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15 de febrero de 2010

Carta abierta a mi vecina

Vecina: todo tiene un límite, incluso su mal gusto. Porque yo no sé cómo llama usted a esto de acordarse de los artistas cuando estiran la pata (muertos ya estaban varios de ellos desde que subieron por primera vez a un escenario), pero para mí es patrioterismo de la más baja estrofa.

Por: Ariel Magnus
| Foto: Ariel Magnus

Estimada vecina:

Lo dejé pasar cuando murió Mercedes Sosa, 'la Negra', como de pronto le decían todos, demostrando que los argentinos queremos tanto a los negros que denominamos así incluso a los blancos. Tres días estuvo usted con la radio a todo volumen en el patio de su departamento escuchando a la difunta, tres días taladrándome la paciencia con que gracias a la vida que me ha dado tanto (salvo el concepto de prójimo), con que cambia todo cambia (menos el dial), con que yo vengo a ofrecer mi corazón (y yo a dejar los tímpanos). Pero lo dejé pasar, como le decía, pues al fin y al cabo se trataba de la República Argentina, como me acuerdo que la presentó alguna vez Fito abriendo obscenamente los brazos en un recital gratuito en la Plaza de Mayo, ese en el que tuvo que salir con casco porque ya la Roth lo había arruinado de tanto amor después del amor y los negros le tiraban piedras (acá lo de negro ya va tomando como otra coloración, fíjese qué curioso).

Con 'la Negra', pues, colgué la banderita blanca, y por tres días me entregué a las chacareras y a los carnavalitos, sintiéndome más argentino que pedirle a un periodista, bien a lo macho, que te la chupe. Pero se murió Sandro, y otra vez la misma cantinela: tres días al taco con que rosa rosa, con que dame dame, con que tengo tengo. Y eso ya fue demasiado. No por Sandro, entiéndame, a pesar de que a él no me lo hacían escuchar de chico, y la música popular que a uno no le hacen escuchar de chico es difícil que la adopte ya de grande, salvo que sea un grandísimo esnob (uso la grafía que recomienda la Real Academia porque escribir snob me parece medio de esnob). No por 'el Gitano', como de pronto le decían todos pese a que nunca se le conoció otra residencia que su caserón en Banfield (¿tenemos algún cantante musulmán, vecina, al que cuando espirche podamos llamar 'el rusito', 'el moishe' ), no por Sandro, le decía, sino por el temor siguiente: cuando se nos vaya Palito Ortega, ¿también me va a tener setenta y dos horas con que la felicidad ah ah ah ah, con que se mueran los feos? ¿Y cuando perdamos a María Martha Serra Lima (si es que sigue viva, no sé, aunque supongo que sí, con usted abajo no se me hubiera pasado)? ¿Y Valeria Lynch? ¿Y los Pimpinela? ¿Y Sergio Denis? ¿Y Peteco Carabajal? ¿Y Paz Martínez? ¿Y por qué mierda conozco a tantos cantautores? ¿Y quién fue el hijo de puta que inventó la radio?

Vecina: todo tiene un límite, incluso su mal gusto. Porque yo no sé cómo llama usted a esto de acordarse de los artistas cuando estiran la pata (muertos ya estaban varios de ellos desde que subieron por primera vez a un escenario), pero para mí es patrioterismo de la más baja estrofa. Seguro que usted es de las que cuando se muere un actor argentino se mira todas sus películas, cuando se muere un futbolista argentino se mira todos sus goles, cuando se muere un escritor argentino compra todos sus libros (no la subestimo al punto de creer que también los lee) y cuando se muere un badgamonista argentino se propone aprender el juego (tranquila: no hay badgamonistas argentinos, creo).

Señora vecina: cuando se muere un bombero voluntario, héroe de héroes, usted no se pone a escuchar las sirenas tres días seguidos. Bueno, esto es lo mismo. Así que le pido encarecidamente que, o se compra auriculares y hace lo que quiere, o se abstiene de aquí en más de convertir su departamento en una sección de avisos fúnebres parlante. O si no, y teniendo en cuenta que usted ya debe tener más años que 'la Negra' y que 'el Gitano' juntos, ¿por qué no decide homenajearlos en serio y se va con ellos? Música no le va a faltar. Y yo prometo guardar tres días de respetuoso silencio en su honor.

Cordialmente,

Su vecino de arriba