24 de agosto de 2012
Cruzada por la libertad testicular
La libertad no es una utopía, tan solo depende de la elección de los calzoncillos. El problema es que estos suelen ser escogidos por las novias y esposas. Pero no más.
Por: Iván Bernal MarínA este pobre tipo su novia le dijo que es la alcancía donde deposita su amor.
Ya sean con rayas, corazoncitos, pokemones, el símbolo de Batman, cuadriculados o con mensajes así: Jala la manguera para apagar el fuego de tu selva. El diseño del calzoncillo es irrelevante, lo primordial es la comodidad. Y para ello, lo fundamental es no dejar que la elección siga recayendo en manos femeninas opresoras. Teniendo en cuenta que nadie va a ir por ahí probándose ropa interior de local en local, y con el fin de apoyar la independencia de las huevas oprimidas, Vergonymous presenta una serie de recomendaciones. Una hoja de ruta en la cruzada libertaria testicular:
Boxers ajustados:
Son los que suelen ocasionar menos inconvenientes, pero hay que asegurarse de que no sean demasiado estrechos ni muy cortos. También, de que traigan un compartimento o espacio destinado para el tubo. Si se pasa de ajustado, las telas elásticas tenderán a refundirse en el fundillo. Una mala elección significará huevos doliendo al final del día. Dolor que se acentuará tras una sesión de bebida. Además, tiende a generar piquiña con el vello púbico.
Nada peor que las gónadas pasen horas pellizcadas, o que sea todo un reto sacar el pene y orinar. La ventaja es que si hay un gay mirón a esa hora en el baño interpretará nuestro enredo para sacárnosla como sinónimo de una gran envergadura; y con algo de suerte le contará a sus amigas mujeres. Otro beneficio es que mitigan parcialmente los efectos de parolas intempestivas. Son especiales para bailar y mantener una erección bajo control, es decir recta hacia abajo, mientras cumple su función restregadora de rincones femeninos.
Cuando vayan a comprar ellas buscarán unos con ‘realce’, unas pinzas que incordiarán tu humanidad clavándose justo en la coyuntura de piernas y testículos. Lo ideal es que los boxers se extiendan varios dedos debajo del filo nalgal, y se alejen lo más posible de la apariencia de culishort de las mujeres. Si no, los bordes de la tela se enmarañarán incomodando permanentemente la nies (franja de piel que ni es culo ni es escroto). Ello exigirá maniobrar y alzar una pierna fugazmente para recomponerlo. Pero con cada paso se irá subiendo y enredando otra vez. Hasta que, en una acomodada, alguien nos vea y aparte la cara sonriendo para disimular el asco.
Tipo pantaloneta o boxer amplio:
Aunque pasados de moda y asociados a ancianos prostáticos, este tipo de calzoncillos ofrecen el equilibrio perfecto al paquete genital. Y, por ende, la mayor sensación de libertad. Las bolas se sienten volando, libres, gracias a la amplitud y delgadez de las telas. Ofrecen una profunda frescura. Recomendados para combatir el calor y esos granos sobre los que usted sienta día tras día. Son la fórmula perfecta para el acné nalgal. Sin embargo, deben utilizarse con pantalones que no sean ajustados. Si no, la tela se arremolina y forma tumultos que distorsionan el balance. Un problema es que no recogen el sudor tan bien como los boxers pegados, dado que la tela no está ceñida a la piel y las gotas podrán correr y producir picor.
Otra complicación es la de amoldar el armamento al sentarse en distintas posturas. La falta de amarres hace que el fusil brinque de un lado a otro y se tuerza para donde se le dé la gana, mientras las municiones van en dirección contraria. Además, la amplitud de tela le dificulta a la mano la tarea de asistir el acomodamiento, o la eventual rascada. Lo cierto en todo esto es que son los más indicados para la restregada busetera, puesto que permite cierto grado de elevación peneal sinuosa, que logra mantenerse a raya. El riesgo es que no son elásticos. Ante una erección sostenida el malévolo podría emerger entre los botones que cierran el pantaloncillo al frente, y quedar a milímetros del mundo exterior.
