendrá.
A esta vieja la han llevado a todos los restaurantes que existen en la ciudad, en todos existe una historia previa, algún referente. Si quiere que se acuerde de algo mucho más 'personal e intransferible', SoHo le sugiere que vaya a La Loma, que ahora está en una casa muy acogedora de la 94 hecha por el famoso arquitecto Victor Schmid (Colegio Helvetia) y que es el lugar perfecto para los carnívoros. Es indiscutible que en La Loma le van a dar buena carne. Pero ojo, su dueño asegura que es de los pocos restaurantes argentinos que son restaurantes de verdad y no solo lo que se conoce como 'parrillas'. El menú lo confirma: hay unos tortellini de jaiba, diferentes sobre todo porque la pasta está hecha como la hacen los rusos, que es con leche y no con agua, y un lechoncito adobado al horno que es delicioso. Cada cosa que le ponen a uno en la mesa es de una particularidad impresionante. El pan está horneado allá mismo y viene acompañado con una mantequilla (mantequilla de vaca, la de verdad) con queso azul que tiene un sabor realmente especial, así como el paté con ciruelas, hecho en casa también. Aparte de buena carne, los acompañamientos son deliciosos y hay esmero en todo. Hay, por ejemplo, unas zanahorias salteadas en mantequilla con azúcar y zumo de naranja que no se le van a olvidar. Aunque en un principio le suene como fuerte, de entrada puede pedir chinchulines o riñoncitos de ternera. De principio a fin va a entender que los placeres de la carne tienen que ser explorados a fondo y no solo con un lomito de res. Y que además deben ser acompañados por un buen vino tinto, que en La Loma sabrán recomendarle. No podemos más que decirle que lo viva en carne propia y que tal vez así logre hacer la diferencia y levantarse a la carneivora.