15 de febrero de 2010

Los restaurantes al tablero

SoHo estrena crítico gastronómico: Santiago Losso. Y también esta sección de crítica donde él no tragará entero. Su primera experiencia: Nazca.

Por: Santiago Losso
| Foto: Santiago Losso

Desde hace alrededor de tres años Nazca sirve a los comensales bogotanos cocina criolla peruana con categoría. La semana pasada reservamos Estercita, mi esposa, y yo para cenar de nuevo en este restaurante, que conocimos a los pocos días de inaugurado. Y valga la recomendación para los lectores: reserven siempre, para evitarse molestias, demoras y cambios de ubicación indeseados a última hora. Sigamos con lo nuestro: nos acomodaron en unos sofás del hall, donde un mesero muy atento tomó la orden de bebidas. Los meseros de Nazca son adultos y están vestidos con elegancia: corbata, mangas de camisa, delantales largos, ropa oscura. Los meseros de verdad se agradecen: nadie atiende peor que los universitarios de peinados raros con aretes en los labios, que hacen pucheros o mala cara mientras uno decide qué va a comer.

Una vez instalados pedimos, cómo no, unos pisco sours. Muy bien preparados: jarabe de goma en cantidad medida para el exacto dulzor, delgada capa de clara de huevo, contundencia del limón y el pisco. Lo que no nos gustó fue el tamaño del vaso: pequeño, apenas está uno entrando en calor debe pedir el otro. Y ya se sabe que este coctel es el dry martini de los Andes: dos golpean en la lengua y las piernas. Nos quedamos en el primero y pasamos a las entradas.

Para comenzar, recomiendo los piqueos, tanto el frío como el caliente. Me gustó más el primero: no he probado un mejor pulpo al olivo en Bogotá, y la combinación con las otras tapitas es perfecta (causa de mar, cebiche y pescado escabechado). Uno se puede quedar en las entradas y sale muy bien librado de Nazca, pero Estercita y yo somos golosos a pesar de nuestras venerables edades, así que nos despachamos hacia los platos fuertes. Me decidí por una "Nazca Line 1", una especie de combinado que incluye carapulca de chanchito, lomo saltado y pescado a la chorrillana. No entendí muy bien las razones que me dio el mesero para hacerme desistir de pedir este plato: primero me dijo que se demoraba "al menos 30 minutos", tiempo que me pareció adecuado. Insistí y el hombre expuso otras razones confusas. Administradores, meseros: si no tienen algo de la carta díganlo con tranquilidad, no monten paros raros ni digan mentiras. Al fin pedí una corvina a lo macho: filete sobre una salsa a base de ají, con langostinos y anillos de calamar, acompañado todo por puré. La salsa estaba suave y aromatizada, los mariscos en su punto, la corvina —lástima— pareciera que pasó por el congelador y resultó pastosa: pecado mortal en un restaurante peruano. El lomo saltado de Estercita estaba de lujo.

Los postres estaban tan ricos como las entradas y el lomo. Mi señora pidió sorpresa de chocolate, unas masas crujientes rellenas de chocolate, acompasadas con un fresco helado de vainilla. La panza de este servidor creció un par de centímetros con un ponqué tibio de limón, escoltado por unos bananos al pisco gloriosos, helado de chocolate y coronado por suave merengue. Lo más flojo del plato, miren por dónde, fue el ingrediente que le da el nombre, el ponqué de limón: tenía más días de lo recomendado. Sin embargo valió la pena pedirlo.

Por dos entradas, dos platos fuertes y dos postres más un par de pisco sours, sin vino, pagamos más de 200.000 pesos: algo alto, teniendo en cuenta el desaguisado de la corvina. En un restaurante de esta categoría y estos precios todo tiene que estar perfecto.


Tentempiés sobre Nazca

Para repetir: El piqueo de mar frío (y las entradas en general)

Para destacar: La atención, el ambiente, la propuesta gastronómica

Para olvidar: La cuenta

Dirección: Cl. 74 N.º 5-28

Teléfono: 321 34 59

Precio promedio por persona: Más de $70.000
 


La carta

Nazca ofrece variedad

de cebiches pero sin abusar de la creatividad: nada de leche de coco, plátano maduro, aguacate u otros inventos desafortunados tan de moda en las cartas bogotanas.bebidas

Un bar surtido al tiempo que una carta de vinos selecta: ni muchos ni muy pocos, todos pensados para acompañar los platos de la mejor manera. Los precios, como los de los platos, son altos.