¿Qué diablos hace un mexicano escribiendo sobre Chernobil, oscuros funcionarios norteamericanos del FMI, los padres del ADN, afganos, yuppies, poetas rusos, activistas, ecologistas y un dictador de Zaire, todo en una misma novela? Jorge Volpi, el niño genio de la literatura mexicana, esta vez parece que tuvo demasiado tiempo y demasiadas becas para escribir. La inquietante peligrosidad de novelas como En busca de Klingsor se diluye ante los intentos por abarcar una decena de países y una centena de personajes, que mueren atrapados en tramas inocuas, forzadas y/o falsamente actuales. Algo parecido al efecto Babel del que sufre hoy mismo otro gran mexicano, el director de cine Alejandro González
Si usted continúa navegando dentro de nuestro portal web, autoriza a GRUPO SEMANA para que realice el uso de cookies, de conformidad con los Términos de uso.