Valentina Lizcano

Nació en Cali, pero se crió en Bucaramanga, y afirma que tuvo la fortuna de haber crecido en las dos ciudades más bonitas de Colombia. Detesta las etiquetas, por eso no soporta cuando le dicen que las mujeres santandereanas son bravas, aunque acepta que ha sufrido mucho por ser demasiado frentera y honesta.

En el 2010 se tomó un año sabático en el cual viajó por la India y Nepal. También recorrió el Pacífico y el Caribe colombianos y se enamoró tanto de Quebrada Valencia que decidió construir en ese paraíso un lugar para retirarse de la ciudad. Está ubicado en la Sierra, es autosostenible y lo compró con varios amigos que, al igual que ella, meditan y practican yoga.

Cada vez que está actuando, madruga más de lo normal y así puede darse un tiempo para despejar su mente y relajarse. Después alista un desayuno ligero con leche de soya, almendra o linaza que ella misma prepara con su novio. De ahí sale a un entrenamiento que no dura más de media hora, aunque a veces prefiere ir a nadar. Una vez en las grabaciones, saca tiempo para leer sobre el budismo y las culturas indígenas, dos temas que la tienen apasionada. 

Según ella, la primera vez que hizo un desnudo lo hizo para alimentar su ego, para sentirse deseada por los otros. Sin embargo, en esta ocasión, lo hace “porque se siente parte de todos y para expresar por medio de la fotografía su filosofía del dejar fluir la vida”. Por eso no es ninguna casualidad que se la presentemos como vino al mundo y en medio de un elemento vital en el que ella se siente muy cómoda: el agua.