Con esta imagen de Flavio Briatore se inició la cuenta regresiva para el apocalipsis maya.
Tipo tanga:
Son un rezago de la niñez, y lo menos apropiado para un órgano reproductor masculino que ha crecido tal como las vaginas mandan. Quizá muchas mujeres la consideren la opción más sexual, puesto que queda más piel a la vista. Pero la experiencia de uso podría ser traumática. Elegir un pantaloncillo así es entregarse a ser prisionero de lycras y telas entalladas que marcan la piel. Creo que esa sensación de aprehensión solo están dispuestos a asumirla los fisicoculturistas. Esos que han desarrollado tanto el resto de músculos y tienen la mente tan concentrada en hincharlos, que el palo no les llega ni a astilla. Lucirlo implicaría además rasurarse zonas sagradas (no los testículos, sino los alrededores). Como una especie de depilación tipo bikini, para que la tela no quede emparchada o enroscada con el matorral. Además, elimina de un tajo todo el poder del suspenso, del tamaño aún por definir. Todo queda expuesto al público, pero reducido y apretado. Prácticamente sella al vacío los genitales, los contiene y los empequeñece. El efecto es que también los inmoviliza, y provoca que sea un martirio cruzar las piernas.
Las escasas telas se pierden en las coyunturas, a raíz de los movimientos. Fastidia el roce de los muslos bajo las huevas, y andar con la mitad de las nalgas asomadas. La consecuente ridiculez es andarse hurgando el trasero a través de los pantalones, para sacarse un pantaloncillo tragado por la ranura que debía cubrir. Es una vaina ‘loca’. Una maldición.
Ellas también lo han experimentado, a su manera. Más de una dice que los ‘hilos’ las incomodan. Al caminar las tallan como si su hendidura fuera una encía, y la carne que mueve es la del ‘botón de la polilla’ (una metáfora del culo que había quedado faltando).
Sin embargo, las novias, esposas o amantes sí están llamadas a sacrificarse y usar tangas en honor a la estética, porque tienen las nalgas bonitas y jugosas cual melocotón. Los llamados pantys matapasión, o cuatro puertas, deberían ser recogidos y quemados en una hoguera. Junto con las tangas masculinas, ya que no existe ninguna explicación válida para su existencia.
Sin nada (Bonus track):
Es un mito que andar sin ropa interior otorgue más comodidad. La fricción con las telas raspa la piel y causa alergias. Siempre se corre el riesgo de que el vello púbico salga flotando, como una pluma entre botones o correas. En este caso la libertad se convierte en libertinaje. Y con los movimientos rápidos, las huevas y el pene desenfrenados pueden salir lastimados, golpeándose con las piernas. El jean ha de ser apretado para que la verga no quede meciéndose a la vista de todos como un péndulo. Pero entonces, la línea del quiebre de mezclilla se mete en el culo.
Sin calzoncillos nada absorbe el sudor. En cada orinada se comprueba la importancia de esta prenda, que absorbería esas últimas gotas que ahora se notan desde afuera. En cada orinada se afronta el peligro de atrapar el prepucio entre los dientes de la corredera, y morir en vida.
El look 'adán underground' tiene sus bondades, pero son muy específicas. En los fines de semana en casa, bajo sudaderas o pantalonetas holgadas. Solo entonces se rozará la verdadera libertad. El relajamiento supremo, necesario para sentarse a escribir blogs.
Andar sin calzoncillos bajo la ropa es especialmente efectivo en una circunstancia particular: si sabe que viene a visitarlo una compañera, o la novia, o una amiga de la novia, o la novia del amigo, o la hermana de la novia del amigo, o la prima, o cualquiera que tenga posibilidad de antojar. Libremente.