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15 de junio de 2004

Cuánto dura un matrimonio

Me piden los chinos de SoHo que les escriba una nota sobre cuánto dura un matrimonio.

Por: José Gabriel Ortiz

De 'culipronto' les dije que encantado, y tan pronto me senté a escribir me di cuenta de que no tengo la más remota idea... ¡ni me importa! Lo clave es cuánto duró mi primer matrimonio, y lo digo porque en este asunto no existe una formula matemática, ni es determinante el tiempo, ni siquiera el espacio. Todo es cuestión de química.
Casi paralelamente a esta solicitud, un amigo me comentó de un artículo que había escrito mi ex en esta misma revista, en el que despotricaba de nuestro matrimonio. Lo leí con atención y me dije: con la magnifica relación que tenemos y que hemos tenido toda la vida, desde que nos separamos, y mire todo ese palo que me da. Si por lo menos hubiera escrito un artículo genérico sobre el matrimonio, por ejemplo si hubiera dicho "ni qué decir de esas desafortunadas señoras que se casan con golfistas" o "pobres aquellas que se casan con señores que les fascinan los perros" o "aquellos que andan todo el día en piyama". en fin, si hubiera hecho un 'paneo' por todos los tipos y estereotipos de maridos que existimos, me hubiera quedado callado, pero como no lo hizo así y queda la impresión de que yo soy tan 'perrata' como ella me describe en su notica graciosa, decidí escribir sobre el tema en cuestión, aprovechando comentar algunas 'perlas' que ella nos trae en su artículo de marras.
Como la nota comienza recordando que ella "...cambió el martirio insoportable de su vida conyugal por una existencia libre de mortificaciones" y, acto seguido, dice que "tras mi breve tránsito por esa sagrada institución...", no es que de buenas a primeras yo me esté sintiendo aludido. Ni se trata tampoco de que cuando "ella" habla de "él" me esté preguntado "¿seré yo, maestro?". No, soy yo y únicamente yo, a quien ella se refiere, porque hasta el momento el único matrimonio que ella ha tenido ha sido conmigo. Así pues me permito, con el derecho de haber sido el primero y el único de sus esposos, anotar algunas cositas sobre sus apreciaciones.

-Lo primero es ese cuento de que "los hombres nacen con las manos consagradas al Sagrado Corazón" y que por lo tanto dicen cosas como "hay que cambiar el bombillo del baño", con tonito de que es asunto que no les compete.
¡Paja!, mi ex puede que sea encantadora, pero en su vida cambió bombillo alguno, entre otras cosas, porque es bien malita para eso de las labores manuales.

-"Hay que vacunar el perro".
¡Paja!, nunca tuvimos perros.

-"Hay que llevar la ropa a la lavandería".
¡Paja!, nunca tuvimos plata para darnos ese lujo. La ropa sucia la lavábamos en casa.

-"...en esa lucha soterrada acabé perdiendo el control de la televisión...".
¡Paja!, en 1978 no existía ese adminículo.

-"...desmirriado en su piyama azul de rayas...".
¡Paja!, nunca me he puesto una piyama, ni la usaré nunca. La detesto más que las pantuflas.

-"Ni hablar del baño compartido ...el bizcocho salpicado...".
¡Paja!, nunca compartimos baño. Ella usaba el principal y yo el auxiliar.

-"Y a la hora de vestirse (él) ...¿dónde está mi camisa azul? ...¿dónde están mis mancornas?. ¿dónde están mis medias grises?...".
¡Paja!, ella nunca supo ni dónde ni cómo estaba mi ropa.

-"Si hay dos carros, el más perrata... para ella. El de tirar pinta: para él".
¡Paja!, durante todo el 'martirio' solo pudimos tener un modesto 'renolito 6' que compartíamos muy amigablemente. Pero, claro, en la separación de bienes, ¡para ella!

-"... y para colmo de males. golfista... se vuelve uno viuda del golf".
¡Paja!, mi afición por el golf es reciente. En 1978 faltaban exactamente diez años (1988) para que yo comenzara, por primera vez en mi vida, a tratar de aprender ese abominable, pero enviciador juego.

Y esta última perla, según la cual me convertí en marcador de punta: "... ¿Por qué no contestaste el celular?"...
¡Paja!, en ese tiempo estábamos a años luz de la aparición del celular en Colombia (1993).

Hasta aquí, pendejaditas e inconsistencias de la ex. Pero viene lo fundamental, lo importante, lo decisivo.

-"Ni qué decir del martirio que significa la espera cuando Romeo no va a comer a casa. Es la agonía de ver cómo pasan las horas, la eterna duda: ¿me estará poniendo los cuernos?".
¡Cierto, muy cierto! Confieso, no fui, en ese aspecto, y quizás en muchos otros, un buen marido con ella. No lo niego, lo acepto. Me disculpo con mi ex, pero no me arrepiento, porque fue precisamente por toda esa '¡paja!' que llegué a comprender y aceptar que había que ponerle término a ese sagrado vínculo.
Por eso, ahora sí respondo. Un matrimonio malo no debe durar más de seis años, por ningún motivo. Y uno bueno, si existiera, debería durar toda una eternidad. Pues bien, como en el bolero, 'hoy por hoy' nuevamente estoy casado con una mujer, para mí, inmejorable y amorosa, y muy por el contrario de lo que piensan mi ex y el hombre que comparte su filosofía de 'mejor juntos pero no revueltos', con ella, con mi 'actual', y con todos mis hijos, me fascinaría seguir viviendo 'juntos y bien revueltos', para que sea como dicen los cánones religiosos, 'hasta que la muerte nos separe'.
¡Si me aguantan!