9 de marzo de 2006

Si Medellín fuera la capital de Colombia

Imagíneselo por un momento. Imagíneselo por un artículo, este, en el que una de las plumas paisas más respetadas se la juega soñándose un país en donde la Capital de la Montaña sea, de verdad, la capital de todo.

Por: Alberto Aguirre
| Foto: Alberto Aguirre

Retornaría el Corazón de Jesús. Se averigua: ¿Qué ocurriría si la capital de la República fuese trasladada a Medellín? Se hace, pues, una exploración de mundos posibles. Otra consecuencia que se apunta así de entrada: El Tiempo pasaría a ser un periódico de provincia.

Una advertencia: las verificaciones que aquí se hacen no implican en modo alguno un juicio de valor; esto es, no se insinúa siquiera que aquello que podría suceder sea bueno o malo, justo o injusto, convenga a la mejor salud de la Patria o vaya en su desmedro. Son como los hallazgos del entomólogo en el microscopio. También puede acudirse a una referencia de mayor alcurnia intelectual; lo que dice Spinoza: "El filósofo, que entiende, ni ríe ni llora". Para hacer más precisa la prevención, se repite que es filósofo el que entiende. O sea, que para llamarse filósofo basta entender. Y cuando se entiende, por duro y lacerante que sea el golpe, ni se ríe ni se llora.
Nadie es llamado a reír, ni tampoco a llorar, por el hecho de que retorne al trono de la Patria el Corazón de Jesús, ni porque El Tiempo sea abajado a periódico de provincia. Solo explicarse el fenómeno. Dado que lacapital de la Montaña pasaría a ser la capital de la República, las autoridades mayúsculas de la Nación, rodeadas por esa masa de fe y rodeadas por esas montañas cerreras y retrógradas, volverían a entronizar el culto sacro del Corazón de Jesús, y se volvería a celebrar con truenos y tambores y festines, en campos y poblados, su día reverendo, repitiéndose ese día la virtuosa y ejemplarizante consagración de la Patria al Corazón de Jesús, con la presencia del señor Presidente, de los señores Ministros, de los Magistrados de las Altas Cortes, del Cuerpo Diplomático en pleno, encabezado como lo exige el protocolo por el Nuncio de Su Santidad, y de las niñas de las escuelas públicas en traje níveo. Dado ese amparo, que te guarda de pecados y tentaciones, nadie volvería a hablar siquiera de aborto, ni mucho menos de himeneo entre homosexuales. Para ahorrar, y garantizar al mismo tiempo la integridad de la fe, el Cardenal Primado fungiría como Ministro del Interior y de Justicia. Los cuadernos escolares, ahora editados por el Ministerio de Educación, eliminarían de sus tapas la efigie biringa de Valentina Acosta, que excita indebidamente a los niños y a las niñas (inclusive) cuando se dedican a aprender dónde queda Samarkanda, y pondrían en su lugar la estampa empenachada del Corazón de Jesús, con su mano sobre el pecho como abierto en canal, y esta leyenda en letras moradas, mayúsculas, tipo punto 40:

Corazón grande
Si la capital fuera Medellín, por fuerza de la geografía, de la historia y de la sociología, Bogotá pasaría a ser un burgo de provincia. La capital, por el solo hecho de serlo, le confiere a la ciudad misma, y a todo lo que allí pasa, y a todo lo que allí se decide, se piensa y se intuye, una eminencia y una dignidad. No es la cosa en sí, sino que se origina en la capital. El Tiempo se vería reducido a su naturaleza provinciana, escaso en circulación y corto en influencia. Se observa que los grandes diarios se editan en la capital. El Manchester Guardian, diario de gran fuste, que se hacía en Manchester, puerto de provincia, se pasó hace años para Londres, y ahora se llama solo The Guardian. ¿Podría El Tiempo trasladarse a Medellín para recuperar peso y capitalidad?
 
