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12 de septiembre de 2008

Infiltrada en un bar de lesbianas

Bares donde solo entran mujeres hay muy pocos. ¿Qué pasa en un mundo donde no existen los hombres?.

Por: Margarita Posada. Fotografías tomadas con un celular Sony Ericksson
Margarita Posada se fue a Bianca´s a vivir en carne propia la rumba de las lesbianas. | Foto: Margarita Posada. Fotografías tomadas con un celular Sony Ericksson

El lesbianismo de las películas porno, ese con el que sueñan todos los hombres y que incluso le han propuesto a sus parejas heterosexuales, poco se parece a la realidad de las parejas de mujeres que salen a rumbear una noche cualquiera en Bogotá. La cuestión estética dista mucho de esa imagen de ninfas con cuerpos esculturales acariciándose los pezones mutuamente entre sábanas blancas. También dista del experimento adolescente de darnos un beso con una amiga por el que muchas hemos pasado. Creo que las que lo hemos hecho (sin mayores descubrimientos o sorpresas), podemos asegurar que si no hubiera habido un hombre viendo el espectáculo, ni siquiera se nos habría pasado por la cabeza hacerlo. A ese tipo de lesbianismo, yo le llamo el lesbianismo por conveniencia, que no es otra cosa que una manera más de excitar a los hombres y en nada compromete nuestro apetito sexual, por más bonita o buena "besadora" que la otra mujer sea.

Al entrar a Bianca´s tengo clarísimas mis preferencias sexuales, pero sé que puedo someterme a escenas eróticas que a lo mejor pongan en duda mis convicciones. Bianca´s es una discoteca crossover en un lugar ni fu ni fa de Bogotá, por la 72 debajo de la Caracas, donde de día lo que hay son ferreterías y tiendas cualesquiera. La fachada es blanca completamente y su letrero, de neón y en letra pegada. Hay un cover de diez mil pesos de los cuales cinco mil son consumibles. Al ver todo el panorama desde la entrada creo que nos equivocamos de sitio, pues puedo divisar en las mesas parejitas de hombres con mujeres, pero a medida que voy acercándome, me doy cuenta de que la menos femenina de la pareja es también una mujer. Curiosamente en las parejas de lesbianas siempre parece haber un ligero gusto por la masculinidad. Muchas de estas mujeres parecen tener más fuerza que un hombre. Tienen cuerpos macizos y llevan el pelo corto. Usan ropa holgada y casi unisex, por no decir que masculina. Con todo el respeto que merecen, me atrevería a decir que son una especie de "niñas niño". Habría que revivir a Freud y tal vez ni preguntándoselo a él podríamos entender por qué si a una mujer le gustan las mujeres, se inclina por otra de su género que es más masculina que femenina.

Debo aclarar que no solo me considero una heterosexual de pura sepa, sino que además creo tener una seria obsesión con el órgano masculino (hablo de ese órgano de manera recatada para no escandalizar a desconocidos, pero entre mis amigos uso la palabra que empieza por V sin tapujo alguno). Esto no lo digo por ser políticamente correcta, ni por salvarme de nada, sino por puro respeto a las escogencias sexuales de los demás, pues aunque infiltrarse en un bar de lesbianas no me pareció muy emocionante en un principio, eso no quiere decir que sea ni medianamente homofóbica. Que no me atraigan las mujeres no significa que me disgusten las lesbianas. No tengo ningún miedo de aceptar, además, que algunos de los grandes amores de mi vida han sido mujeres. Estoy y estaré siempre enamorada de varias de mis amigas, pero creo que jamás sentiré un deseo sexual por ellas.

Así las cosas, me siento con la productora de SoHo y con mi mejor amiga en una de las mesas de la pista. Hay alrededor de cincuenta personas en todo el establecimiento. Es extraño, pero en todos los bares gay a los que he ido encuentro que los hombres van en plan de levante. Acá por lo contrario, cada pareja parece en su cuento y no creo que sea muy bien visto que me ponga a tratar de coquetear. Sin embargo, creo que le gusto mucho más a las "niñas niño" que a las "niñas niña". Una de ellas me mira de reojo todo el tiempo, no sé si es porque desconfía de que sea lesbiana, o porque le gusto. Le pedimos media botella de aguardiente a una mesera que tiene el semblante típico de las guardias de cárcel femenina de película. Como somos tres, las demás mujeres nos miran con algo de curiosidad. Mi amiga y yo nos ponemos a bailar en la pista y la productora dice que para ella es evidente que somos heterosexuales. No sé si eso sea verdad, porque estamos bailando igual que todas las demás. No falta la parejita que se pone a bailar en posición de cucharita, espalda contra espalda, o mejor, culo contra culo, lo cual me ofende incluso entre heterosexuales. Por lo demás, son parejas bailando común y corriente. Dos o tres mujeres se nos acercan en toda la noche. Cuando le pregunto a una de ellas que cómo se llama, me contesta "I speak English". Al parecer tenemos porte extranjero, aunque yo soy más latina que JLo. Debe tener que ver con la estatura, pues mi amiga mide 1,80 y yo como 1,78 (con tacones). Luego mandan sentar a todo el mundo y empieza una ronda de karaoke. Dos mujeres deciden cantar El último adiós, de Paulina Rubio. Otra más canta Mío, aunque debería cantar mía, esa hembra es mía. Luego se para en el escenario una 'niña niño' con una voz excepcional. Es el Alejandro Fernández de las lesbianas. Por último se para mi amiga, que canta una canción de Selena bailando y actuando como si realmente hubiera hombres entre el público. Nos ganamos media botella de aguardiente por su actuación. Luego otra tanda de música. Como a las dos de la mañana nos mandan sentar de nuevo y sale una chica disfrazada de mariposa. Hace una especie de striptease que termina en topless. Todas las mujeres la miran con atención, pero no parece haber ninguna que se manifieste como lo hacen los machos, gritando o cogiéndola. Solo una mujer se atreve a meterle un billete de dos mil en las bragas.

Luego viene otra tanda de música en la que saco a bailar merengue a mi amiga y me cuesta tener ritmo con la mano izquierda levantada, como los hombres. Nos miramos a los ojos, ya un tanto alicoradas, y nos morimos de la risa. No parece haber en el mundo dos hembras más heterosexuales que nosotras dos, ahí agarradas como dos niñas de doce que ensayan antes de llegar a la primera fiesta. Supongo que es cultural el hecho de que a las mujeres siempre nos hayan permitido mucho más contacto físico que el que les permiten a los hombres entre ellos. Si uno ve a dos mujeres caminando de la mano por la calle imagina que son familia y, aún cuando no fueran nada, tienen siempre un pretexto de fragilidad para ir abrazadas o de la mano. Pienso en esto justo cuando mi amiga y yo nos soltamos un poco necesitadas de macho. Me doy cuenta de que no bailo tan sensualmente como cuando hay hombres mirando. Mi amiga me dice que no podemos ir a dormir sin antes ir a algún sitio donde haya hombres. Hay que aceptar que nos mueven los machos. Nada que hacer. Y si yo fuera lesbiana, seguro me gustarían las heterosexuales.