16 de noviembre de 2017
Entretenimiento
Blog Manuela desea: El exnovio de mi amiga, de polvazo a decepción
En esta oportunidad Manuela cuenta cómo tuvo que soportar la tusa de su amiga.
Por: Malú PosadaAlguna vez una profesora hablaba del significado del silencio. Hay que ser un poquito bruto para creer que el silencio no tiene significado, en fin. La profesora decía que en las historias, en la vida, un silencio puede significar una pausa para luego continuar o un final.
(Blog Manuela desea: Confieso que me encanta un compañero de trabajo)
Hace unos días Alejandra me llamó a preguntarme qué significaba el silencio de tres días de su semental. Llevan un par de semanas saliendo, todo muy romántico, según ella, todo muy productivo, todo sexo, sudor y orgasmos. Pero de la nada, el semental no apareció a una cita y, al parecer, estuvo muy ocupado como para verla en una semana.
Alejandra entró en pánico, vio deshacerse su buena fortuna y se puso un poco, digamos, dramática. Los primeros días de la ausencia del hombre me dijo que extrañaba mucho el sexo con él, que yo no podía imaginarme lo bueno que era en la cama, que el tipo cogía como un salvaje y que era lo mejor que le había pasado. Yo ya empezaba a desear ser así de bien cogida. Luego, después de hacerle unas cincuenta llamadas al hombre y de quemarle el celular a punta de mensajes, el tipo le dijo que se estaba separando, que se sentía un poco confundido y que, por favor, no lo llamara tanto porque su novia había regresado de viaje y él no quería que ella se diera cuenta de lo que había pasado.
(Blog Manuela desea: Cambié el sexo de una noche por un dildo)
Alejandra se puso histérica, se apareció en mi apartamento con una botella de ron, lloró, me mostró sus fotos juntos, me habló del sexo maravilloso, de lo lindo que era su semental, de todas sus, infladas, virtudes. Vomitó mi sofá, durmió sobre él, se despertó con los ojos hinchados y juró que eso no le volvería a pasar, que la próxima vez elegiría bien.
Esa promesa la viene haciendo hace un par de años, la hago yo también, ni más faltaba, sólo que Alejandra no varía la ecuación y al final, se sorprende cuando el resultado es el mismo. Nos embobamos todos un poco con eso de repetir los pasos y esperar un desenlace diferente.
Unos días después la llamé para ver cómo seguía y Alejandra, con su orgullo lastimado, me contestó que bien, que cómo más iba a estar, —tampoco era para tanto—, me dijo y que, total, al tipo no le ponía dura del todo. Yo le dije —Ale, pero no me habías dicho que…—. —Que la tiene flácida, fue lo único que dije —. Y yo hice silencio.
- -Diarios de fracasados: Elogio al hombre ‘güevón’
- -Blog Manuela desea: Confieso que me encanta un compañero de trabajo