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12 de diciembre de 2006

Yo me gradué de un ‘hueco’

Por: César Ardila Ayala
| Foto: César Ardila Ayala

A mí me pasó lo que a muchos estudiantes en los años 80. Luego de estudiar gran parte de mi bachillerato en un buen colegio, terminé mis últimos años en otros de no tan buena reputación. Pasé del San Bartolomé La Merced a repetir año en el Ateneo (típico colegio donde recibían a los que querían repetir año) y luego terminé en uno que quedaba en Chapinero y que resultó ser uno de los tantos "huecos" de esa época: el Liceo Psicopedagógico.

Hoy, mi colegio ya no existe y puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que era un chuzo. Recuerdo que además de usar uniforme de escuela pública de la época, uno de los choferes de las rutas era el mismo que, de día, dictaba Educación Física. Sus clases eran en el parque del barrio y allí los vecinos veían cómo le dábamos tres vueltas a una cancha de baloncesto para luego comenzar a hacer cualquier cosa. Mejores eran las clases de Física. Al profesor titular le daba "mamera" subir hasta el sexto piso en donde quedaba el salón del último grado. Ese piso nos sirvió para simular campos de béisbol, de fútbol y hasta bares y burdeles. Sí, como suena: jugábamos a los burdeles. Las mujeres se quedaban adentro del salón, uno de nosotros era el "chulo", el reservado era el baño y el restosimulábamos ser clientes. Nunca hicimos nada pecaminoso.

La tienda para tomar cerveza no podía faltar. Estaba a tan solo unas pocas cuadras y los viernes parecía ser el patio de recreo. Se llamaba San Pacho. Hablando de cerveza, no podré olvidar mi fiesta "prom". Fue en el garaje del edificio y usamos el equipo de sonido de la rectoría. Pero sin duda, lo que más recuerdo fue cuando el profesor de Filosofía se agarró a puños en el descanso con un alumno de noveno grado sin que luego pasara nada. Otra sorpresa me llevé cuando en la excursión (aunque no lo crean, sí la tuvimos y fue en Cartagena), se nos pegó el rector, quien rumbeó más que cualquiera de nosotros e intentó sacar a flote sus dotes de conquistador con las alumnas. La graduación fue bien particular. El lugar fue en el auditorio del colegio las Bethlemitas en las 67 con sexta. Esa noche se presentó una tuna, como en cualquier fiesta de pueblo, y mi papá fue abucheado por el distinguido auditorio ya que, como representante de los padres de familia, dio un discurso un poco largo y lleno de matices culturales e intelectuales. Pero no todas las cosas de estudiar en un chuzo son malas. También hay ventajas. Uno se podía volar temprano, estudiaba más bien poco, había farras constantemente y se podía tener noviecitas en todos los cursos. Para qué amargarse la vida en el colegio, ¿o sí?