Home

/

Historias

/

Artículo

5 de abril de 2004

19 Saber hacer arroz

Aprender a hacer arroz es al cocinero lo que aprender a manejar un carro fue a Montoya.

Por: Harry Sasson

Morirse sin haber aprendido a hacer arroz es, para mí, como morirse sin haber aprendido a caminar. Aun sin ser un gran amante de la cocina, una persona que muere sin saber hacer arroz se priva de placeres tan increíbles como un buen calentado o un risotto. Aunque suena como algo muy elemental, la mayoría de la gente piensa que es complicadísimo y es por eso que no se le miden. Lo que pasa es que desde la primera olla de arroz hasta la última siempre va a haber un avance, una posibilidad de improvisar, algo que aprender. Es un poco como el sexo: la primera vez a uno le parece que exageraron cuando le dijeron que era lo máximo. La segunda empieza uno a entender por qué exageraron y de la tercera en adelante uno se vuelve un exagerado. El arroz se quema, se ahuma, queda duro, queda masacotudo, queda con pega, sin pega. Lo cierto es que para hacer arroz lo único que hay que saber es lo que me enseñó hace mucho un filipino: cuando uno pone el arroz en la olla con agua, debe meter el dedo y asegurarse de que hay una falange y media de agua que cubre el arroz. Es una medida infalible que no me ha fallado en ninguna altura o clima. Yo no lavo el arroz, si es de buena calidad. Lo sofrío en aceite de oliva para que cada granito quede suelto (entre más grasa mejor). Cuando comienza a hervir agrego la sal y procuro que quede siempre pasado de sal, porque cuando se evapora el agua queda en el punto justo de salado.
Intente hacer arroz. Ya hasta se puede hacer en un microondas. Téngalo siempre en su nevera y verá cómo nadie se muere de hambre si hay arroz. Verá también que es como si se abriera una puerta nueva que lo puede llevar a desarrollar un gusto especial por la cocina, o simplemente independizarlo, liberarlo. He oído a muchos hombres añorar el arroz de su mamá o de su abuelita, por ejemplo. Uno de los pasos más grandes hacia la independencia de un hombre es saber hacer arroz, porque las mujeres subyugan a los hombres con el gran misterio del arroz y casi siempre lo hacen inolvidable.