10 de julio de 2001

Libros

Libros











El
mar del olvido

ANDRéS RIVERA

Editorial Planeta

344 páginas

Existen diferentes maneras de aproximarse a un libro. Por lo general, elegimos una novela por comentarios de amigos o elogiosas reseñas publicadas en los periódicos y las revistas. Y eso está bien. Lo sorprendente aparece cuando un libro llega a nuestras manos sin recomendación alguna. Con la nueva novela del escritor colombiano Andrés Rivera sucede que, prácticamente, nadie nos la recomendaría por la sencilla razón de que, en un país donde no se lee, los escritores nacionales que apenas comienzan carecen de buenas campañas de marketing. No son García Márquez con todo su aparato comercial montado antes de cada lanzamiento, ni son los tradicionales autores que viene de afuera con nombres tan llamativos como Bryce, Kureischi, Tabucchi, etc. Por eso, hay que acudir al odioso poder de la prensa para que alguien emprenda la lectura. En su segunda novela, publicada bajo el título El mar del olvido (hace un par de años salió al mercado su ópera prima La carne de Eva), Rivera da muestra de madurez. De riguroso trabajo por contar una historia acudiendo a todas las armas necesarias para que sea verosímil. Aunque por momentos su narración puede parecer anacrónica en términos de nueva literatura, la deuda queda saldada con el estilo que esgrime para contarnos una historia donde se vislumbra la feria de vanidades que corroe al ser humano, esta vez, en la piel de dos hermanos que vuelven a encontrarse después de haber andado con asombro por el mundo. Enmarcada en la primera mitad del siglo XX, El mar del olvido responde con claridad al abrebocas con la que se ha querido divulgar: “Andrés Rivera rescata del olvido una historia apasionante actual, como si sacara del fondo del mar un bergantín naufragado para, con mano de restaurador, darle vida a su esqueleto y viento a su velamen”. Hay que leerla.

La
música del azar

PAUL AUSTER

Anagrama

251 páginas


Del escritor estadounidense Paul Auster se ha llegado a afirmar que es el nuevo rey de la literatura gringa. Que lo ha venido haciendo desde sus primeras obras. Que quien no haya leído la Trilogía de Nueva York es mejor que salga ya y la compre. De Auster se han dicho muchas cosas, y todas con razón. En La música del azar se encuentran muchas respuestas a los calificativos elogiosos que lo describen. Nashe, un hombre mayor con una fortuna en sus bolsillos, y Jack Pozzi (‘Jackpot’), un joven jugador de póker, se dan cita en las páginas de esta novela para vivir una historia atroz donde la dicción al juego y la desesperanza por la vida tienen su momento máximo en la resignación. Una novela para no pararse del sillón durante un buen par de días.
 
Ébano


Ryszard Kapuscinski

Anagrama

340 páginas

El periodista polaco Ryszard Kapuscinski es, tal vez, una de las
personas que mejor conoce a los africanos. Sus constantes visitas —y estadías—,
desde 1957, han hecho que su vida sea una verdadera exploración por el continente
africano. Con Ébano, Kapuscinski demuestra por qué es considerado el mejor
reportero del siglo, el padre del periodismo descriptivo, el gurú de los
viajes periodísticos, ya que disecciona con maestría todos los hábitos y
costumbres de los habitantes de los diferentes países de África, sin pasar
por alto la problemática social y política que rodea a muchos de ellos.
Un libro, hay que decirlo sin temor, para viajar por África sin tener que
salir de casa para aguantarse muchas, pero muchas, horas de avión.
   
Carnaval
de Barranquilla

Samuel D. Tcherassi


Cuando se piensa en un libro de fotografía es lógico pensar que se sumará
a la lista de nuestros ejemplares de decoración; esos que se ponen debajo
de una mesa y que sólo son hojeados por las visitas. Sin embargo, con Carnaval
de Barranquilla, franadulerías y pregones del 2001 sucede que tiene doble
funcionalidad: la primera, por supuesto, que es un libro perfecto para decorar.
Y la segunda, que pese a todo es un ejemplar también para leer y, por qué
no, releer y disfrutar de todos los personajes que año tras año se dan cita
en el carnaval más ruidoso y colorido de Colombia. María Moñitos, las Marimondas,
los diablos arlequines y el Cuatro patas, entre otros, se dan cita en la
tercera edición de este libro que puede ser un buen regalo para las suegras
en su cumpleaños.


¿YO, GANSTER?
Vicente Muerto


Tengo que esperar. Hace un rato me llamó Catalina, “nos vemos a las cuatro de
la tarde. Paso por tu casa”. Le dije “te espero” y me senté a leer un libro
de Dashiell Hammett; era un libro pequeño, una novela policíaca de no más de
90 páginas, Sam Spade tenía que resolver un caso poco común: toda el hampa de
Estados Unidos, atracadores, pistoleros y raponeros de billeteras de todos los
estados, habían llegado a Nueva York para robar un banco. Eran más de cien rateros
y el título de la novela no podía ser otro: El gran golpe. Terminé la novela
poco antes de las cuatro. Todavía tenía en la cabeza el último disparo de Spade
y la imagen achacosa del cerebro de toda la operación cuando sonó el teléfono,
“Oficina de Detectives Vicente Muerto”. Mi amiguita iba a tardarse un poco más
y mi chiste no le hizo mucha gracia. Se encontraba en un club en las afueras
de la ciudad y su acompañante estaba tomándose un whisky, “es imposible hallar
un taxi. Tengo que esperar a que termine”. “Está bien”, le dije. Colgué y encendí
un cigarrillo. Pensé en ella como la acompañante de uno de los gángsters de
la novela. Los gángsters siempre están bien acompañados. Sus mujeres son rubias
despampanantes y un tanto bobas. Nunca discuten las decisiones de sus hombres
y son fieles hasta la muerte. En el libro que acababa de leer había un par de
buenos ejemplos. Una de las mujeres de la novela siguió a su grandulón hasta
la boca del lobo, arriesgó su vida y lloró por él cuando Spade le disparó en
un hombro para dejarlo fuera de combate. Otra fue más lejos, buscó a Spade para
que le confirmara la muerte de su querido gángster, se la confirmaron pero no
quiso revelar ni un solo dato del golpe… —Juro por Dios que quisiera poder hacerlo.
Pero yo soy hija de John Cardigan, el ‘Cajacartón’. No soy quién para delatar
a nadie. Tú estás del otro lado y yo no puedo pasarme al tuyo. Ojalá pudiese.
Pero la sangre de los Cardigan es demasiado poderosa. A cada minuto desearé
que le eches el guante y que estén bien muertos, pero… Mi teléfono volvió a
sonar. Catalina había peleado con su amigo. Alguien se ofreció a llevarla y
al fin venía en camino. Ya era la una de la mañana. Había empezado otra novela
policíaca y me daba cuenta de que la espera no encajaba en ninguno de los prototipos.
Yo no era un detective ni quería serlo, tampoco tenía las agallas para convertirme
en un gángster; Catalina era rubia pero no tenía ni un pelo de tonta. Calculé
que iba a tardar unos 20 minutos más. Dejé la novela de Hammett a un lado y
fui a mi biblioteca. Tal vez me convenía más una novela del Marqués de Sade.
Cata ya iba a llegar.