No han sido raros estos trasteos. Recuérdese que El Espectador, aún adolescente, y con esos mismos propósitos, se pasó para Bogotá. Pero no parece posible hoy aquel trasteo. A más del enorme peso de la maquinaria y de su rígido anclaje, están las estructuras mentales, también rígidas e inamovibles. Además, la proverbial cicatería del pueblo antioqueño determinaría baja en los avisos y en las ventas. El antioqueño es poco curioso y por eso no compra prensa. Y, además, en el noticiero de TV se ahorra los $1.200 del periódico, que, al mes, son $36.000, y al año, $428.000. Pa‘un paisa, un platal. Para lo cual recuerda el proverbio: de grano en grano llena la gallina el buche.
SoHo también se tendría que trastear. Y bien podría hacerlo, ya que se trata ante todo de talento y no de máquinas. Se entiende que una revista de este tipo no podría existir en una ciudad de provincia, que ya eso sería Bogotá. Pero el aterrizaje en su nueva sede sería azaroso, porque Medellín, aunque fuera la capital, carga con una tradición de provincianismo que forma costra histórica; y esa costra no desaparecería por el solo fíat de hacerla capital. Le tocaría enfrentar la mojigatería del Corazón de Jesús. Pero allí estarían la plata y las conexiones, los lectores los buscarían en otra parte, y rogarían al Señor que no enviara a los Legionarios de Cristo a taponar la redacción, a encarcelar al señor director y a amonestar a las chinas (luego de vestirlas con hábito monjil).
Y una deriva de tal trasteo: el gran gozo con Daniel. Radicado en Medellín podríamos brindarnos ese placer mutuo, tanto tiempo esperado, de un almuerzo con bife de chorizo. Y repetirlo con cierta periodicidad. Pero brota un problema (no todo ha de ser miel sobre hojuelas en estos trasteos históricos): Medellín es hoy un erial gastronómico, y no por falta de empresarios, sino de comensales. Ya capital, con amplia clientela de diplomáticos y empresarios foráneos, florecerían buenos restaurantes, que sirvieran, a más de bife de chorizo, otras delicadezas, pues no se concibe una capital donde solo se sirvan frisoles y mondongo.
Como Bogotá, perdida la centralidad, no se beneficiaría del chorro munífico del Tesoro Nacional ni del gasto de turistas y empleados de alto rango, tendría que apretarse el cinturón y vivir por sus propios medios. Sin dilapidar. Un posible ahorro: se refundirían la Casa de Poesía Silva y la Casa del Florero, mediante la absorción que esta hiciera de aquella. Perfecto el arreglo: se ahorraría en administración, en celaduría y en aseo. No solo baja en los costos, sino integración de funciones. Al que llegue a ver el Florero le abrocharían, en casete pregrabado, portátil, el Nocturno de Silva, con lo cual se acendraría su emoción patriótica. Y las visitas guiadas a la casa presuntamente florida (alguna vez el Florero hubo de tener flores) se harían con acompañamiento de niñas vestidas a la usanza de Policarpa Salavarrieta, que irían recitando con voz tenue los versos de Julio Flórez, dedicados, de un lado, a la Madre, del otro, a la Patria. Así los colombianos podrían hablar de la Madre Patria.
Desaparecerían del espacio público Fanny Mikey y Gloria Zea, pues se habrían extinguido previamente, tanto el Festival Internacional de Teatro como el Festival de Ópera, que son los pedestales de dichas dignas damas. Y lo más seguro es que si le quitan la Ópera, Gloria deja el Mambo. Solo en la Bogotá actual encuentra Fanny el abundante público aborregado, bañado en esnobismo, que es capaz de asistir, sin siquiera mover las pestañas, a obras de teatro habladas en búlgaro, en checo y en polaco. No se entiende ni mu, pero los cachacos alzan el cuello y voltean bastón y bombín, creyéndose ahora sí los más cultos del continente. Qué va: del Universo Mundo, puesto que Fanny proclama que no hay en todo el globo un festival de teatro tan gordo como el suyo. En consecuencia, los bogotanos son hoy los más cultos del orbe. Es la hipocresía que genera toda capitalidad. Pero simulan gozar, aunque no se den cuenta ni del primer paso. Al fin, la cultura capitalina está hecha de puro disimulo. Por las misma razones dicen gozar en la ópera. Es posible que los antioqueños, afectados súbitamente del virus capitalino, aprendan pronto la hipocresía y digan que gozan con el búlgaro, de un lado, y, del otro, con los trenos del Barbero y con los trinos de la Traviata. Pero tardarían años en aprender el disimulo, y entre tanto se habrán enmohecido los trastos que hoy soportan, en Bogotá, ópera y teatro, fuera de que las dignas damas, doña Gloria y doña Fanny, no se irían a vivir a Medellín. Hay demasiado montañero. Por eso digo que harían mutis por el foro.
La Universidad de los Andes vive en yunta con el gobierno central: forman lo que se dice una Sociedad de Mutuo Auxilio. El mundo de la pelotica: me ayudas y te ayudo. La Universidad recibe prebendas, auxilios y sobre todo contratos (llamados de estudio), que le permiten prosperar y pagar jugosos sueldos, a más de puestos y coloca segura para sus egresados. Por eso no decae nunca la matrícula de extracción ventripotente. De su lado, el gobierno recibe de la Universidad, y de sus pensadores, un apoyo irrestricto. Al fin, olivos y aceitunos todos son uno. Los grupos de pensamiento establecidos en la Universidad, validan y justifican las políticas oficiales, afirmando que la Patria vive la más impoluta era de institucionalidad. Todo en el país es bueno y bonito, y la pobreza, un error estadístico que está en proceso de ser enmendado. Y entre los dos poderes forman una como lanzadera: si un alto funcionario sale del gobierno, ahí mismo encuentra coloca en la universidad. Y a la visconversa. Hecho aquel trasteo, la Universidad quedaría fuera de la capital, libre de su influencia y exenta de sus pedidos. Y el gobierno se liberaría también de la yunta. Estas complicidades de poder y ciencia se tienen que dar en áreas inmediatas, para facilitar almuerzos, reuniones súbitas o clandestinas, tratos debajo de la mesa. Internet no permite la yunta. Así, sin la apoyatura oficial, la Universidad de los Andes quedaría como sede alterna de la Universidad de la Sabana. No habría fricciones ideológicas.
Se acabaría la fama de Mockus y Peñalosa.
La estadística histórica señala que el 86,7 por ciento de los campeones del fútbol profesional han venido de provincia. Convertida Bogotá en ciudad de provincia, ahora sí el Santa Fe tendría chance de ser campeón.
Hay una eventualidad que sí pondría a llorar a más de un filósofo: cuñado por sus montañas y bajo el amparo fiel de sus montañeros, el doctor Álvaro Uribe Vélez se perpetuaría en la Presidencia de la República.
Requiéscat in pace.