17 de diciembre de 2008

Instrucciones para no embarrarla en la fiesta de la empresa

En diciembre, empresa que se respete hace su buena rumba. Juan Francisco Arbeláez, un hombre de mucha experiencia en estas lides, ofrece unos cuántos consejos para no embarrarla.

Por: Juan Francisco Arbeláez
Instrucción No 7. Cuide mucho su proceder a la hora de medírsele al famoso "trencito". | Foto: Juan Francisco Arbeláez

1. Como primera medida, evite dárselas de aguantador con el trago y no se le ocurra la brillante idea de "calentar motores" antes de subirse al bus que lo llevará a un restaurante campestre o a una finca alquilada. Calentar motores es empezar con unos traguitos desde el bus de ida. Si lo hace, tenga por seguro que antes de que sirvan el almuerzo (que generalmente es ternera o bufé criollo, que es lo que más nos gusta a los colombianos con perfil de fiesta empresarial), va a estar en calidad de trapo y todos, absolutamente todos sus "compas" de oficina le van a poner sombreros, salsa de tomate en las manos, le van a amarrar los dos zapatos, y en general le van a hacer toda clase de chanzas pachunas mientras usted yace caído y vomitado encima de una mesa ante la risa lastimera de todos, sobre todo de su jefe, quien con seguridad el lunes siguiente le va a preguntar: "¿Cómo?, ¿amaneció, Martínez? Tomate unito, ¿no?"

2. Piense bien y con cabeza fría a quién le va a echar los perros en la fiesta. No se le ocurra "hacerle el favorcito" a la más fea de la empresa porque la favorecida lo correteará por el pasillo de los tintos y lo secuestrará el próximo día hábil, en un baño de esos en los que se ven los pies. Si en cambio, piensa ser el dandi de la fiesta y levantarse a la más buenona, identifique bien quién es el objetivo, no vaya a ser que se trate de la hija de su jefe o de la del jefe de personal.

3. Si usted es jefe y es varón, mida sus palabras antes de sacarle los trapos al sol al de contabilidad o de sacar a bailar a la secre para poner en evidencia sus ganas de echársela al diente y ser el centro de comentarios como "claro, como él sí es el duro… el dueño del aviso…" provenientes del mensajero de moto que, dicho sea de paso, es el novio eterno de esa misma secretaria.

4. Si de lo que se trata es de una jefa, tenga la certeza de que será el mismo mensajero de moto el que le pedirá que "le conceda una pieza" y desde que la arrastre a la pista comenzará con un rítmico tzt-tzt-tzt que imita la guacharaca de la música tropical en un mosaico interminable de esos que recorren Salsipuedes, pasan por San Fernando y terminan con la Feria de Manizales.

5. Cuando ya estén entrados en gastos, trate de no hablarle al jefe puyándolo con el dedo índice en el pecho para decirle que "usted sí es un berraco, Carlos" (sin el "doctor"), mientras le va disparando una ráfaga de babas con cada frase que pronuncia. Si quiere hasta tómese la foto de rigor abrazándolo, aun cuando el tipo tenga seis brazos más encima de él, todos queriendo salir muy cerca, para luego poner un portarretrato en el corcho de la oficina o en la sala de la casa.

6. Cuidado: siempre hay juegos de integración. Rana, tejo o, en los más cachés, hasta becerrada. Lúzcase, pero con recato y decoro. Nada de embadurnarse las manos con babas para que agarre más cualquier adminículo que sea de lanzar; nada de ganarle al jefe de personal, aunque este sea el más torpe y descoordinado. 

7. No se atreva a promover la botella de prendas, la verdad o se atreve, ni el trencito "cojelón" con lanzada de patica a lado y lado porque eso después es para problemas. Termina agarrándole la nalga a un amigo y pasará de ser "Ricardo el serio", a ser el Juan Gabriel de la oficina.

8. Rifen lo que rifen, si usted es un afortunado ganador, acérquese a la tarima gritando y levantando los brazos al estilo El precio es correcto. Si está extrovertido dedique unas palabras al jefe y al evento mismo. Es triste, pero trate de no pensar que todo ese agradecimiento infinito es solo por una plancha o por una licuadora.

9. Actúe con naturalidad. Si hay varias mesas y usted está en su lugar, con los suyos, saque tranquilamente el mondadientes (palillo) y consérvelo a flor de boca haciéndolo bailar de lado a lado de los maxilares. Pero si está en una mesa mezclada, es decir, con superiores y con subalternos, aguántese las ganas de hacer eso y también reprímase de pedir que le envuelvan un poco de costilla y chinchulín para el calentaíto de mañana o para llevarle a la familia.

10. Ni por el chiras se las dé de empleado ejemplar cantando el himno de la empresa y tampoco haga gala de conocer lo que es "misión - visión" de la compañía. No se equivoque: esos gestos de patriotismo no se traducirán en un aumento de bonificación decembrina.

11. Si quiere conservar lo poco de imagen que le queda, no haga el baile de sostener la bomba frente con frente o el de la manzana mordida en pareja, ni mucho menos el de pechito con pechito. Para esas alturas su aliento debe ser peor que el de un gato de taller y su pareja lo va a resentir.

12. Sea cauto en el vestir. Nada de sudaderas, aun cuando el festejo sea un fin de semana. No olvide que es posible que a algún recreacionista le dé por inventarse un juego en el que hay que estar sin zapatos y usted resulte con las medias rotas. Échese desodorante porque la bailada es tesa y sobre todo en esas empresas tipo Mipyme la cantidad de personal es considerable y puede padecer de "jesusa", mejor conocida como chucha.

13. Ya al final, aproveche para hacer la rumba en el bus de regreso y ahí sí suelte amarras: Cante, baile y sacúdase con los altibajos de la carretera, siempre agarrado de las barras del techo y con la camisa desabrochada y a medio salir. Sude a chorros y calcule unos kilómetros antes de la llegada para sentársele al lado a la guapa que lo trasnocha. Ya para ese entonces no va a importar que sea la hija de nadie porque la mayoría va a estar babeando de la rasca en sus respectivos puestos. Apresúrese y conquiste a la dama con ayuda del poco trago que queda y con la media de aguardiente que encaletó de ida en los compartimentos para las maletas. Si es posible, dígale al chofer que lo deje cerquita de una residencia porque "es que ahí se coge transporte más fácilmente".

14. Por último, no olvide la posfiesta. Ese es el capítulo en el que durante una semana se hacen en la oficina y a la hora de almuerzo los comentarios de todo lo que pasó. Usted haga de cuenta que no estuvo ahí y escúdese en que es que "Dios si cuida a sus borrachitos". Ni se le ocurra pensar que porque pasó un "rato agradable" puede llamar al jefe por su nombre con diminutivo. Más bien dígale lo de siempre: "En todo caso, me disculpa lo malo, ¿ no?".