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14 de abril de 2005

Don quijote

Sí. Lo leí. Primero en el colegio -un resumen, claro- y luego de a pedazos, a lo largo de mi vida. Nunca tuve el juicio para leerlo de una.

Por: Catalina Aristizabal

Cuando me pidieron este artículo estuve pensando en lo que podría decir sobre El Quijote. Me sentí comprometida a escribir algo grandilocuente sobre semejante obra maestra. Por eso me senté un día con un amigo que estudió literatura y muy desprevenidamente le pregunté por qué era tan importante El Quijote. Él se quedó mirándome perplejo. Al principio no supe si le parecía una idiota o si estaba aterrado porque yo, una modelo, le hiciera tal pregunta. La conversación duró varios vinos. Mi amigo me hizo algo así como un "Quijote for dummies". Parece ser que Cervantes es el inventor de la novela, tal y como la concebimos actualmente. El tipo fue un guerrero, un luchador. No solo en el campo de batalla, sino en la vida, cuando fue tomado como rehén y cuando estuvo preso por algo de unos impuestos. De verdad que todo lo que me contó mi amigo me sirvió para entender cuál era la respuesta a mi pregunta inicial. Pero supe que nada de eso, puesto en mi boca, iba a sonar sincero y real. Y como la idea no era que los lectores creyeran que yo soy una versada en análisis literario decidí escribir lo que me transmitió El Quijote y no mi amigo.
Lo primero que aprendí es que no existe ningún libro que amerite que uno lo lea por obligación ni tampoco para "saber más", sino para esculcar dentro de cada historia y sacar algo que a uno lo haga entender"se" mejor. Por mis clases de teatro sé que se trata de la famosa catarsis, que es como verse reflejado en un espejo y sentirse liberado por ese sentimiento de poder compartirlo con otro.
Lo segundo que me movió el piso de esta obra: la locura. Esa capacidad de El Quijote para verlo todo como él quería me enseñó que muchas veces la gente puede creer que estamos locos y que en el fondo ser visto así habla muy bien de uno. Perseguir un ideal haciéndose el de las gafas y hacer que el mundo parezca lo que uno quiera -que una vulgar mozuela se convierta en una hermosa Dulcinea y que uno ande por la vida en Renault 12 que haga las veces de Rocinante- es de alguna manera una virtud. La locura es capaz de llevarnos por caminos que nunca imaginamos, es capaz de mantenernos en una batalla perdida que nosotros insistimos en ganar. De eso se trata el valor. En eso precisamente consiste la vida. Y en esa guerra que puede ser vivir, debemos aprender a escoger nuestras batallas. Pero lo más importante es escoger nuestros aliados. El personaje de Sancho Panza es lo que más me impresionó, porque está "pa' las que sea" con su amigo, al que todos tildan de loco. Nada en la vida es más necesario que un buen amigo. Si no fuera por todos los Sancho Panza que han existido en el mundo y que han empujado a sus amigos a perseverar, no habría en él un solo ingenioso Hidalgo.