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23 de septiembre de 2010

El pueblo de gemelos

Cândido Godói, en el sur de Brasil, es considerada la capital mundial de los gemelos. SoHo envió hasta allá al cronista Juan Pablo Meneses para ver cómo se vive en este lugar que aparece en muy pocos mapas.

Por: Juan Pablo Meneses
| Foto: Juan Pablo Meneses

Hace dos ciudades que desaparecí del mapa. Estoy en un perdido pueblo campesino del sur de Brasil famoso por sus gemelos. Viajo y me alojo en hoteles donde no me piden el nombre, ni ningún tipo de identificación. Tampoco reviso mi correo electrónico, ni entro a internet. La última pista oficial, si alguien decidiera salir a buscarme, es el Aeropuerto Internacional de Porto Alegre. No hay registros del bus de toda la noche hasta la ciudad de Santa Rosa ni del taxi que me trajo hasta Cândido Godói. A 65 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, esta zona, donde se ocultaron algunos prófugos nazis, sigue siendo un buen escondite.

Josef Mengele, el médico a cargo del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, fue uno de los que pasaron por aquí. Conocido como ‘el Ángel de la Muerte‘, se encargaba de diseñar nuevas formas de muertes colectivas. Pero su interés científico no se limitaba a eliminar una raza. También se enfocaba en fomentar el crecimiento de otra: la aria. Ahí nace su obsesión con los gemelos. Si se podían controlar los nacimientos múltiples, crecería de forma más rápida la ‘raza perfecta‘.

—Bienvenido a la tierra de gemelos —me dice el chofer del bus, que viste los colores del Internacional de Porto Alegre, cuando por fin llegamos a destino.

Después del fin de la guerra, el rastro de Mengele desapareció. Los informes posteriores dicen que estuvo escondido en Argentina por varios años. Luego habría trasladado su residencia a Paraguay. Los primeros testimonios sobre su presencia en la zona de Cândido Godói datan de 1963. Según dice Jorge Camarasa, autor del libro Mengele, el ángel de la muerte, hay testigos de que se movía entre los pueblos brasileños de Santo Cristo, Cerro Largo, Linha San Antonio, San Pedro de Butiá y Cândido Godói.

Hoy en día, en el puesto de salud pública, en la oficina de correos, en la entrada al edificio policial y en el departamento de cultura, se lee: "Tierra de gemelos".

Hace unos 20 años, una noticia curiosa alertó a los estudiosos del nazismo. En un pequeño pueblo de Brasil, en el Estado de Río Grande do Sul, estaban naciendo gemelos a un porcentaje más alto que en cualquier otra parte del mundo: 1 de cada 5 embarazos era de gemelos, versus 1 de 80 del ratio normal. Tan alta era la población de hermanos idénticos, que el pueblo había decidido organizar una fiesta con todos ellos. Hubo un detalle genético que sirvió para juntar las piezas: el pueblo, como la mayoría de los caseríos vecinos, estaba habitado en más de un 80% por descendientes de alemanes. ¿Simple coincidencia? ¿Tuvo algo que ver Mengele? ¿Marketing turístico?

Cândido Godói, el pueblo que lleva el nombre de un secretario de Obras Públicas de Río Grande que dividió la zona en 28 colonias rurales de 24 hectáreas cada una, por fin aparecía en el mapa.



***

Es una mañana asoleada. Cuando uno camina por el centro de un pueblo de gemelos, todo el tiempo se está buscando gente igual. Si además, todos los habitantes son campesinos alemanes que se visten parecido, la confusión puede ser aún mayor.

Los gemelos son generalmente del mismo sexo y poseen un ADN idéntico. Alrededor de un cuarto de ellos son idénticos entre sí. Algunos son tan iguales, que solo se pueden distinguir por las huellas digitales, dientes o letra: aunque poseen personalidades individuales y caracteres diferentes.

