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19 de junio de 2007

Qué pasaría si... Nicaragua invade a San Andrés

Si mañana Nicaragua, en un acto de fuerza que inflamaría de patriotismo a los nicaragüenses pero también los dividiría, decidiera invadir el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, pretendiendo ponerle punto final a sus diferencias con Colombia, las cuales están decididas por un tratado desde 1928, es de suponer que ello tendría que ocurrir con sigilo y a la madrugada.

Por: Ramiro Bejarano
Qué pasaría si... Nicaragua invade a San Andrés | Foto: Ramiro Bejarano


Algún madrugador avisará por celular a La W, Gossaín y Arizmendi que fuimos víctimas de un ataque nicaragüense, y se iniciarán extenuantes transmisiones radiales en directo, para informar sobre la alevosa invasión y para contarles a los colombianos qué es San Andrés y cuál su importancia.

Sí, porque la mayoría de la gente cree que se trata de un rinconcito donde conviven el contrabando y el placer, e ignoran que el archipiélago está ubicado en el Caribe, a 800 km de Cartagena y a 290 de Nicaragua, entre los paralelos 12º y 16º latitud norte y los meridianos 78º y 82º longitud oeste de Greenwich, que está conformado por tres islas mayores y un grupo de islas menores, atolones y bancos coralinos que en total tienen un área terrestre de 57 km² y un área marina de 349. 800 km². Menos sabe la gente que la esclavitud en las islas fue abolida en 1834, primero que en el continente colombiano.

El presidente de la República interrumpirá todas las transmisiones de radio y televisión, para dirigirse a la Nación con una alocución que obviamente se iniciará con el consabido "Queridos compatriotas", girará sobre el inmenso valor de nuestros soldados que nuevamente restablecerán el honor ultrajado de la patria, del mismo modo que en la gesta heroica de la guerra con el Perú en 1934, y terminará anunciando draconianas medidas económicas y también de seguridad para enfrentar el conflicto y expulsar de nuestro suelo al ejército invasor.

Al lado del primer mandatario aparecerán el vicepresidente, la cúpula de la fuerza pública, los ministros, los ex presidentes, los presidentes del Congreso, las Altas Cortes y de los partidos políticos, incluidos los de oposición, los candidatos presidenciales, Gabo, Shakira, Juanes y, claro, Lina, Tomás y Jerónimo, Bernardo Moreno, Alicia Arango y detrás de las cortinas, el inefable José Obdulio.

Las tropas, helicópteros, aviones, tanques, se movilizarán y quedaremos atrapados en la guerra. Se abrirá una discusión sobre si nuestros militares están bien o mal dotados y si seremos capaces de vencer al enemigo. Entonces saldrán los dirigentes gremiales a respaldar de nuevo al Gobierno y a repetir sus declaraciones sobre lugares comunes.

Las universidades, colegios, escuelas, quedarán notificados de que los alumnos serán llamados a filas, para vestir el uniforme castrense y estar dispuestos a morir abrazados al tricolor nacional.

En el vecindario, Panamá se declarará neutral en el conflicto entre hermanos; Venezuela y Ecuador emitirán crípticos comunicados de apoyo a Nicaragua; Cuba, sin vacilaciones, respaldará a su socio nicaragüense; Estados Unidos rechazará el infame acto de fuerza del gobierno sandinista de Daniel Ortega, y, para que no quede faltando nada, el quelonio de la OEA iniciará sus inútiles buenos oficios.

Después de unos primeros enfrentamientos que dejarán muchas bajas y maltrechas las fuerzas enfrentadas, vendrá una declaración ininteligible del papa Benedicto XVI, pidiendo a tan amados hijos de la Iglesia latina cesar el fuego y someterse al veredicto de la Corte Internacional de La Haya.

Entonces las cosas volverán a su cauce habitual, los nicaragüenses regresarán con las manos vacías, Colombia recobrará el control del archipiélago, y la consecuencia se verá inmediatamente. Al día siguiente, Uribe habrá subido en las encuestas al 200% y, algo peor, su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, el "culipronto", por primera vez en la historia figurará con un porcentaje de imagen positiva mayor que la negativa y tratará de pescar en río revuelto para situarse en el primer lugar de la línea de sucesión. Amanecerá y veremos.