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10 de abril de 2006

A qué sabe un Chateau Petrus 1961

Por: Jaime Sánchez Cristo

"Me gusta la evolución del vino. Si abriera una botella hoy, sabría diferente a si la abriera cualquier otro día, porque esa botella crece y gana complejidad. Entonces llega a su máximo nivel y luego comienza su fijo e inevitable descenso. ¡Pero sabe tan putamente bien!".
Maya en la película Sideways (2004)

Todo comenzó en la universidad. Me enamoré de las dos mujeres más lindas que había visto en mi vida. La una, de Barcelona, tenía los ojos azules oscuros y profundos como el Mediterráneo; pasamos mil días juntos y nuestro encuentro con el vino fue estrambótico: calientes "canelazos". La otra tenía los ojos verdes, intensos y cambiaban de color como la selva que protege el Angkor Wat en Cambodia. Nuestro vino fue inocente pero inmenso. Todavía guardo algunas etiquetas que marcaron nuestro camino por los mejores castillos a la orilla de la Gironde.
Pero realmente el gran momento fue un viernes de 1982. La hija de un gran pintor me ofreció el mejor vino que existía. Se lo recomendó su amigo Eric de Rothschild, el dueño de Lafite. No era el más grande, pero fue el primero.
Pasaron veinte años desde ese día, y en ellos miles de experiencias, en donde botellas vacías de Bordeaux fueron testigos de los más sencillos y brillantes momentos; besos, comidas, viajes, hijos, amores, tristezas. Entonces apareció nuestro amigo, el Chateau Petrus 1961. Lo vi por casualidad la primera vez en la Place de la Madeleine en París y se me fue de las manos antes de tocarlo. La segunda vez descansaba en mi almohada y era mío, me lo había regalado.
En 1961, en Pomerol, cruzando el río, cientos de hombres recogían las uvas de este vino sin saber que esta sería la cosecha más grande del mundo y que Petrus se convertiría en el merlot más codiciado. Un año después, Brasil fue campeón mundial en Chile y mi hermano Alberto nació, pero no recuerdo nada importante que haya pasado en 1961, tal vez por ignorancia. excepto tú, Chateau Petrus.
Comprar un Petrus 61 es tan difícil como comprar el corazón de quien se ama. No existe un lugar donde pagarlo; hace rato se lo tomaron todo, o casi todo. Tal vez exista en subastas en Londres o Nueva York, o en la tienda de un francés por las calles de Biarritz que ni siquiera sabe cuánto vale lo que está vendiendo.
Solo ocho mil botellas se hicieron de este vino hace 45 años. ocho mil amores, ocho mil encuentros, ocho mil historias. Yo fui una de esas historias, gracias a ella.
Bueno, en fin o por fin, aquí va a qué sabe un Petrus 1961 en tres palabras. Primero hay que verlo. Su color es idéntico al de una noche de septiembre en Katmandú. Su olor es el mismo que tiene el cuello de una mujer sin perfumes. Después de un sorbo grande, la lengua se parte en mil pedazos y cada uno desarrolla un sentido del gusto diferente. Pude sentir opulencia, vainilla, café, gotas amargas, miel, taninos muy concentrados, cereza, pimienta y terciopelo; frutas ácidas y mucho alcohol, aquel que deja en claro que se trata de un vino con demasiado cuerpo y piel. El cuerpo es el peso del vino entre la lengua; la piel es la primera impresión, es el primer contacto, el que eriza el alma. Lo más impresionante de esta única experiencia es tragárselo. Cuando la boca solo tiene saliva, el sabor de este encanto se queda allí por varios minutos, como si estuviera pegado al paladar. ¡Cómo lo recuerdo! Y como si fuera poco, después viene la pureza de estar embriagados, no tomados.
Se preguntarán cuál debe ser la ocasión para tomarse un Chateau Petrus 1961. ¿El primer beso francés con Charlize Theron? ¿El segundo matrimonio? ¿El nacimiento de un hijo? ¿La ambientación de un gran polvo? No, no hay que hacerse ninguna de estas preguntas porque la ocasión es el vino.
Hoy estoy contando las horas para que llegue la Semana Santa. Con la complicidad de la vida nos iremos lejos para conocer el nacimiento de una nueva revelación que puede ser la botella sucesora de esta corta historia: el Chateau Petrus 2000. Ojalá me la puedan regalar algún día, para guardarla cuarenta años. Seguramente nunca la voy a probar; seguramente la disfrutarán mis hijos, Emilio y Cristina; seguramente esa noche estaré muerto.
A mis amores.
P. D. : El Petrus 61 me dio caccarella.

PETRUS EN DÓLARES
Según la última edición de la revista Wine Spectator, el precio promedio en subastas que se pagó en 2005 por una botella Petrus 1961 fue US$5.368. El precio más alto fue US$13.570 en Zachys, y el más bajo, incluyendo un lote de vinos adicionales, fue US$2.468, en Christie's. El precio promedio de un sorbo es aproximadamente $450.000 colombianos. (arriba) Etiqueta del Petrus que tomó Sánchez Cristo.