Después de un día entero en Cândido Godói, la mayoría de los habitantes me parecen gemelos. Como si uno estar fuera del mapa también fuera estar en un pueblo fantasma donde nadie habla y toda la gente es igual. Entro a la tienda de Santa Rosa, en el centro del municipio. La chica que me atiende sonríe amable, mientras dobla unas camisetas. Tiene la piel blanca, los ojos claros y el pelo negro. Está vestida de azul. Me dice que nació aquí, y de pronto se agacha para guardar una caja. Desaparece tras el mesón. Sin embargo, como si se tratara de un acto de magia, de pronto la veo parada en otra esquina del local. Ahora está tras la máquina registradora. No puede haberse movido tan rápido. Debe ser otra.

Me acerco a la mujer tras la caja, para verla de cerca. Está vestida con el mismo peinado, los mismos colores, la misma piel blanca y ojos claros. Le pregunto si son hermanas gemelas:

—No. Claro que no —me dice, mientras sonríe.

—¿Nos encuentras parecidas? —dice la otra.

Cuando se juntan, se ven iguales, pero distintas. Miden lo mismo, hablan al mismo tiempo, pero ni siquiera son hermanas. Sin embargo, a las dos les gusta que las confunda con gemelas. A diferencia de Madagascar, donde los gemelos son símbolo de mala suerte y muchos son abandonados, en este pueblo brasileño de 7000 habitantes, son considerados buena suerte y no hay mayor fortuna que tener un clon.

Aquí, donde el eslogan de la ciudad habla de los gemelos, tener un hermano idéntico te sube de categoría: como ser sicario en Ciudad Juárez, músico en Liverpool o llevar las tetas operadas en Medellín. De alguna forma, si tienes un doble, eres más parte de la ciudad que el resto. Protagonista del lugar, en vez de actor de reparto.

La llegada de periodistas de todo el mundo ha ayudado a promover el nombre del pueblo a escala mundial. La explosión de los nacimientos de gemelos ha permitido que este perdido pueblo, uno de los 496 municipios del Estado Grande do Sul, que vive de la agricultura y la venta de la soja, destaque entre el resto: los gemelos como trampolín de fama.

La terminal de buses de Cândido Godói es pequeña. Tiene una boletería llena de mapas y advertencias, y siembre hay alguien limpiando los baños. Hay pocos asientos para esperar, y constantemente están ocupados por viejos que se sientan a ver cómo baja o sube la gente a los buses que llegan cada tres horas. Al lado hay una fuente de soda, donde los campesinos con cara de alemanes toman cerveza mientras en la televisión desfilan unas chicas en bikini desde Río de Janeiro.

La vendedora de boletos de la terminal se llama Luisa, aunque por su apariencia, debería tener un nombre alemán. Es robusta, tiene más de 50 años y sus manos, más que para contar billetes, parecen estar hechas para el boxeo. Le pregunto si tiene una hermana gemela. Antes de responder, deja de mirarme. Enfoca hacia el suelo. Baja la voz, y con un tono entre desinteresado y melancólico, me dice que no.

—Soy hija única.

Debe haber pocos hijos únicos más tristes que los nacidos en un pueblo de gemelos.

Repentinamente, recuerda algo que le vuelve la sonrisa:

—Ah, pero tengo una prima que tuvo gemelas.

Hay varios famosos padres de gemelos: Julio Iglesias, Al Pacino, Julia Roberts, Jennifer López. Aquí, sin embargo, ser padre de dos hijos iguales te convierte a ti en famoso. El departamento de la ciudad estudia dar beneficios a los procreadores de hermanos idénticos, aunque ninguna medida sirva para fomentarle un tipo de nacimientos que aún no tiene explicaciones. No hay razones concretas para que dos hijos nazcan iguales, aunque investigar aquello fue una de las obsesiones —y misiones— que tuvo el alemán Josef Mengele.



