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12 de julio de 2010

Shakira, Shakira

Por: Adolfo Zableh

Así como a los colombianos en el exterior nos incomoda que nos relacionen con Pablo Escobar, a mí me enerva sobremanera que me identifiquen con Shakira apenas digo mi nacionalidad. Es hora de que la comunidad internacional entienda que no todos los que nacimos en Colombia somos narcotraficantes o músicos mediocres. La tierra produce también periodistas mediocres. 

Llámenme apátrida, o completo imbécil, como se les de la gana, pero a mí me da pena decir que Shakira es lo mejor que tenemos para ofrecer al mundo en materia musical.

Su música me parece de mala calidad, no transmite nada, y se ha convertido en un producto internacional sin alma que bien podría ser colombiano, estadounidense, nigeriano o indio. Cosas de la globalización, supongo.

Lo que sí le concedo es que es una mujer seria, profesional, perseverante que tuvo que luchar contra un millón de obstáculos y al final nos calló la jeta a todos. Nadie en Barranquilla daba un peso por ella. La conocí cuando éramos niños, estudié el colegio con su primo, Moisés, y puedo decir de primera mano que ningún habitante de esa ciudad aguantaba una fiesta, una comparsa, un bazar o un concierto más con esa niña. 

Se trataba de un ser intenso y peludo que quería cantar y bailar en público a toda hora. Ni las compañeras de colegio le soportaban su faceta artística. Cuando sacó su álbum Magia todos celebramos, pensando que ya había calmado fiebre y que al fin se dedicaría a estudiar algo serio.

Y vedla hoy, convertida en un personaje de fama mundial con el record de videos vistos en Yuotube y el honor de dar conciertos en dos finales de Mundial consecutivas. A donde llega le abren las puertas, tiene citas privadas con Barack Obama (¿será por la relación Barack – Mebarak?) y hasta se va casar con el hijo de un expresidente argentino. El tipo no hace nada en esta vida, su título oficial es “novio de Shakira”, pero puede decir que su papá fue el hombre más importante de un país.

Y es una lástima que haya tenido éxito, porque por dedicarse a la música se perdió una gran profesional de la bacteriología. Porque no nos echemos cuento, y los que la conocieron en su juventud no me dejarán mentir, la Shakira adolescente tenía una pinta de bacterióloga que no podía con ella.

Ahora, no nos confundamos, éxito no equivale a calidad. La música no es una ciencia exacta donde el mejor es el que más vende. Entre Tom Waits y Lou Reed no han vendido los mismos discos que Shakira, pero la barranquillera no clasifica ni para ama de llaves de la casa de ninguno de los dos. Lo digo, eso sí, con todo el cariño y respeto que siento por ella.

Muchos creen que Shakira es su nombre artístico, pero no, me consta que la bautizaron así. Una novia tenía una yegua que se llamaba Shakira, y cada vez que oigo su nombre pienso en la finca en Tabio donde tiene su establo. Y conociendo a los colombianos como creo conocerlos, me extraña que no exista un paramilitar de esos bien bravo que se llame “Alias Shakira”.

Hace cuatro años escribí también un artículo sobre ella antes de la final del Mundial (se llamó igual a este, incluso). Recuerdo que en aquella ocasión mi papá me llamó a mi regreso a Colombia a decirme que no debía haber hecho eso, que el papá de Shakira y él eran amigos. Padre, excúsame la próxima vez que te veas con William, y dile que lo lamentas mucho, pero que no te puedes hacer responsable por mi bocota.