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1 de octubre de 2018

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Brazos de hierro

Vencidas, pulsos, fuerza, lucha de brazos o de muñecas, no importa como quiera llamarla, esta práctica ha acompañado al hombre desde los albores de la humanidad y ahora se está tomando Colombia.

Por: Nicolás Rocha Cortés. Fotos: Diana Rey Melo

A este deporte lo conocí mucho antes de saber cuál era su nombre. No recuerdo bien dónde, si en el salón de clases compitiendo contra mis compañeros o desafiando a mi padre. En ninguno de los dos escenarios coseché victorias. Ahora, mientras el sol de mediodía obliga a 35 curiosos a utilizar la mano como una visera para protegerse de la luz, veo como Rolander Faria —apodado ‘Rolo’— compite contra Favián Bastidas por el oro en brazo derecho. Un empate a doce puntos los trajo hasta esta instancia.

La cita es el domingo 26 de agosto a las once de la mañana en el Parque Santander, en pleno centro de Bogotá. Rodeados por la bulla, el tumulto en el que se camuflan artistas y ladrones en la Séptima y los skaters que azotan el suelo entre el raspar de la lija y el viento, cuatro luchadores de brazo, acompañados de sus familias, miran atentamente los bíceps de los finalistas vibrar violentamente mientras gritan apoyando a su preferido.

Óscar de la Cruz domina a ‘Rolo‘, el campeón de la jornada.

Por ser un número impar de competidores, Óscar de la Cruz —a quien todos me presentan como ‘el Campeón’— hace las veces de juez. No le interesa competir hoy, está concentrado en el torneo nacional en Barranquilla, que ha sido esquivo desde hace varios años. Conocido en el mundo de las vencidas como ‘Rian’, el barranquillero fue subcampeón en la primera versión del certamen nacional en la categoría de 80 a 90 kilogramos. En Bogotá alcanzó la presea de oro y de nuevo fue a la final nacional, en la que se colgó la medalla de plata. En la tercera versión del torneo siguió en el segundo puesto. Su mayor reto pesa 140 kilos y lo apodan ‘Demoledor’.

Cuando conocí a Óscar descubrí que mi eterno récord de derrotas se debía, en parte, a mi inexistente fuerza en los brazos, pero también a la pésima técnica que tenía y que lejos de llevarme a mi primer grito de victoria, me estaba acercando a una fractura de húmero. Contrario a lo que se cree, las vencidas no tienen que ver con quien tiene el brazo más grande y logra doblegar al otro sin moverse. Este deporte consiste en tener la destreza suficiente para atacar el punto débil del adversario: dedos, muñecas o antebrazo, sin romper la concentración un solo segundo.

La lucha de brazos no se encuentra en los gimnasios tradicionales. No es fácil hallar compañeros de entrenamiento y de no ser por los videos de YouTube —tutoriales y campeonatos grabados—, no existiría referente profesional alguno. Es por esto mismo que todos los competidores entrenan en sus casas, practican solos en garajes, bodegas y parques. Los verdaderos apasionados mandan a soldar sus mesas utilizando medidas internacionales y las adaptan con bandas y pesas para fortalecerse. Poco a poco sus bíceps abandonan la oscuridad para mostrarle al público de qué son capaces.

Hace siglos, cuando las guerras se disputaban más con el cuerpo que con las armas, los comandantes romanos, rusos, chinos, franceses y africanos competían con los soldados más fuertes para decidir quiénes debían guiar a las tropas. Desde entonces, el instinto de probar quién domina física y mentalmente a los demás ha desencadenado un fenómeno global. El primer torneo de vencidas tuvo lugar en Petaluma, California, en 1954. Poco después, el armwrestling fue televisado por la cadena ABC y de 1969 a 1985 fue el segmento más visto del canal. Dos años más tarde, el deporte haría la conquista definitiva de la cultura popular con Over the Top (traducida como El halcón), una cinta en la que Sylvester Stallone interpretaba a un camionero que competía en un torneo de vencidas contra varios gorilas de proporciones industriales.

Fue esa película la que le enseñó al mundo que existía un deporte que consistía en bajar el brazo del oponente utilizando principalmente la fuerza del antebrazo y el bíceps.

Dentro de una competencia real, los dedos, los tendones de la mano y la muñeca desempeñan un papel determinante: es gracias a ellos que se pueden ejecutar dos de los movimientos más comunes en el deporte. El top roll, que consiste en girar la muñeca hacia afuera atacando los dedos del oponente, formando una cobra con el brazo, y el hook, en el que la muñeca gira hacia adentro como un gancho que acerca el puño del rival y en donde la fuerza del bíceps es el arma principal.