***

En la oficina de cultura hay seis escritorios, seis empleadas administrativas y ninguna tiene hermanos gemelos. La oficina de cultura tiene el piso de madera, los teléfonos celulares sobre la mesa y se toma mucho mate. Mates grandes, el doble de los argentinos y uruguayos. En Río Grande do Sul, el estado de donde nacieron las famosas brasileñas alemanas Xuxa (‘la Reina de los bajitos‘, de apellido Meneguel) y la modelo Gisele Bündchen (que tiene una hermana gemela), todo el mundo toma mate. En una esquina hay una imagen que recuerda a Rómulo y Remo, los famosos gemelos romanos. Un cartel pegado en la pared nos recuerda que estamos en "Tierra de gemelos".

Las mujeres de la oficina de cultura se atropellan para hablar. Me reconocen que la historia de los gemelos les ha traído algo de fama. Enseguida, para demostrar que ese algo es mucho más que poca cosa, saca un libro lleno de recortes de la prensa mundial con fotos de gemelos. Corresponden a la última fiesta de gemelos, que se hace en el caserío de San Pedro la segunda quincena de abril, cada dos años.

A cinco minutos está una casa de madera donde funciona el Museo de Rescate Histórico y la Casa de los Gemelos. En la puerta hay una alemana brasileña de brazos gruesos y de nombre Helga. Por la carretera pasa un bus que en su parte trasera lleva una foto gigante de dos niños idénticos, bajo la leyenda: Cândido Godói, tierra de Gemelos.

Helga me muestra el museo, que más parece una bodega de antigüedades mal conservadas. Entre los trastos viejos, un mapa con fotos de gemelos antiguos y un álbum de fotos familiares con niños iguales.

—¿Tienes gemela? —le pregunto.

Se pone seria, guarda silencio y me dice:

—No.

Y luego, como todos, me dice que vaya al caserío de San Pedro. Una comunidad agrícola vecina, cuyo nombre oficial es Linha São Pedro, y que tiene 40 parejas de gemelos en 4 km2.

La presencia nazi en la zona está comprobada. En los archivos del museo hay viejas fotos de la escuela de Cândido Godói, durante la guerra, con niños cargando la esvástica. En los años posteriores al fin de la guerra, algunos vecinos recuerdan la llegada de un médico alemán que venía con su maletín y vacunaba a las mujeres en edad de procrear. ¿Mengele?

Una de las primeras en sospechar y relacionar sus experimentos genéticos con los embarazos de gemelos fue la vieja doctora del pueblo Anencia Flores da Silva. Jorge Camarasa, el autor del libro sobre la vida oculta de Mengele en Sudamérica, dice: "Creo que Cândido Godói puede haber sido el laboratorio de Mengele, donde finalmente logró cumplir su sueño de crear una raza aria superior de cabello rubio y ojos azules".

Camarasa asegura que hay testimonios de que asistió a las mujeres, siguió sus embarazos, las trató con los nuevos tipos de fármacos y preparados, que hablaba de la inseminación artificial de seres humanos, y que continuó trabajando con los animales, proclamando que él era capaz de lograr que las vacas puedan producir gemelos.

La teoría no se ha podido comprobar. La mayoría de los estudios genéticos la descartan. Pero, entonces, ¿por qué tantos gemelos?

Para llegar a São Pedro hay que tomar otro taxi, por calles de tierra que se abren y cierran, mientras uno se adentra en un Brasil profundo muy distinto a las playas y la cerveza y las garotas de Río de Janeiro, y totalmente inverso a los rascacielos y megaproyectos de la gigantesca São Paulo.

Entrar en São Pedro es sentir que estás aún más fuera del mundo. Que, mientras el auto avanza lanzando polvo por los caminos de tierra y cultivos de soja y de maíz, desapareciste del mapa hace muchas más que dos ciudades.

Las fotos y videos de la fiesta de gemelos en Cândido Godói son espectaculares. Media docena de parejas de idénticos, posando para la foto, sabiendo que al día siguiente será reproducida en medio mundo. Cuando dos hermanos se visten igual, aunque hayan nacido en años diferentes, parecen gemelos. Para la fiesta, los gemelos se peinan y se visten y caminan de la misma forma. Tratando de estar lo más parecido posible a ellos mismos. Lo menos individual que se pueda.

