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7 de febrero de 2008

María Andrea Hernández

22 años. Madre caleña, papá rolo, vive en Bogotá desde los cinco años y trabaja en Philomena desde hace seis meses. En el bar están felices porque con ella en la barra, las ventas son descomunales.

La barrera —real y ficticia— que para un cliente de bar significa acercarse a la barra a pedir un trago se derrumba cuando quien está del otro lado es María Andrea. Esta bartender suele dormir hasta más allá del medio día cuando ha trabajado la noche anterior, lo que no quiere decir que sea floja, es solo el descanso que se merece.

Está en sexto semestre de Comunicación Social en la Universidad Javeriana y en dos años será periodista. Escribir y presentar en televisión la seducen, aunque creemos que es ella la que seduce a las dos opciones. No capa clase y tampoco capa gimnasio, aunque antes, en sus días de colegiala, jugaba fútbol, voleibol y básquet.

Pero su cuerpo no solo lo moldea, también le da color: cuando va a Cali —cada vacación— es de las que se suben a la azotea a broncearse.

En su casa no estuvieron muy contentos con que saliera en SoHo, pero jamás se interpusieron. Ella, como buena periodista, conoce la revista, en parte gracias a las ocasiones en que la han analizado en clase.

Le vamos a dar las coordenadas de Philomena, en Bogotá, porque sabemos que va a querer pasar a visitarla. Es en la zona rosa, junto al Wok de la Zona T. Un consejo: pásese el sábado a eso de la medianoche, momento en que ella y las otras bartenders hacen un show paradas sobre la barra. La trasnochada valdrá la pena.