En ambas técnicas, incluida una tercera llamada shoulder press —en donde el hombro impulsado por el tríceps ejerce una fuerza aplastante— intervienen la espalda, el abdomen y las piernas. No es simplemente ser fuerte, un método bien ejecutado convierte todo el cuerpo en una máquina en la que confluyen en armonía perfecta presión, fuerza y concentración. Según Óscar, “más del 40 por ciento de la victoria se encuentra en la técnica”.

Las reglas de cada encuentro son sencillas: 1. no se puede levantar el codo de la base acolchonada, 2. la mano que no está pulseando siempre debe tocar una varilla de metal, 3. antes de que el juez dé salida, los hombros tienen que estar paralelos a la mesa, 4. las muñecas deben estar totalmente rectas, esto con el fin de que ambos participantes partan en igualdad de condiciones, 5. en caso de soltarse, las manos se amarran, 6. desde que un pie toque el piso, el otro se puede apoyar en donde el competidor lo desee y 7. las falanges de los pulgares siempre deben verse al momento de comenzar.

En este deporte, uno de los factores determinantes es la pasión, pues se sabe que el dinero no es la motivación de estos personajes, ya que no hay mucho. Los premios se suelen desprender de la plata que recogen como inscripción y al no ser un deporte tan popular, las apuestas son ínfimas. Entonces ¿qué los motiva a entrenar más de cuatro horas diarias? El honor, responden muchos.

Los deportistas entrenan entre cuatro y cinco horas diarias. 

Lo cierto es que en cada encuentro, a medida que las venas se brotan y las fibras musculares se tensionan, uno puede ver en los ojos de los competidores quién va a ganar. Nada hace más ruido que la mirada de un hombre quebrándose. Los bíceps pueden temblar, los dedos tornarse morados y las muñecas doblarse al punto de parecer de goma, pero cuando los párpados se cierran lentamente y los labios arqueados develan una evidente frustración, es ahí donde mente y cuerpo se desconectan y la partida termina.

“¡Vamos, Favián!, ¡duro, ‘Rolo’!, ¡dele, dele, Anderson, con el hombro!”. Hoy se define el escalafón de Cundinamarca, en un torneo en el que cada uno de los participantes compite cinco veces, llevándose tres puntos por cada victoria, sin importar la diferencia de peso entre rivales. Después de más de media hora de pulsos en los que se ven muñecas caminar sobre los límites de la laxitud anatómica, codos rojos y yugulares palpitantes, la lista termina así: ‘Rolo’, 12 puntos. Favián, 12 puntos. Anderson, 9 puntos. David, 9 puntos. Rosero, 3 puntos. Javier, 0 puntos.

El desempate por el bronce otorga la sorpresa del día: el triunfo de Anderson, un sonriente joven de 20 años que suele guadañar en fincas, pero que actualmente está desempleado. Sus gruesos antebrazos y su aparente tranquilidad se imponen sobre la explosividad de David, quien en cada pulso transforma su pálido rostro en una caldera a punto de estallar.

Durante la competencia, los luchadores de brazo que descansan supervisan la postura de los demás para prevenir lesiones. 

El público mira cómo ‘Rolo’ clava su mirada sobre los dedos de Favián en la final. Los puños se cierran. El agarre es firme. Sus manos están amarradas y Óscar está a punto de dar la salida. El rostro de Favián se transforma, los músculos de su cara se tensionan y una mueca incómoda revela que está en aprietos. ‘Rolo’, sin parpadear y con la tranquilidad que lo caracterizó durante todo el torneo comienza a girar su muñeca mientras los dedos de Favián empiezan a ceder.

De repente el ángulo de noventa grados empieza a cerrarse. ‘Rolo’ se descuelga de la mesa y empuja la mano de Favián, el top roll dobla la muñeca de su oponente y la victoria está cerca. A Favián ya no solo le tiemblan el brazo, el pecho y las piernas. Se coloca en puntas y, sacando la cadera, hace un último esfuerzo.

En apenas 12 segundos el dorso de la mano de Favián toca la almohadilla. ‘Rolo’ sonríe y Favián mira al cielo, se lamenta y arqueando la boca deja escapar la mueca de un hombre derrotado. Óscar le otorga los tres puntos a ‘Rolo’, quien solo lleva ocho meses entrenando. Todos se ríen, hacen chistes y Favián recupera la sonrisa. Una vez concluido el torneo siguen pulseando, esta vez para entrenar y mostrarle al público el poder de ‘Rian’, quien terminará dominando al campeón de la jornada con completa tranquilidad. Pero esa es otra historia.

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