Pero llegar al pueblo de la gran fiesta mundial de los gemelos, cuando ya no es la fiesta, muestra la verdadera cara del lugar. São Pedro tiene la más alta densidad de gemelos del mundo, pero casi no tiene densidad. Hay un par de casas salpicadas, una escuela, una iglesia y un par de monumentos.

Fernanda Mollmann es rubia, descendiente de alemanes y dirige la escuela de São Pedro.

—¿Tienes gemela? —le pregunto.

Me dice que no, que lamentablemente no, que le habría encantado poder tener una hermana gemela.

Recorremos juntos São Pedro como si se tratara de la escenografía de un capítulo tétrico de los Archivos X. Uno en el que el espíritu de cientos de gemelos se mantiene vivo en un caserío donde no vive nadie. Lo único que corre es el polvo, lo único que se oye es el viento. Todos estamos muy abrigados, con ropas gruesas y bufandas, una señal más de que estamos en otro Brasil.

Fernanda, con entusiasmo, me muestra los lugares donde cada dos años se celebra la fiesta de los gemelos. Otra vez muestra la misma foto del evento que ya he visto en el centro cultural de Cândido Godói y en el Museo de la Memoria y los gemelos. Todos los dobles juntos, pero en el pasado. En la escuela hay apenas una docena de alumnos, y apenas un par de niños gemelos que no se parecen aunque son idénticos. Fernanda dice que, como todos los gemelos, son muy hermanables. Aunque la conexión de los gemelos tampoco se ha podido comprobar. Hay gemelos históricos por su dependencia entre sí, como Chang y Eng Bunker, originarios de Tailandia (ex reino de Siam), y que dieron origen al término de siameses. Unidos por el esternón, compartían sus hígados y alcanzaron la prosperidad económica en Estados Unidos. Chang cayó en el alcoholismo y en 1874 sufrió un derrame cerebral que no afectó a Eng. Después sufrió un aneurisma y murió. Ese mismo día murió Eng, pese a no verse afectado por el mal de su hermano.

A un costado de la escuela hay una gran figura que representa la fertilidad: una mujer rubia cargando un hijo en cada brazo, los dos recién nacidos iguales. Fernanda echa a correr el agua, desde una llave lateral, diciendo que se trata de un agua de la fertilidad. Dice que ahí está el secreto de tantos gemelos en Cândido Godói, y no en los experimentos de Mengele.

Luego me muestra un santuario, donde hay un altar con la imagen de dos santos idénticos. Son los únicos Santos Gemelos: San Cosme y San Damián, que fueron médicos y a quien se les pide por éxito de operaciones de transplantes.

De ahí pasamos al salón de ventas. Donde me muestra unas botellas de agua del lugar. Se vende como agua de la fertilidad para tener gemelos, y me dice que tienen pedidos de varias ciudades. Además, tiene camisetas con fotos de gemelos, y souvenirs de idénticos como recuerdos del paso por el pueblo. Está entusiasmada con el interés mundial con el caserío abandonado que habita. Los especiales de la National Geographic y la televisión alemana sobre el pueblo han despertado el interés de más visitantes.

En vista del boom por venir a conocer el pueblo, que ya se ofrece como tierra de gemelos, Fernanda despliega los planos del que parece ser su proyecto estrella: El restaurante Colonial. Un comedero gigante, donde quiere lucir todos los recuerdos y hacer un menú que evoque a los gemelos. Además, ahí se comenzarán a hacer las fiestas de gemelos y el plan, a corto plazo, es hacerlas todos los años y no cada dos.

—Hay muchas cosas por hacer —dice la directora de la escuela, con el entusiasmo que despierta una oportunidad. Finalmente, eso es lo que han sido los gemelos para este perdido pueblo del interior de Brasil.

Ya sea por los hermanos idénticos, por el agua mágica o por los improbables experimentos de Mengele, es posible que Cândido Godói termine siendo un lugar claro en el mapa. Un sitio donde uno no pierda su rastro. Donde uno es menos importante que dos. Donde nadie más se podrá esconder.

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