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15 de julio de 2003

Mujeres SoHo

Sofía Vergara El cuerpo como talento

El escritor Efraim Medina repasa para SoHo las curvas de la modelo colombiana y la imagen que hemos inventado de ella los colombianos. Retrato de su belleza y de su lucha por seguir siendo Sofía.

Por: Efraim Medina
| Foto: Efraim Medina



Cuando me propusieron escribir un texto que acompañara las fotografías de Sofía Vergara me lo pensé un poco. ¿Qué podía decir sobre ella? Para mí, y supongo que para millones de hombres en este país, ella es la chica que empezó dando saltitos sobre la arena caliente de una playa en un legendario comercial. Luego se fue a Miami e hizo carrera como personaje de la farándula y se convirtió en el blanco favorito de las revistas del corazón. La he visto en cientos de portadas, presentando magazines, en videos musicales, como chica de calendario y hasta en el cine, pero jamás he sabido bien qué hace Sofía. Y la verdad no me importa saberlo, me basta con que el vértigo de su cuerpo y el resplandor de su sonrisa acompañe mis sueños de vez en cuando. Y quizá, alimentar los secretos sueños de millones de hombres sea su verdadero oficio.

Mucha gente que conozco es capaz de admirar un atardecer o los versos de Dante, pero no escatiman insultos para una linda mujer que aparece en bikini en la portada de una revista. ¿Cuál es la diferencia entre esas bellezas? Sencillo: un atardecer o un poema no te recuerdan quién eres y qué tienes. Están allí y puedes disfrutarlos y hasta convertirlos en atributos propios. Basta aprender un poema o describir un atardecer para que sientas que te pertenecen de alguna forma. Una famosa y linda mujer te confronta: es algo que no tienes o no eres.

Para sacarte la espina nada mejor que insultarla. El poeta sin fortuna, flaco y apocado dirá: Es una idiota que vende su cuerpo. Su amiga fea y miope que lee tratados feministas agregará: Es hueca, apuesto a que no resuelve una multiplicación de tres cifras. Desde la portada de aquella revista la linda mujer les sonríe impasible. Admiro a Rodolfo Llinás y sé que existe porque no ha dudado en exhibir, para bien de todos, los esfuerzos de su inteligencia. Sofía en cambio exhibe su cuerpo que, y en esto hasta Llinás me daría la razón, es más bello que todas sus conjeturas sobre el cerebro. Llinás tiene el talento de su mente, ella el talento de su cuerpo. Las teorías de Llinás iluminan la neurología y ayudarán a curar terribles enfermedades. El cuerpo de Sofía ilumina las frías paredes de los talleres de mecánica y ayuda a esos hombres rudos a combatir la soledad y el hastío. No dudo que tanto Llinás como Sofía tienen sus propios líos, que más allá de la fama acechan la gripe y la incertidumbre. La belleza y la inteligencia no salvan ni preparan a nadie para el amor y sus trampas. Ambos, el brillante científico y la bella mujer, deben soportar el asedio. A él lo buscarán cientos de instituciones para ofrecerle todo lo que tengan a su alcance con tal de tenerlo en sus filas. Delante de ella cientos de hombres mostrarán sus autos de lujo y casas de verano con el objetivo de meterla en sus camas. Quien obtenga la presa la exhibirá como un trofeo. Pero la presa tiene el poder de elegir.

El científico pensará en cuál de esas instituciones puede llevar más lejos sus experimentos. ¿Y la bella mujer? Uno quisiera pensar que gana el amor, que por una vez el final feliz no es una vana ilusión de telenovelas. Pero los autos de lujo y las casas de verano también son atributos y no sé qué pueda hacer un poema para enfrentarlos. Nuestros sueños y deseos se han llenado de imágenes de Miami, bronceadores y tardes de fútbol, la poesía parece haber perdido la batalla y la vida sin poesía es seca como los ojos de un zombie. Así como los objetos llenan el espacio, el poema le da forma al vacío. A menudo cuando uno odia algo o alguien es porque se siente desconectado de lo que odia.

El poeta que insulta a la chica en bikini quisiera poseerla, hacer que sus feroces poemas entren en su mente más rápido que un Ferrari. La amiga fea del poeta detesta a la chica bella de la revista pero daría lo que fuera por estar en su lugar. Ellos no tratan de entender el talento del cuerpo, piensan que esa chica no merece la fama y el dinero que tiene. ¿Por qué? Sencillo: la belleza es solo belleza y no tiene coartada. Un científico podría perder las piernas y seguir siendo lo que es. Sofía no, ella corre todos los riesgos. Su cuerpo es su atributo, su bebé de oro puro, la forma de su pensamiento, el valor que le damos.

A nadie le interesan las arrugas de Llinás o saber cuál es su deporte favorito, su trabajo es lo importante. El trabajo de Sofía es ser Sofía. No tiene que descifrar los laberintos de Spinoza ni resolver ecuaciones de Penrose: le basta con ser ella. Ese es su destino y el límite de su destino. Llinás puede pensar hasta la muerte, el tiempo es su cómplice. Sofía solo será bella un instante, el tiempo es su enemigo y contra él nada pueden los quirófanos. Él borrará sus delicados rasgos y destruirá implacable sus vibrantes curvas. En los talleres de mecánica sus afiches perderán el color y serán reemplazados por los de otra bomba sexual.

A diferencia del cuerpo, las ideas no sufren de miedo o ansiedad y esa puede ser la razón más poderosa para entender a Sofía; después de todo es solo una hermosa criatura perdida en la imagen que hemos inventado de ella: sus romances con celebridades, su vida de sueño e interminables fiestas, sus fabulosos proyectos nos hacen olvidar que, mientras sonríe desde las páginas de esta revista, debe estar luchando por seguir siendo Sofía. Por eso amo que exista y que, sin esfuerzos ni explicaciones, el talento de su cuerpo le dé forma al vacío.

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Foto: Instagram @johamorenog

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