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6 de mayo de 2004

Le va la madre a Hello Kitty

La madre a Hello Kitty y a la gata que la parió. Se la miento mil veces por haber liderado el mercado de la cursilería y la chuchería que llevó al traste el amor, el romanticismo y siglos de poesía.

Por: Javier Uribe

Qué pena con Dante, con Quevedo, con Shaskepeare, con Ricardo Arjona. Que nos perdonen todos, pero la culpa la tiene la maldita Kitty, que invadió todo de borradorcitos, estuchitos, lapicitos, papelitos, esquelitas y, en general, 'maricaditas' rosadas que huelen a cherry.
Hello Kitty, una gata japonesa, creó un mundo rosado con hedor a cereza, que no es el mundo real, que parece ser pero no es, porque sus borradores huelen a una cosa pero saben a otra. Un mundo donde las lunitas y los solecitos se ríen, y los arcoiriscitos brillan y las estrellitas se ordenan en tríos. Un mundo al que uno solo puede referirse en diminutivos. Un mundo irreal en el que las niñas crecen, y que acabó con las grandes odas al amor, con los versos.
Gracias a doña Kitty, a la
cultura de lo rosado, todo comenzó a volverse muñecos cursis: Los ositos cariñositos basados en la homosexualización del oso. My little ponny, invento de un heroinómano. ¿O acaso alguien podría imaginar a unos ponies corriendo por un arcoiris en sano juicio? Las muñecas Repollo, que invitan a tolerar a los niños con labio leporino. Y qué decir del peor de todos, del tan odiado Ziggy: un muñeco en pijama de patas y gorra, y una nariz fálica de la que las niñas no pueden despegarse al dormir. En fin, muñecos con los que las pequeñas se conmueven y encarnan su melancolía.
¿En qué piensan cuando
compran algo que en español significa: Hola, Minina u Hola, Gatica? ¿Por qué compran muñecos como Los Strawberry Shortcake, que no son nada más que tartas de fresa; o si son de tienda: liberales?
Le va la madre a Kitty y a su mundo. Por su existencia, la iniciativa nacional parió los productos Timoteo. Duele aceptarlo, pero por culpa de la minina, hay a quienes les gustan los afiches de Timoteo. De un Timoteo que no tiene ojos ni boca ni nariz, que no tiene sentido ni sentidos, que cambió el rosa por el color zapote.
No debe sorprender a nadie entonces que las hijas de Kitty aparezcan en un cumpleaños, o en un aniversario
-así las educaron-, con una inmunda bomba plateada y resplandeciente que tiene impreso un maldito oso y las letras más elaboradas y repetidas de la lengua castellana desde la llegada de Kitty:
I love you for ever.