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7 de septiembre de 2006

Defensa de lo natural

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Llevo ya mucho tiempo hablando de la serie Sin tetas no hay paraíso, del caso de las jovencitas que dejan los estudios por conseguir dinero fácil y, la verdad, es que no me canso: la gente olvida fácil y dentro de poco va a estar hablando de otra cosa y por eso quiero seguir haciéndolo, porque sé que en este momento voy a ser escuchada.

Lo que yo quiero es reivindicar la belleza de la mujer tal cual es, no importa lo que tenga o deje de tener. No tiene sentido ser clones, todas iguales, con las mismas tetas, las mismas curvas, el mismo pelo, los mismos cuerpos perfectos. Lo bonito es apreciar la diversidad, gordas, flacas, con mucho, poquito, sin nada. La autoestima no está en el bisturí. No está en las páginas de una revista, como si fuéramos mercancía para los ojos de los hombres, como si fuéramos mujeres de raspar y pegar. Las mujeres estamos hechas para algo más que subir las ventas en las editoriales o disparar el rating de un canal. Solo los hombres inteligentes pueden ver otras cosas, la sencillez de una sonrisa, el viento rozando un mechón, tantas cosas cotidianas llenas de belleza.

El cuerpo es un libro, es historia, son marcas; cada marca, cada cicatriz quiere decir que hemos vivido. ¿Por qué borrarlas con un bisturí? Es como hacerle un atentado al cuerpo. Yo me respeto y lo respeto. Una vez me dolió que me sacaran un lunar que tenía en el brazo. No era la cosa más hermosa de la vida, pero era mío, por eso era valioso. 

Siempre he sido flaca y no es fácil subirme de peso. Soy de Medellín y durante mi juventud muchas de mis amigas se operaban. Yo, en cambio, no quería cambiarme nada. Siempre me decían que estaba muy delgada, que hiciera algo. A mí en esa época  me acomplejaba mostrar mis piernas y brazos por mi delgadez, sentía que debía esconder todo ya que yo no cumplía con la estética de moda. Es curioso, pero por entonces andaba con ropa ancha y trataba de cubrirme el cuerpo, pero cuando llegué a vivir a Bogotá, cambió la percepción que tenía de mí, asumí mi cuerpo, le encontré su encanto y empecé a disfrutarlo. Me preguntaba: y apenas se acabe la belleza física, ¿qué queda? Lo único que queda es la vida misma, lo que se ha hecho con ella, los recuerdos bonitos de las cosas sencillas, las palabras, los paisajes vistos, los caminos recorridos, las risas, las personas. Me di cuenta de que la belleza va más allá de cualquier atributo físico, la belleza está en lo que irradias, en tu brillo, en la confianza con que te mueves por la vida.

Lo que digo ahora siempre lo he pensado, solo que con el papel en Sin tetas no hay paraíso lo he reafirmado y, además, tengo la posibilidad de que muchos me oigan. Catalina busca ansiosamente un par de tetas, eso es lo único que necesita para poder conseguir dinero "fácil"; se le convierte en una obsesión hasta el punto que deja de estudiar y está dispuesta a hacer lo que sea con tal de lograrlo, sin saber que al final va a tener que pagar un precio emocional muy alto. Porque la plata "fácil" se paga cara.

Como actriz tengo una responsabilidad muy grande con la gente que me ve. Cada noche entro a millones de hogares en el país casi sin pedir permiso, y me parece muy importante que la gente entienda lo que quiero decir con mis personajes.

Por eso acepté la propuesta de SoHo. Al comienzo no me sonó la idea, no quería ser una más que se destapa en SoHo y, además, su estética no tiene nada que ver con lo que estoy diciendo ahora. Yo quiero reivindicar el cuerpo de la mujer, sin artificios, sin poses, sin buscar impresionar, por eso la idea de hacer unas fotos durmiendo me convenció. No finjo dormir, estoy realmente dormida, sin pretensiones de nada, abandonada en mi profundo sueño. ¿Qué cosa en el mundo puede ser más natural, más hermosa, que una mujer dormida?

No hay nada como la belleza de una verdadera mujer, una común y corriente, que en este país somos muchas. No sé si lo logre, pero al menos lo estoy intentando.

Creo que es hora de despertar..