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14 de septiembre de 2018

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Recordando a Emmanuelle

¿Quién no recuerda a Emmanuelle, el ícono sexual de la famosa película erótica de la década de los setenta? Conmemorando su muerte, vale la pena recordar esta entrevista a Sylvia Kristel, —la actriz que la encarnó—, donde habla de su vida privada, del erotismo y la pornografía en el cine.

Por: Efraim Medina Reyes. Fotografía: Ana Brus / AFP

Lo erótico y lo porno

Sintió un golpe seco y alcanzó a ver el cadáver del pájaro resbalando por el parabrisas; sin darse cuenta había separado las manos del volante y cuando quiso aferrarlo de nuevo el auto había chocado contra el borde de la avenida y estaba girando en el aire. Era el 3 de abril de 2002, el accidente había ocurrido en Denver y ella, la anónima Linda Susan Boreman, moriría 20 días después en un hospital acompañada de su ex marido y sus dos hijos. Treinta años atrás, sin proponérselo, había inventando un clandestino y lucrativo negocio al protagonizar el mítico film Garganta profunda.

En 1972, mientras la tímida Linda Susan Boreman se convertía en la reina del porno Linda Lovelace, la modelo Sylvia Kristel ganaba el concurso Miss TV Europe que le daría la oportunidad de convertirse en actriz y protagonizar dos años después el más famoso film erótico de todos los tiempos: Emmanuelle. Así como el destino de Lovelace quedaría unido por siempre a Garganta profunda, el fantasma de Emmanuelle marcaría la vida privada y profesional de Sylvia Kristel.

—Señora Kristel, ¿qué diferencia fundamental hay entre el erotismo y la pornografía?

—En el fondo sirven para lo mismo, pero satisfacen exigencias distintas; el lugar común afirma que el erotismo deja más espacio a la imaginación y los sentimientos mientras la pornografía se concentra en la mecánica del sexo reduciendo todo a los genitales. Otra diferencia es que en las películas porno el sexo no es una interpretación. Considero que el erotismo es más estimulante y delicado y el porno más burdo e inmediato, sin desconocer que hay un tipo de porno más chic.

Antes de llegar al hotel Europa para encontrarme con Sylvia Kristel tuve que recoger a la chica que iba a hacer las fotos, perdimos unos minutos parqueando su bicicleta (en Ámsterdam no siempre resulta sencillo) y cuando entramos al bar del hotel ella nos esperaba con expresión adusta. En la mesa había dos botellas vacías de agua, una taza de café a medias y una bandeja con dulces. Después de los saludos y las explicaciones, nos sentamos. Los ojos y la sonrisa de Emmanuelle incrustados en el rostro de una alta y atractiva señora de 55 años me observaban y no pude evitar recordar un viejo teatro sin techo del barrio Getsemaní en Cartagena.

—¿Se ha sentido traicionada alguna vez?

—Huummmm, ¿quién no —murmura entre dientes y luego de un largo suspiro adopta un tono glacial—. Me casé por primera vez a los 20 años con Alan Turner, un hombre de negocios de Los Ángeles... Una tarde estábamos viendo la televisión en nuestro apartamento y de repente él se levanta, la apaga y me dice que nuestro matrimonio fue un error. Sólo llevábamos cinco meses de casados. Lo increíble, —¿tú vienes de Colombia, no?—, es que me dejó por una chica colombiana. Una chica muy blanca llamada cocaína. Hablo en serio; consumíamos droga todo el tiempo y luego él no pudo parar. Después de que nos separamos su adicción fue en aumento hasta quedar en la ruina, incluso me demandó años después porque necesitaba dinero para seguir drogándose. Pienso que si me hubiera dejado por una mujer no habría sido tan terrible y doloroso.

Sylvia Kristel, 2008

El mejor de mis amantes

Jean-Nicholas Kristel, el padre de Sylvia, fue un famoso campeón de tiro de Utrecht, ciudad holandesa donde Sylvia Kristel vino al mundo en el frío otoño de 1952. Sus padres eran dueños de un hotel y pudieron darle una infancia sin privaciones, al mismo tiempo eran muy conservadores y la pequeña Sylvia tuvo una estricta educación religiosa. A los nueve años fue víctima de un abuso sexual y en su autobiografía confesó que desde ese momento tuvo una atormentada relación con su cuerpo. Cuando tenía 15 años sus padres se divorciaron y, dos años después, decidió que era el momento de tomar las riendas de su vida. Su increíble belleza y elegancia innata le permitieron entrar al mundo del modelaje. Después de la debacle de su matrimonio con Turner, se enamoró del escritor belga Hugo Claus quien, aparte de ser el padre de su único hijo, la pondría en contacto con un mundo más artístico e intelectual. Claus tenía 23 años más que Sylvia y una mente abierta. Fue él quien la impulsó a aceptar la interpretación de Emmanuelle.

