12 de mayo de 2006

Una hipótesis, una inquietud, un factor y un síndrome

Por: Antonio García Ángel

A veces me topo con datos o curiosidades que logran impresionarme y quisiera compartir con ustedes. De estas cuatro, apenas una sale en Google, pero que yo sepa nadie la había comentado.
Hipótesis sobre el quiebre en la barra de ensaladas:
¿Quién no conoce una barra de ensaladas? Se trata básicamente de recipientes de metal enterrados en hielo, en un mostrador con techito de vidrio; o en versiones más estilizadas, moldes de cerámica que se agrupan a manera de bufé. Puede uno encontrar allí pimentones en tiritas, ensalada de repollo, pasta corta, habichuelas, champiñones, jamón serrano, queso feta o fresas, o lo que sea; además hay vinagretas, salsas y aceite de oliva. El espectro de barras, sin contar restaurantes, va del supermercado al delicatessen. La idea es que uno se sirva lo que quiera y luego pague un precio estándar por lo que quepa en el recipiente o por el peso de la ensalada. La ganancia del establecimiento viene de la combinación entre ingredientes de precios diversos, pero debe de existir un ingrediente en particular que es más caro comprándolo por peso que si se compra como ensalada, lo que pasa es que la gente se sirve apenas para combinarlo. Entonces uno puede llegar con su tarrito y lo llena únicamente de fresas, o de tomates secos, y le sale más barato porque los compró como "ensalada". Lograr el desfalco de la barra de ensaladas sería como ganarle al casino. Esta hipótesis me la expresó hace años un viejo amigo. Un día de estos voy a visitar varias barras de ensaladas, a ver si le encuentro el quiebre a alguna de ellas.
Otra operación de amígdalas:
En la revista Science número 269, de 1995, afirmó el profesor Antonio Damasio: "Un paciente con una lesión en la amígdala carece de temores hasta tal punto que podría pasear de noche por las calles de Nueva York con toda tranquilidad. Es como si su mente fuera incapaz de comprender el peligro porque carece de puntos de referencia (.), son corteses pero fríos, no sienten emociones aunque comprendan su existencia".
El estudio habla sobre lesiones en la amígdala de la cabeza, aclaro. Tenemos una glándula en el encéfalo que también se llama amígdala, ésta controla la expresión de ciertos impulsos y emociones. Pero la pregunta, ante tanto peligro, tanta zozobra y tanto miedo en que vivimos, es si en el futuro uno podrá practicarse esta otra operación de amígdalas: "Yo antes me asustaba mucho, pero desde que me operé la amígdala nada me daña el día".
El factor Evel Knievel:
En 2003 se juntaron Slash, Duff McKagan y Matt Sorum, ex Guns N‘ Roses, con Scott Weiland, ex vocalista de Stone Temple Pilots, y formaron la banda Velvet Revolver. Para ese entonces, las carreras de los cuatro ya estaban acabadas. Las estrellas de los Guns y los Pilots habían dejado de brillar. Nadie daba un peso por ellos, pues además de problemas de adicción también tenían fuertes problemas de adaptación. Pero para su primera gira vendieron todas las entradas y en algunas ocasiones estas se agotaron tan solo un par de horas después de abierta la taquilla. Cuando un periodista sorprendido le preguntó a Weiland por la causa de tal apoyo masivo, él respondió que se debía al factor Evel Knievel. Así se llamaba un motociclista que se hizo famoso saltando filas de carros en los setenta y ochenta. Knievel siempre llenó los estadios donde se presentaba, pues la gente "no iba a ver cómo lograba el salto, iba a verlo estrellarse y arder en llamas". Según eso, la mayoría de quienes compraron boleta para Velvet Revolver tenían morbo de verlos fracasar, de alguna forma estaban en su contra.
En política, el país acaba de ver un ejemplo del factor Evel Knievel: mucha gente que detesta a Serpa votó en la consulta liberal por él, para verlo perder otra vez.
El síndrome de la micción:
En Historia natural de los ricos, Richard Conniff menciona esta extraña conducta que al parecer prolifera entre los multimillonarios: "Orinar en chimeneas abiertas, tiestos de palmeras, bolsos de señora, cualquier lugar cómodo siempre que esté a la vista de todos", y menciona, entre otros, el caso del duque de Malborough, quien mientras hablaba con una señora encantadora y elegante, se sacó el invertebrado y fue orinando muy campante en la chimenea más cercana, para luego continuar como si nada.
Es mejor quedar avisado, para en caso de recibir una visita de esa magnitud, tomar precauciones: "Siga, señor Santo Domingo, bienvenido a mi casa. Puede colgar su abrigo en ese perchero; aquí en la sala hay tres bacinillas, y acá en el comedor le pusimos otras dos, por si se le ofrece, ¿oyó?".