Home

/

Historias

/

Artículo

11 de febrero de 2004

Borrachera, borrachera

En un país golpeado y que ha hecho suyo el lema de que el acohol mata las penas, el alcohol encuentra millones de sedientos dispuestos a matar más que penas con los millones de litros que se bogan cada año

Por: Jorge Franco

Si a Colombia se le hiciera una prueba de alcoholemia se llegaría a la conclusión evidente de que Colombia está borracha, de que vive ebria, unos meses más que otros pero siempre, día y noche, ebria como un alcohólico irrecuperable. Aquí se bebe porque sí y porque no, porque alguien nace o alguien muere, porque uno es pobre y la única distracción es la bebida, o porque uno es rico y tiene el derecho de beber cuando quiera. No faltan excusas y pretextos, eso es lo de menos, lo que se necesita es encontrar a alguien que haga compañía, beber solo no está bien visto y parece que aburre al bebedor, pero es fácil encontrar a otro para beber acompañado. Siempre hay unos buscando a otros para empinar el codo.
En un país golpeado como el nuestro y que ha hecho suyo el lema de que el alcohol mata las penas, el alcohol encuentra millones de sedientos dispuestos a matar más que penas con los millones de litros que se bogan cada año; más dispuestos a matarse a sí mismos o entre ellos que a borrar problemas; más dispuestos a crear problemas que a beber por el placer de tomarse unos buenos tragos, que es como se debería beber siempre.
El que bebe se emborracha y el que se emborracha es capaz de todo. De todo lo peor. Un borracho mata a su madre, viola a su hija, le pega a su mujer, traiciona a su amigo, se sube a su carro, se niega a entregar las llaves, alega que se siente bien, se sube y maneja y a partir de ese instante se convierte en una bala perdida que irá a incrustarse en alguien que no tiene velas en ese entierro pero que las tendrá en el propio apenas el borracho que maneja se convierta en asesino. El borracho se deslengua y siempre habla más de la cuenta, insulta y pelea por lo que cree estar entendiendo, porque sus sentidos también están ebrios y casi siempre malinterpreta. El borracho es un ser embrutecido, agüevado, un pelele con vocación de payaso. El borracho, él o ella, a la hora del sexo tiene los mismos instintos de un perro, o de una perra en celo, y se convierten en cuadrúpedos que copulan en un intento por venirse antes de quedarse dormidos. Se ufanan de decir siempre la verdad cada vez que están ebrios pero la verdad no debe decirse si uno quiere conservar amigos; se ufanan de ser alegres y tildan de aburridores a los que no beben, pero su alegría es prestada y se va antes de que se les haya ido el alcohol de la sangre; dicen que el trago les ayuda a aligerar las tensiones pero la borrachera no hace más que templar a lado y lado de la cuerda.
Es verdad, cada quien está en su derecho de tomarse lo que quiera y en las cantidades que quiera, pero a veces es más sano, para la humanidad y el mundo, tomarse un frasco de cianuro que una botella de licor; al menos el suicida se jodió a sí mismo o a los que le hicieron la vida imposible, el suicida dejó de joder pero el borracho, si no se muere por su imprudencia, jode de por vida y a todos los que viven o pasan a su alrededor: por cada uno hay una o más víctimas, por un solo borracho hay muchas cruces en los bordes de todas nuestras carreteras y por uno solo hay varios niños que también serán borrachos, muchos de ellos sin dejar de ser niños todavía.
Sin caer en moralismos conviene decir que cada trago desenfrenado tiene que ver con todos nosotros, más para mal que para bien, y hay millones de ejemplos para comprobarlo, y así muchos de ellos juren que son borrachitos buenos y decentes, a ellos hay que recordarles cuando estén en sano juicio que en el mundo no hay nada tan triste, tan decepcionante y pesado como un borracho, cualquiera que sea su estirpe, su estrato o su sexo.