En 1949, tres años antes que Sylvia, nació en Nueva York Linda Susan Boreman, el ícono porno por excelencia. Era hija de un policía que la matriculó en una escuela de monjas y desde niña le inculcó los rígidos valores de la moral católica. El plan de Linda era seguir la carrera religiosa, pero las discusiones entre sus padres terminaron cansándola y optó por abandonar la segura casa paterna. A los 18 tuvo su primera relación sexual y pagó la novatada con un embarazo; su madre la obligaría a entregar el bebé en adopción. En 1969, mientras se recuperaba de un accidente, Linda conoció y se casó con el pornógrafo Charles Traynor, lo que, según ella misma, fue "como venderle el alma al diablo". Fue Traynor quien la persuadió a protagonizar Garganta profunda.

—¿Cómo era su vida cuando le ofrecieron el personaje de Emmanuelle?

Tenía 23 años, era madre de un hermoso niño y amaba profundamente a mi marido; para mí significaba ganar dinero y la posibilidad de viajar. Leyendo el guión no me pareció que hubiera escenas particularmente fuertes a nivel sexual, más bien lo encontré suave y hasta melancólico. Conocía al director, Just Jaeckin, y lo admiraba, me parecía alentador trabajar con él. Nunca imaginé que aquel personaje iba a ser tan determinante.

—¿Se arrepintió alguna vez de aceptarlo?

He tenido momentos difíciles con Emmanuelle, pero mi sentimiento más duradero es de gratitud, después de todo fue gracias a esa película que logré hacerme un nombre como actriz. Desde hace más de 30 años suelo encontrarme con personas, hombres y mujeres, que me agradecen por lo que Emmanuelle ha representado en sus vidas.

—¿Hay un amante que recuerde de manera especial?

Sonríe un poco despistada, nos pregunta si queremos algo de beber. Ella quiere una copa de vino. Anna, la fotógrafa, pide una Coca-Cola y yo una cerveza.

—No entiendo la pregunta —dice y me observa con sus ojos imponentes—. ¿Especial en qué modo?

—Sexualmente —digo.

Se queda un instante pensativa. El mesero deja las bebidas, ella alza su copa y bebe un ligero sorbo, hace un gesto de aprobación y bebe un sorbo más largo.

—Tuve una relación casi perversa con un actor; no recuerdo si era bueno en la cama, pero sí que nos deseábamos intensamente. El deseo muchas veces es mejor que sus consecuencias. Tengo solo 55 años, tal vez el mejor de mis amantes esté todavía por llegar.

—Hay quienes piensan que una mujer como usted habrá perdido la cuenta de sus amantes.

—Siempre sentí que mi apariencia física intimidaba un poco a los hombres, sobre todo a los que más me gustaban. Después de Emmanuelle fue mucho peor, más que intimidarlos los aterrorizaba. Supongo que pensaban demasiado en el personaje y se olvidaban que yo era una mujer de carne y hueso.

Emmanuelle, 1974

Frutas y cocaina

Emmanuelle es el film más exitoso de su género. Desde su estreno en 1974 hasta hoy se han realizado alrededor de cincuenta secuelas oficiales y otro tanto apócrifas. En Francia estuvo en cartelera 10 años seguidos. En los setenta todavía quedaba algo de inocencia y elegancia en el mundo y la escena en que Emmanuelle hace el amor montada sobre su amante representó un duro golpe para el machismo japonés y le otorgó a Sylvia Kristel el estatus de ídolo entre las japonesas. El fetiche erótico que representaba fue también un símbolo de la revolución sexual y del feminismo en diversas partes de mundo. Sylvia no solo era bella, tenía una gran agudeza mental y era una respetable pintora. Su debilidad por entonces eran el alcohol y las drogas.

"Garganta profunda" se estrenó en 1972 en las salas consagradas al público adulto donde suelen darse cita nerviosos y pálidos hombrecitos que apestan a colonia barata. Sus realizadores no tenían más pretensiones que hacer otro film porno y sacar el mejor provecho posible, pero a las pocas semanas de estar en cartelera, la influyente revista Screw le dedicó una favorable crítica firmada por Al Godstein. Entre otras cosas, Godstein aseguraba que Garganta profunda "es un film inteligente, ingenioso y pleno de una vitalidad que lo hace maravilloso. Linda Lovelace es una chica deliciosa, delgada, respira clase y frescura". Las palabras de Godstein fueron el bautizo de fuego del más importante mito del porno. Linda siempre afirmó no haber recibido un céntimo por su trabajo, una verdadera lástima considerando que la película ha recaudado más de 600 millones de dólares. En 1973, Linda se divorció de su marido y lo acusó de haberla obligado a realizar ciertas escenas de "Garganta profunda" amenazándola con una pistola. La actriz se enroló a las filas del feminismo radical y empezó una lucha sin cuartel contra la industria del porno.

—Señora Kristel, hace algunos años usted fue entrevistada por la televisión de Ámsterdam y muchos comentaron que parecía drogada. ¿Lo estaba?

Se ríe, y en esa sonrisa Emmanuelle vuelve intacta.

—No solo yo, también otros invitados se habían drogado. Lo que sucedió es que llegamos con anticipación y nos hicieron esperar en un bar y para entretenernos nos ofrecieron alcohol y drogas. Recuerdo que dije un montón de estupideces y algunas cosas inteligentes, pero en la edición solo incluyeron las estupideces. Hice muchas locuras de joven, pero ahora estoy en mi segunda vida y ni siquiera fumo o bebo, a menos que alguien pasara con una copa de champaña.

—¿Y si pasaran con cocaína?

—No lo digas ni en broma... A pesar de haber destruido mi primer matrimonio, me gustaba mucho, sobre todo en aquella época que era pura. Como me gustaba beber, la cocaína era la cómplice perfecta porque dilataba el efecto del alcohol. Me gustaba combinar whisky y tequila, esnifando cocaína podía estar horas y horas bebiendo. En el mundo del espectáculo la cocaína siempre ha sido una cosa cotidiana, antes no la perseguían como ahora, pero igual, si empiezas a trabajar en cine o televisión la encuentras por todas partes.

—¿Cuál es su fruta favorita?

—Adoro las frutas que se pueden comer directamente. Las que debes pelar me aburren. ¿Tienen frutas buenas en Colombia?

—Más que en ningún otro país, hay una gran variedad de las que le gustan y también de las otras, no creo que sea difícil encontrar quien las pele por usted.

—Algún día iré a Colombia —dice con malicia mientras empina la copa y la demora entre sus labios.

—Usted ganó varios premios por la película de animación que hizo sobre Roland Topor.

—Conocí a Topor a comienzos de los setenta. Al principio le tenía miedo por su personalidad y su risa diabólica. Nunca fuimos amantes porque mis maridos fueron grandes amigos suyos, pero adoraba su arte y quise hacerle un homenaje. En mi oficio de pintora aprendí mucho de él, me animó a abandonar lo académico y utilizar más mi instinto. Era una persona exquisita. Hicimos juntos un libro sobre una prostituta que va perdiendo los miembros hasta que queda solamente su sexo y a través de este sigue viviendo y expresándose.

Un gran alivio

A Linda Lovelace sus compañeros de colegio la apodaban ‘Miss Saint‘ (Señorita Santa) porque estaba empeñada en ser monja. A Sylvia Kristel una ex amante de Hugo Claus la llamaba ‘Iron butterfly‘ (Mariposa de hierro) porque mientras esbozaba su dulce sonrisa su mirada permanecía gélida y "nadie podía adivinar lo que en realidad estaba pensando". A Linda las inyecciones de silicona, precursoras de las prótesis actuales, que usaba por sugerencia de Traynor para agrandar y endurecer sus senos le causaron un cáncer de mama. En los últimos años, Sylvia padeció y superó un cáncer de garganta.

Es extraño cómo la vida de una persona puede ser el reflejo oscuro de otra vida. Linda y Sylvia no se conocieron jamás, pero sus vidas son como dos caras de una misma moneda. La de Sylvia refulge bajo el sol y la de Linda se oxida lentamente contra el asfalto. El erotismo es una categoría de arte y el porno, una práctica de putas y rufianes. Sylvia es la diosa que encarnó a Emmanuelle. Linda le declaró la guerra a su personaje y quienes la conocieron dicen que solo vio algunos apartes de su film porque lo repudiaba. Mientras camino con Sylvia por las calles de Ámsterdam me cuenta que vive sola en un apartamento y su hijo viene a verla cada 15 días. Sigue pintando y en enero hará una gira con una compañía teatral. Se siente a gusto consigo misma y cree haber encontrado la felicidad en el trabajo.

—¿Alguna vez le propusieron actuar en un film porno?

—No que recuerde. Lo que me gusta del cine es que nada ocurre en realidad, el porno es exactamente lo contrario.

—Ser el hijo de Emmanuelle no debe haber sido fácil, ¿tuvo muchos conflictos con su hijo?

—En el colegio a veces le hacían bromas y siendo un niño le costaba entender, pero cuando creció decidió ser actor y no tuve que explicarle nada.

—Hizo medio centenar de películas, ¿cuál es su favorita?

—Alice, de Claude Chabrol, una película surrealista. Chabrol era magnífico, siempre nos daba cosas deliciosas de comer.

—¿Qué ha sido lo peor de la fama?

—La obsesión de los periodistas por inventarme romances; el hecho de que me haya desnudado por exigencia de mi trabajo no significa, por desgracia, que haya tenido más amantes que una secretaria bilingüe.

—Si alguien la confundiera con una amiga de Sylvia Kristel y le preguntara qué opina de ella, ¿qué respondería?

—Huummm... Puedo asegurar que Sylvia es una mujer divertida y casi siempre amable. Mi madre solía decirme que nunca había conocido a una persona que se gustara más a sí misma que yo. Hasta en los momentos más duros he creído que no está nada mal ser Sylvia Kristel. Es obvio que cuando se es joven amarse a uno mismo es más sencillo, a los 55 años hay que hacer cuentas y sabes que ya no eres una fruta fresca que todos desean, pero para alguien que el mundo ha conocido como Emmanuelle eso, en el fondo, es un gran alivio.

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